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Libro «Si mañana llueve»: Magia, cuerpo, naturaleza y muerte en la poética de Hurón Magma CULTURA|OPINIÓN

Libro «Si mañana llueve»: Magia, cuerpo, naturaleza y muerte en la poética de Hurón Magma

Ramiro Villarroel Cifuentes
Por : Ramiro Villarroel Cifuentes Poeta, escritor y productor ejecutivo para cine y TV. Vive y trabaja en Temuco.
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Esta obra escogida aparecida en Editorial Bogavantes nos remonta desde los inicios literarios en “Palomas de la lluvia”, del año 1985, hasta las últimas producciones de Hurón Magma, edición de cuya selección y prólogo se encarga Ricardo Herrera, una de las voces más vigorosas de la poesía chilena actual y profundo conocedor de lo que él mismo llama “la mejor tradición poética del sur de Chile”, en la que éste inscribe a este poeta que vive y trabaja su poesía desde la localidad de Cunco, en la precordillera de Araucanía, autor de una obra ante la cual también se han detenido hombres de letras como Elicura Chihuailaf que escribió el prólogo al tercer libro de Magma “El árbol de los sueños”, del año 1998, publicado por Ediciones  Centro de Extensión de la Universidad Católica de Temuco, así como lo hiciera también Luis Riffo, poeta, crítico literario y fundador de la editorial gracias a la que ahora leemos “Si mañana llueve”, quien escribió el prólogo al libro anterior de Magma llamado “Los cantos de Ariadna y otros poemas”, publicado por Ediciones Casa de Barro, el año 2009. Un poeta que con esta publicación consagra treinta y cuatro años al cultivo de la poesía y que demuestra su crecimiento literario paso a paso, libro a libro. Por otro lado el presente ejercicio de llamarle obra escogida al libro, nos entrega un elemento más para nuestro análisis, fijándonos un criterio más profundo que la simple elección, escogiendo de la espiral de contenidos los más gravitantes de la poética de Magma, que giran en torno a la intimidad, la mujer, la naturaleza, la soledad, lo político, la magia, los sueños y la muerte donde sus referentes los podemos encontrar en Jorge Teillier, Pablo Neruda y Juvencio Valle y un moderado influjo huidobriano que por momentos viene a enlazar virtuosamente poesía lárica y creacionismo. Poesía de la comunión en que cuerpo y naturaleza poseen los mismos talentos, características y singularidades.

[cita tipo=»destaque»]Pero la magia no se encuentra solo en los artificios, sino que también en la simple vida hogareña, rutinaria, pero maravillosa, como en el poema “Puré de manzanas” cuando dice: “Sucede/ que te escucho descalza,/ en silencio,/ llevando todas las manzanas/ para preparar el plato que tanto me gusta”, belleza de actos simplemente desnudos de artilugio que, al estar despojados de toda referencia temporal y espacial, nos hacen ver y sentir la ternura que todavía podemos respirar en la intimidad que el vértigo de la modernidad tanto se ha preocupado en arrebatarnos. [/cita]

I.

Desde un inicio, desde donde se recogen los poemas del primer libro “Palomas de lluvia” podemos ver al poeta como un ser transparente que abiertamente se describe en primera persona: “con mis manos de agua/ con mis ojos de espejo”, haciéndose gemelo de la naturaleza, que tiende a evitar el dolor y el sufrimiento cuando manifiesta que “si algún día llueve/ que no sean tus ojos/ que no sean los míos”, poema del cual fue sacado el verso que da nombre a esta publicación y que también estimula la intimidad, ya que “si llueve/ si el sábado y el domingo llueve/ nos quedaremos en casa”.

En este mismo libro podemos ver que toda materia construida por el hombre es pasajera frente a la naturaleza milenaria, como cuando dice “Aquí había un muelle (…) y solo quedan algunos trozos/ como cisnes en agonía/ que tratan de mantenerse”, pero en ese escenario el poeta levanta su canto con optimismo, ya que si bien es cierto “Hay pájaros grises/ que se estacionan en los viejos maderos,/ hay niños que arrojan piedras/ y el lago canta su canción de invierno/ como un anciano quejándose”, pues existe la esperanza de que la vida volverá a desplegarse nuevamente en la imagen de esos niños que arrojan piedras, pero también podemos observar que es esa misma fragilidad de la materia la que acoge al poeta en su soledad: “y yo me he quedado solo/ para ver cortinas de luciérnagas tristes/ sobre un viejo puente de madera”.

