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Premio Nacional de Ciencias destaca papel clave de nanociencia para el desarrollo del país CULTURA

Premio Nacional de Ciencias destaca papel clave de nanociencia para el desarrollo del país

La física Dora Altbir lidera el Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (CEDENNA) y ya ha patentado técnicas para el filtrado de aguas pesadas, que puede usarse en la minería, pero cree que aún hay espacio para muchos más productos. Y aunque el CEDENNA tiene relación con varias empresas, «es algo incipiente y esperamos que se desarrolle mucho más, porque para que haya real penetración de la nanociencia y la nanotecnología en Chile, las empresas son fundamentales».


La flamante Premio Nacional de Ciencias Exactas 2019, Dora Altbir, está convencida de que la nanociencia es clave para impulsar el desarrollo en un país como Chile, completamente dependiente de las materias primas.

En momentos en que se discute la jornada laboral de 40 horas y su relación con la productividad, es urgente recordar que el aumento de esta en los países desarrollados se debe principalmente a la innovación, un sector en el cual Chile está al debe y donde la nanotecnología presenta una enorme oportunidad.

Esta física teórica, que lidera el Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (CEDENNA), ya ha patentado, entre otras, técnicas para el filtrado de aguas pesadas, que puede usarse en la minería, pero cree que aún hay espacio para muchos más productos.

Para ello estima clave una mayor interacción entre las universidades y el sector productivo, tal como ocurre en Israel, que se ha convertido en una potencia científica y tecnológica. Un ejemplo de su éxito es la aplicación Waze, que fue comprada en 2012 por Google en casi mil millones de dólares.

Biografía

Altbir (1962) es de Arica, hija de un comerciante polaco y una madre de ascendencia rusa. Hizo la primaria en un pequeño colegio inglés y la secundaria en otro italiano, ya que sus padres daban gran valor a la educación. Su padre era un gran lector y desde pequeña le inculcó el gusto por los libros. Recuerda que tuvo la suerte de tener excelentes profesores en matemática, química y física.

En 1978 llegó a la Universidad Católica para estudiar física, en el campus San Joaquín. Allí hizo luego un magíster y su doctorado, que terminó en 1992. Aunque no encontró entonces una plaza para ejercer como científica, pudo ingresar a la Dirección de Posgrados de la universidad, donde estuvo tres años. Si bien no era un ambiente científico, hoy señala que le sirvió mucho para el área de la gestión, lo que le ayudaría mucho posteriormente.

En 1996 llegó a la Universidad de Santiago, para un posdoctorado, donde le fue posible volver a las ciencias, y luego ganó un concurso, con lo cual pudo desarrollarse de tal manera que consiguió ser una de las impulsoras del CEDENNA, un centro especializado donde hoy colaboran varias universidades.

Carrera académica

La incursión de Altbir en la nanociencia comenzó prácticamente en su carrera de grado, aunque en aquella época el término aún no estaba en boga como hoy.

Su tesis de 1985 fue sobre cómo cambian las propiedades de una película magnética muy delgada sobre un sustrato no magnético, a partir de simulaciones en un computador.

Para doctorarse, en tanto, hizo un estudio sobre un «sándwich» de dos materiales magnéticos, y entremedio uno no magnético. Aunque ella hizo ciencia básica, este principio se aplica hoy, entre otros aspectos, a los cabezales de todos los computadores.

Definición de nanociencia

La nanociencia se refiere al estudio en estructuras minúsculas, de 1 a 100 nanometros (un nanómetro son 0,000000001 metros, o la millonésima parte de un milímetro). Otra medida es que 100 nanometros son 600 átomos.

«Lo interesante es que a ese nivel ocurren cosas que no suceden con los mismos elementos a tamaño grande», explica Altbir. Los especialistas de su rubro preparan un material de esta escala, examinan sus propiedades y determinan si estas tienen una aplicación.

Hoy tiene aplicación en prácticamente todos los ámbitos de la vida, ya sea la industria, las comunicaciones y el comercio, entre otros.

Los primeros conceptos fueron planteados por el físico Richard Feynman en 1959, quien habló de controlar materia a pequeña escala. Esto puede redundar en el uso de materiales en la vida diaria, como los computadores o los celulares.

Richard E. Smalley, conocido como «el padre de la nanotecnología» y profesor de la Rice University, ganó el Premio Nobel de Química en 1996. Fue uno de los descubridores del fulereno, una molécula compuesta por carbono cuya medida es la base de la medida nanómetro.

En Latinoamérica, otro espacio destacado en el rubro es el Centro de Nanociencia y Nanotecnología (CNyN) de la UNAM de México.

Uso de nanotecnología

Altbir destaca que entre los productos de nueva generación hay envases para alimentos que alargan su vida útil, por ejemplo, generando un ambiente antimicrobiano. Otro ejemplo es ropa que se adapte a la temperatura –fresca en verano, abrigada en invierno–, algo muy útil en un lugar como Santiago, de gran oscilación térmica.

También los filtros para aguas, donde la nanotecnología ayuda a remover los contaminantes, o pinturas que sean más brillantes o coloridas.

En el caso específico del CEDENNA, colabora con científicos de 50 países, con 75 doctorados y 170 estudiantes de pre y posgrado, de distintas disciplinas –»porque la nanotecnología es multidisciplinaria»– de 12 universidades. Aunque su foco es la ciencia básica, muchos de sus hallazgos luego encuentran aplicaciones prácticas.

Un ejemplo son sensores de bacterias y para la minería, envases para alimentos, remediación de aguas, suelos y gases, así como métodos para la grabación de información, áreas en las cuales han generado diversas patentes.

Ciencia y empresa

La Premio Nacional tiene una enorme fe en la nanotecnología, aunque cree que en Chile faltan espacios físicos y equipos, especialmente para aquellos que ya han sido formados y no encuentran ámbitos de inserción.

«También nos falta más vinculación con la empresa. Para que la nanotecnología sea una realidad en el país, necesitamos que esto se haga a través de las empresas. Los científicos no necesariamente somos buenos empresarios. Los procesos de generación de tecnologías involucran a muchas personas, recursos y capacidades distintas. Y en las capacidades distintas son muy importantes las empresas, son ellas las llamadas a hacer los procesos de transferencia», recalca.

Aunque el CEDENNA tiene relación con varias compañías, «es algo incipiente y esperamos que se desarrolle mucho más, porque para que haya real penetración de la nanociencia y la nanotecnología en Chile, las empresas son fundamentales».

Un país ejemplar en esta relación, a su juicio, es Israel, donde las empresas surgen desde los investigadores y las universidades tienen una estructura muy clara para llevarlas hacia el mercado.

En este sentido, en Chile hay ciertas regulaciones normativas para las universidades públicas que impiden replicar este modelo. «No es fácil en nuestras universidades la creación de spin-offs«, sintetiza.

A nivel cultural, esto se facilitaría por el «buen nombre» que tienen las empresas tecnológicas.

«Hay académicos –no todos– que sí quisieran emprender», resalta. Esto sucede sobre todo en las generaciones más jóvenes, donde hay estudiantes «que quieren crear su empresa tecnológica, y eso es muy importante, porque estas empresas requieren de la asesoría permanente de los científicos».

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