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Crítica literaria de «La próxima novela»: cuadernos de composición CULTURA|OPINIÓN

Crítica literaria de «La próxima novela»: cuadernos de composición

Gonzalo Schwenke
Por : Gonzalo Schwenke Profesor y crítico literario
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La próxima novela (2019) es el puente hacia la segunda novela anunciada como Los Cisnes de Ñache, tras la aclamada Bagual (ed: Sangría, 2014). En este volumen que está dividido en cinco partes, existe una progresión selecta de trabajos con los doce cuadernos a través de notas, boletas, collage y agregando artefactos, reflexiones, diálogos con otros escritores y teóricos literarios que son los borradores de algo mayor.


“Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno”
En La poesía es un atentado celeste (fragmento) de Vicente Huidobro.

Durante los últimos meses se ha visibilizado la forma en que artistas desarrollan el proceso creativo para llegar a la obra final. El acto de escenificar no deja de mantener el status de hiperconcentración en los museos capitalinos, y perfiles para las curatorias temáticas. Además, poner a disposición y contextualizar el arte a razón de materialidades, tiene sus altos y bajos en el mercado. En todo caso, no deja de tener un elevado valor para coleccionistas y universidades que compran los manuscritos de escritores/as de renombre.

[cita tipo=»destaque»]Felipe Becerra construye en “La próxima novela” una compleja obra dedicada al oficio de la escritura, donde emanan sutilezas sobre la obsesión, las dudas, la demora, el valor en el debut de publicar un libro.[/cita]

La próxima novela (2019) es el puente hacia la segunda novela anunciada como Los Cisnes de Ñache, tras la aclamada Bagual (ed: Sangría, 2014). En este volumen que está dividido en cinco partes, existe una progresión selecta de trabajos con los doce cuadernos a través de notas, boletas, collage y agregando artefactos, reflexiones, diálogos con otros escritores y teóricos literarios que son los borradores de algo mayor. En este plano, de lo que se considera un borrador, el autor en el proceso de observación del momento que vive, instrumentaliza la contemplación para concebir el mencionado ejemplar, pero sin dar pistas lineales.

El libro problematiza este intersticio en la literatura y la ambivalencia contemporánea de lo que significa ser obra (considerando que esta no acaba solamente con la publicación). Para esto hay que poner atención en lo que señala la teórica y feminista Julia Kristeva en intertextualité, pues este tipo de volúmenes en tránsito son procesos de construcción aleatoria y fragmentaria, pero con un sentido literario (1997: 7). De igual modo, el teórico Gerard Genette (estructuralista francés del sesenta) ordenaba la narrativa en lo múltiple de la transtextualidad, entendiendo esto como una compleja red de tejidos textuales que permanecen en distintos niveles de diálogo como las citas, el pastiche, los vínculos con otros autores o la alusión. No por nada, el autor hace desfilar a un largo etcétera de escritores: Juan Emar, Roland Barthes, Walt Whitman, Macedonio Fernández, Fernando Pessoa, Pedro Lemebel, Juan Luis Martínez, Pablo Neruda, José Santos González Vera, Luis Oyarzún, el director de cine Pedro Costa, la fotógrafa Diane Arbus, entre muchos otros artistas predominantemente masculinos. Habría que preguntarse por el valor estético de este conjunto de materiales, de sus múltiples relaciones metatextuales e intertextuales, y si el afán escritural conlleva o no a la obra de arte propiamente tal. O mejor aún, cómo de entre los originales de esta “vanguardia” literaria no emerge, antes, una novela corta.

Siempre en estado de búsqueda, nunca inquieto. “Esta espera es otro modo de presencia” como señala Huidobro, de manera que, sin quedarse atrás, Becerra parafrasea la idea de la espera de la creación: “la escritura como espera de otra escritura” (13). En este ámbito, las sutilezas del anhelo, la expectativa de publicar y que se ha dilatado durante un largo periodo, el contenido que alberga esta compleja trama de registros, forma parte de otra arista en tanto recurso de la autoficción.

Felipe Becerra construye en “La próxima novela” una compleja obra dedicada al oficio de la escritura, donde emanan sutilezas sobre la obsesión, las dudas, la demora, el valor en el debut de publicar un libro. Sin embargo, da cuenta sobre el contenido en los cuadernos como el dibujo de la letra, las construcciones narrativas y las múltiples relaciones con otras escrituras. Este volumen da importancia a la producción previa al libro, asunto que muy pocas personas se han atrevido a señalar en el circuito y en entrevistas sobre la misma. Además, continúa desarrollando una disposición por elaborar una literatura creativa que sigue visibilizando la composición de la novela, que no sea decimonónica.

De lo anterior, no hay que dejar de lado que este connotado autor es un adelantado a su tiempo, pues antes de los cuarenta años y con una amplia obra demostrada, publica los cuadernos de composición como muestra de su franqueza literaria.

Gonzalo Schwenke. Profesor y crítico literario. Valdivia, 2019.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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