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Las Indias Galantes, una sobresaliente interpretación de una ópera con desafíos mayores Teatro Regional de Rancagua

Las Indias Galantes, una sobresaliente interpretación de una ópera con desafíos mayores

Musicalmente impecable y con novedosas propuestas para la puesta en escena, el estreno latinoamericano de la ópera barroca Las Indias Galantes es sin duda un hito para Rancagua y para Chile.


Cuando Marcelo Vidal, director del Teatro Regional de Rancagua, me comentó hace dos años que pensaba realizar Las Indias Galantes no estaba segura de creerle. Pensé en los recursos musicales que hay en el país tanto orquestales como cantantes especializados. Me di cuenta que estaba frente a un Fitzcarraldo, dispuesto a todo por abrir un repertorio absolutamente inusitado en estas latitudes.

Gran apuesta, con más de 150 personas -arriba y abajo del escenario- pusieron sus capacidades y entusiasmo para dale vida a una de las operas más complejas y gigantes del periodo barroco: Las Indias Galantes, estrenada en 1735 y rara vez representada actualmente por los enormes desafíos que plantea.

Contar con la experimentada Orquesta Barroca del Nuevo Mundo con la batuta del maestro argentino Marcelo Birman, fue un buen acierto. Desde el foso, Birman supo imprimir el carácter y los tiempos propios de este estilo logrando sonoridades exquisitas y ornamentaciones sutiles que nos permitió una vez más corroborar la perfección y el brillo que le han dado la fama de este conjunto. Destacan las desafiantes tempestades y erupciones de volcanes que suelen abundar en las óperas barrocas.

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La propuesta escénica fue planteada en cinco historias diferentes: prólogo y cuatro actos con las miradas del director uruguayo de la compañía Pampinak, Martín López Martinelli y la del propio Marcelo Vidal. Muy acertados los escenarios reales y virtuales de German Droghetti y David Baeza. Los textos en francés de Louis Fuzelier y la música de Jean Philippe Rameau combinaron los amores galantes en tierras exóticas como Turquía, Perú, Persia y …. Chiloé.

Los cortes son convencionales y permiten que la duración se acorte de cinco horas a un poco más de tres. Lo novedoso es que López Martinelli está debutando en la ópera, ya que, su experiencia está en la compañía de teatro de muñecos y en el teatro negro. Con múltiples movimientos los muñecos de fluor, luciérnagas, patos, flores aparecían, volaban, jugaban. La magia del teatro negro se combinó con las danzas del cuerpo de bailarines que apoyaban la acción a cargo de los cantantes con vestuario impreso en biombos rodantes. Los estímulos fueron diversos, ya que mientras los del teatro negro estaban perfectamente sincronizados, no conversaban bien con los rígidos ropajes de los cantantes excesivamente iluminados, y, aún menos con los bailarines que aparecían desconectados en las diferentes escenas. Quizás los reparos de la puesta en escena fue precisamente la falta de unidad,ya que hubo exceso de propuestas estéticas.

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Vocalmente los cinco solistas cumplieron cabalmente los múltiples roles. La mayor responsabilidad recayó en la soprano especialista, Madelene Vásquez, quien aportó un timbre brillante combinando con las exigentes ornamentaciones y fiorituras propias del estilo barroco, logrando imponer los diferentes caracteres a cada uno de sus personajes: Hebe, Phani, Fatime y Zima.

Por su parte, el tenor Exequiel Sánchez contó con la técnica precisa y logró una impecable interpretación de sus cuatro roles: Valere, Carlos, Tacmas y Damon.

Son destacables también las participaciones de los cantantes rancagüinos, el barítono Patricio Sabaté a cargo de Osmán y Adario y la soprano Patricia Cifuentes a cargo de Emilie, Zaire y Amour. Junto al bajo barítono Ricardo Seguel, quien le tocó representar a Bellone, Huascar, Ali y Alvar. Este trio son parte de los mejores exponentes del género lírico de nuestro país y han triunfado no solo en el barroco sino también en el repertorio mozartiano y belcantista.

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Sobresaliente resulto el aporte del coro ( ex coro de la Universidad Alberto Hurtado) y el Ensemble Ikaros, que estuvo a cargo de la experimentada directora colombiana Paula Torres.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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