La crítica gastronómica del chef Gonzalo Peñafiel
Nuestras costas con sus diversas materias primas, en conjunto a las tradicionales preparaciones japonesas de este restaurante, hacen que sus fusiones sean inigualables. El manejo de los productos y sus temperaturas logran que el montaje, aparte de ser muy atractivo a la vista, tenga diversas e interesantes texturas y sabores.
A pasos de Paseo El Mañío, se encuentra el restaurante Naoki.
El lugar es pequeño, ambientado con tonos grises, antiguas maderas y ampolletas con tubos de cobre, dando la sensación de estar bajo tierra. El espacio es sobrio, muy delicado y acogedor. Lo único que interrumpe, de cuándo en cuándo, es una música que perturba por inadecuada.
En Naoki se puede sentar en la barra y ver directamente a Marcos Baeza, dueño y chef de -en mi opinión- el mejor restaurant japonés de Santiago.
Marcos, ex chef de Ichiban (quienes probablemente lo extrañan ya que nosotros extrañamos sus preparaciones allá), es un verdadero artesano de la comida japonesa. Se transforma en un privilegio ver como interviene sus productos para obtener espléndidos resultados.
Nuestras costas con sus diversas materias primas, en conjunto a las tradicionales preparaciones japonesas, hacen que sus fusiones sean inigualables. El manejo de los productos y sus temperaturas logran que el montaje, aparte de ser muy atractivo a la vista, tenga diversas e interesantes texturas y sabores.
Por lo mismo, pruebe la mayoría de las preparaciones que pueda.
¿Qué recomendamos? Uni, Erizos estilo Naoki ($10.000), una explosión de concentrados sabores para levantar muertos, donde lo que manda es la calidad del erizo y luego la preparación, con una equilibrada salsa ponzu.
También probamos el extraordinario Toro Maguro Niguiri, panza de atún con aceite de trufa ($4.800). Un bocado que hay que comer directamente como viene y no intervenirlo con soya o wasabi. El otro Niguiri estrella es Unagui Foei ($7.500): dos atómicas piezas con un sabor realmente único, donde sobresale el hígado de pato sopleteado.
Para terminar la ronda, recomiendo el Pobre Niguiri ($7.000), un delicado bocado el cual cautivará su vista y paladar.
Después de este festín inicial, seguimos con Ususukuri Otate ($11.000), ostiones de un imponente calibre, cosechados en aguas saladas y dulces que, en conjunto al aderezo japonés, la frescura del pepino y la textura del ikura, complementan un bocado con una frescura y textura inigualable. El otro Ususukuri que no hay que dejar de probar es el Sakana Erizo ($9.000), finos y precisos cortes de pescado del día, en este caso lenguado, con delgadas rodajas de ají rojo que le dan el picor ideal; acompañado de erizos, yuzu y rica rica, aportando éstos el toque cítrico y aromático.
Las preparaciones estaban a tan alto nivel, que decidimos acompañar todo de un Coyam ($21.000), vino con un final largo, fresco y elegante, parecido a todo lo probado.
Se recomienda reservar e ir a la brevedad.
Av. Vitacura 3875, Vitacura
Servicio: Excelente
Comida: Excelente
Ambiente: Bueno
Precio: de los $ 20.000 a $ 30.000 p/p
