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Montserrat Caballé en cuatro momentos gloriosos CULTURA

Montserrat Caballé en cuatro momentos gloriosos

Ha muerto una gran diva de la ópera. Pero gracias a que vivió en una época donde las grabaciones fonográficas experimentaron un gran auge, su arte es inmortal.


Montserrat Caballé (1933-2018) se formó en España y en Italia, pero se curtió en escenarios alemanes. La soprano aprendió numerosos papeles del repertorio para su voz en el teatro de ópera de Bremen entre 1952 y 1962, antes de que una actuación en el Carnegie Hall de Nueva York la catapultara a la fama internacional en 1965.

Ella misma lo reconocía en alemán fluido durante una entrevista con Axel Brüggemann. «En Alemania me desarrollé profesionalmente con buenos músicos, buenos cantantes, buenos directores de escena.. Entonces se podía vivir realmente la ópera y los directores de escena hacían caso al libreto original. Aquello fue una gran universidad para mí». Caballé lamentó siempre que la ópera se hubiera vuelto en los últimos tiempos un espectáculo casi más visual que musical, en el que los directores de escena habían cobrado un protagonismo excesivo. Si algo caracteriza su propio arte es el apego a la música por encima de los excesos interpretativos.

Portentosa perfección

Un agente artístico le dijo en su juventud que no tenía madera para dedicarse a la ópera, que mejor se volviera a su tierra natal, que se casara y tuviera hijos. Afortunadamente para el arte de la ópera, la soprano no le hizo caso y los amantes del bel canto pudieron gozar de su larga carrera repleta de musicalidad y apabullante dominio técnico. Acá pueden disfrutar del pirotécnico tour de force que el personaje de Violetta Valéry debe llevar a cabo al final del primer acto de La Traviata, de Verdi. Caballé conmueve por el elegante legato, por su portentoso fiato (la habilidad para administrar el aire que se utiliza en la emisión del canto) y por su sabio manejo de las intensidades, con el pianissimo que la hizo célebre y que hoy los aficionados lloran.

Adorada en Alemania

El público alemán adoraba a Caballé. Hasta hace bien poco actuó junto con su hija, la también soprano Montserrat Martí, en diversos recitales con orquesta en Alemania y fue invitada como personaje ilustre al popular talk show «Wetten, dass…? «.

Montserrat Caballé poseía un amplio repertorio de soprano lírica, con más de 80 papeles en su haber. Cantó óperas de compositores alemanes, como Wagner y Strauss, pero su especialidad fueron los belcantistas: Donizetti, Rossini, Bellini. Caballé encarnó una Norma de referencia, como puede admirarse en el canto «Casta Diva» que la protagonista eleva a la suma sacerdotisa druida.

Montserrat Caballé también tuvo su momento «tres tenores» cuando grabó junto a Freddy Mercury en 1987 el «single» Barcelona. No es el estilo que más gusta a los aficionados de la ópera, pero el exquisito legado que la soprano catalana tenía a sus espaldas les llevó a perdonar esta pequeña «traición». Desde aquel momento, Caballé ya no solo fue una diva para los aficionados a la ópera sino también para el gran público.

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