Y así como la soledad y la intimidad son materia de estos poemas, también es lo político uno de sus factores determinantes, ya que Magma canta en “Un poema a Neruda”: “Poeta con mayúscula el 71/ destroncó tu sueño el 73”, mismo poema en que el autor en tanto que poeta se muestra como un ser común y corriente cuando dice, refiriéndose al vate como un: “aprendiz de nosotros, las gentes”: un hombre simple, de pueblo, que sin embargo siente y nos hace sentir el dolor de la masacre terrorista de la dictadura en el poema que da título a su primer libro:” Palomas de lluvia”: “No le digan/ a mi hermano/ que yo he muerto,/ que me han ido/ al exilio/ sin mi cuerpo,/ no le digan/ a mi madre/ que no vuelvo,/ no le digan/ a mi padre que/ me han muerto”. Si consideramos que el libro es publicado el año 1985, época en que el mal transitaba libre por la patria, podemos decir también que Magma es un poeta valiente, que no teme y que desliza su escritura con delicadeza, pero de forma clara y directa.

II.

El segundo libro de poemas “El árbol de los sueños” nos acerca a la visión del poeta que reúne sentimientos, naturaleza y ser amado: “Sucede que a veces/ la lluvia te acaricia con sus manos de plata/ y te recorre hasta los últimos peldaños,/ entonces/ te pareces a los árboles/ y te pareces al mar” y el poeta va más allá, cuando no tan sólo reúne a la naturaleza y al ser humano, sino que también transforma las dimensiones de uno y otro en el poema, como en “Este rincón de mis manos”, donde dice que: “En este rincón de mis manos/ se oculta todo el mar”, diciendo también, como consignamos más arriba, que si ella se parece al mar, él podrá acogerla tiernamente entre sus manos en actitud protectora.

Aproximándonos a otro giro en que la naturaleza y erotismo se reúnen en el poema, Magma nos entrega imágenes esplendentes: “el secreto de haber pecado una noche (…) mientras tus quejidos despertaban a los pájaros” y en otro poema más adelante, refiriéndose seguramente a la amada, le propone: “Vuélvete conmigo/ y seamos el árbol”, donde el poema, ceremonial, se nos muestra como único lugar en el que se puede acceder verdaderamente a la comunión amorosa plena y quizá por lo mismo estas metáforas están llenas de naturaleza como un acto en la palabra que nos devuelve al origen: “Y tu cruzabas la noche/ por un túnel de agua/ y eras como de magia” abriéndonos a un mundo en que lo inusitado se hace real ante los ojos del poeta que nos ofrenda versos simplemente feéricos: “mujer engendrada por granizos”; “ tu palabra era de cerezos y ciruelos,/ de fantasmas y duendes milagrosos”; o “tu cuerpo se llene de ríos/ y cascadas que retumban llenas de peces”.

Pero la magia no se encuentra solo en los artificios, sino que también en la simple vida hogareña, rutinaria, pero maravillosa, como en el poema “Puré de manzanas” cuando dice: “Sucede/ que te escucho descalza,/ en silencio,/ llevando todas las manzanas/ para preparar el plato que tanto me gusta”, belleza de actos simplemente desnudos de artilugio que, al estar despojados de toda referencia temporal y espacial, nos hacen ver y sentir la ternura que todavía podemos respirar en la intimidad que el vértigo de la modernidad tanto se ha preocupado en arrebatarnos.

III.

En los poemas rituales y milagrosos del libro “Los cuentos de Ariadna y otros poemas” entramos de lleno en una visión ecológica que el autor nos transmite previniéndonos de nuestro comportamiento en el mundo con versos como: “El día que Ariadna había nacido/ lloró desconsolada:/ habían talado el primer árbol del bosque azul”, color del cosmos mapuche, pueblo al que Luis Añazco, hombre y nombre que le da vida al seudónimo de Hurón Magma, pertenece. De esta misma manera, Magma despliega toda una imaginería en torno a Ariadna como diosa del bosque en algunos momentos de su poesía, como cuando nos dice que: “La pequeña Ariadna estaba en el bosque,/ los árboles la habían raptado”; o “Bajo la lluvia/ los sabios y los más jóvenes/ rogábamos por ti, Ariadna”; así mismo:  “Los jóvenes y las mujeres y también los ancianos/ se internaron en el bosque (…) llevaban a Ariadna en sus pulmones”; o “Conversé con el viento (…) me habló del árbol padre,/ del árbol de la memoria,/ ese que no olvida su sombra,/ ese que cautivó a Ariadna/ con su lenguaje vegetal”; “Ariadna/ tenía las mejillas del color de los cerezos, (…) Ariadna era invisible como lo que no existe”. Una Ariadna precordillerana, salvaje y mística, que nada tiene que ver con Zeus o Dionisio, porque esta es una Ariadna casi palpable, como la foresta que se recoge indefensa ante nuestra civilización que engendra la barbarie. Ariadna, diosa de esta naturaleza, hace que el bosque sea el centro de la eternidad, donde los sueños crecen libres para nosotros.

