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El nacionalismo bajo Pinochet de José Díaz Nieva Libros de actualidad en la crítica de Gonzalo Rojas Sánchez

El nacionalismo bajo Pinochet de José Díaz Nieva

Las páginas finales de este libro deben ser muy tristes para quienes aún sueñan con que esa opción esté vigente en el futuro próximo -la que Hugo Herrera ha llamado acertadamente “nacional-popular- porque a pesar de que la obra se cierra con un relato referido a más de 20 años atrás, cada vez que el autor ofrece información que se acerca al presente es más de lo mismo: Nacionalismo inorgánico, deslavado, doctrinalmente confuso.


José Díaz Nieva, El nacionalismo bajo Pinochet, 1973-1993, Historia chilena, Santiago, 2016, 182 páginas.

Otra entrega valiosa del profesor Díaz Nieva, ya radicado en Chile.

Con un buen uso de las fuentes de prensa, algo de folletería y de archivos personales, y una adecuada revisión de la bibliografía, se nos entrega el primer trabajo de síntesis sobre las corrientes que bien podrían llamarse perdedoras durante el proceso de definiciones al interior de los grupos partidarios del gobierno del Presidente Pinochet.

Perdedoras, porque hubo disputa y el autor de esta obra logra dejar en claro varios de los momentos más álgidos de ese forcejeo entre duros y blandos o entre nacionalistas y gremialistas.

Pero ése no es el enfoque del libro: no es la tensión entre unos y otros por la búsqueda de la primacía lo que ha investigado el profesor español, sino que básicamente ha intentado explicarnos cómo se configuró y expresó uno de los polos del conflicto, el mas inorgánico y quizás por eso mismo, el menos conocido: el Nacionalismo.

Ciertamente, se echa de menos una mayor precisión respecto del concepto y sus contornos en el momento en que el Nacionalismo se estudia en la obra -y eso vale también hoy- pero esa cierta ambigüedad se le perdona a José Díaz Nieva, porque ni los mismos nacionalistas sabían bien qué eran, ni si estaban de acuerdo entre ellos, ni si podían o querían escapar del mote obvio: fascistas.

Fueron tantas y tan variadas sus manifestaciones -los restos de Patria y Libertad ya disuelta, el movimiento civíco militar, el pratismo, el partido del Sur, Avanzada Nacional (incluso la UCC de Errázuriz, afirma Díaz Nieva) que difícilmente podría hablarse de un Nacionalismo (lo que era una gran desventaja, porque al frente había un Gremialismo).

El libro deja muy en claro esa debilidad organizacional y, gracias a los abundantes y bien seleccionados anexos y cuadros, el lector puede también comprender otras debilidades: la doctrinal, la electoral y la de liderazgo.

Esta última resultó también muy importante, porque como bien va mostrando el autor, ni Roberto Thieme, ni Eduardo Díaz Herrera -ambos por situaciones humanas- ni Pablo Rodríguez -por decisión personal- estuvieron en condiciones de liderar. Menos aún otras figuras como Gastón Acuña, Misael Galleguillos o Álvaro Puga. Para qué decir Federico Willoughby, uno de los más curiosos nacionalistas del período.

Las páginas finales deben ser muy tristes para quienes aún sueñan con que esa opción esté vigente en el futuro próximo -la que Hugo Herrera ha llamado acertadamente “nacional-popular- porque a pesar de que la obra se cierra con un relato referido a más de 20 años atrás, cada vez que el autor ofrece información que se acerca al presente es más de lo mismo: Nacionalismo inorgánico, deslavado, doctrinalmente confuso.

Gonzalo Rojas Sánchez
Profesor universitario

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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