En la segunda parte del mismo libro llamada “Otros poemas” vuelve a temas anteriormente tratados como en el poema “En el parque”: “Él toca sus pechos,/ ella escucha los grillos”, al igual como dijéramos antes o más arriba con el poeta, cuando nos confiesa: “el secreto de haber pecado una noche (…) mientras tus quejidos despertaban a los pájaros”, donde vemos que los ritos amorosos se encuentran o destacan en un marco de comunión con la naturaleza, al igual que en estos exquisitos versos: “mientras el viento mueve las cortinas/ y el olor de los pinos impregna tus muslos blancos”, pero el poeta siempre va más allá en el acto de concebir a su amada: “En el principio/ creó Dios los cielos y la tierra/ y tu pelo estaba desordenado,/ salvaje, hermoso/ como extensiones de trigo” como si ella, encarnada, fuese anterior a la creación y Dios solo un agente más de los universos en que la mujer es la verdadera protagonista.

El poeta accede a un tratamiento altamente evocador del ser y su paisaje psíquico, en que los personajes actúan en escenas de ensoñación: “Sí eres como una mujer/ de piernas largas/ que corría desbocada/ por el pasto de la mañana”; al igual que “Afuera de la casa sin color, todo es verde/ y la niña de cabellos rojos/ corre descalza por el bosque”, imágenes a las cuales él, como personaje de su propia poesía manifiesta o, más bien dicho, se pregunta: “¿Dónde correr descalzo como un loco?”. Imágenes recurrentes y líquidas que terminan disolviéndose: “Y era la lluvia sobre la lluvia/ que borra tus pies sobre la arena”.

IV.

Por último, esta obra escogida cuenta con una selección llamada “Poemas inéditos” que actualizan al autor dando una muestra de su última producción, la que nos propone un universo como escenario de contrarios, símiles y oponentes que se atraen en versos extraordinarios como: “Iré a pensar en ti/ al otro lado del universo/ donde los cerezos están en flor”, o “cuando le pregunto a los cerezos por ti/ susurran que estás al otro lado de la noche”, o “tu mano es el lugar de los ensayos/ donde comienzan las estrellas y los bosques”, o “sus ojos son una ventana/ desde la cual los muertos vienen a mirarnos”, poemas todos en que la dualidad da paso al más grande de los misterios, que es la muerte: “Con los pies hacia delante/ cruzo por el pasillo blanco,/ miro las luces y a una mujer de senos adolescentes/ que me traslada hacia una supuesta muerte/ que huele a naranjas frescas”, donde no divorcia la muerte del placer; o, más adelante, en su poema “En los espejos”: “Y recordar a Patricio el viejo/ que seguramente soñó un día/ con cruzar a través de esta misma bruma/ para ver a los muertos en los espejos”, pero la muerte, como podremos ver, para el poeta no es el último estadio, ya que ante su inminencia nos canta: “Aquí estamos mi padre y yo/ mientras gira y gira el mundo sobre el carbón ardiendo”, donde intuimos claramente que ese carbón ardiendo es el fogón y también un vehículo que cruza lumínico el firmamento. Y más allá de la muerte estamos nosotros como en un sortilegio, como en el poema “La palabra”: “Seguramente todo sobra aquí en tu ojos,/ seguramente has regresado de la muerte” al igual que en el magnífico poema “A Ciro Añazco Gallardo”, donde se reúne consigo mismo y con su padre: “Quiero pensar en la bruma del color de las cenizas/ y el ruido del viento como una guitarra que despierta a los muertos”.

Como podemos ver, un poeta de la magia, del cuerpo, de la naturaleza y la muerte que nos abre una dimensión más a la compleja y rica poética del sur de Chile.

“Si mañana llueve”, Hurón Magma, Editorial Bogavantes, Valparaíso, 2018, 118 páginas.

Ramiro Villarroel Cifuentes. Escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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