La académica, que fue parte del Congreso del Futuro 2020, explicó que antiguamente solo la gente con altos recursos podía transformarse en obesa, pero con la irrupción de la comida ultraprocesada todo cambió. “Estos productos son vendidos para gente de bajos recursos. No son caros, tienen muchas ofertas. Y está diseñada para que amemos comerla. Sabemos que [las empresas] empujan a que las consuman, pero la gente no sabe cuántas calorías tienen”, precisó.
La comida va más allá de una necesidad biológica, está relacionada con la realidad de nuestra sociedad. La profesora de la Universidad de Nueva York, Marión Nestle, se ha dedicado a investigar el desarrollo y el análisis de las políticas alimentarias y nutricionales, así como sus vínculos con la agricultura, la alimentación, la nutrición y la salud.
“Las sociedades actuales enfrentan grandes desafíos de salud y nutrición pública. La inseguridad alimentaria y el hambre, la obesidad y sus consecuencias y el impacto ambiental de las formas en que la comida es producida y consumida”, advirtió.
Nestle fue parte del panel «Nutrir» de la tercera jornada del Congreso Futuro 2020, charlas que buscaron discutir sobre nutrición y alimentación, áreas que reflejan diferencias sociales, realidades locales y modos de producción en el mundo actual. La nutricionista y doctora en Biología Molecular escribe diariamente en su blog “Food Politics” sobre los cuestionamientos que surgen de la industria alimentaria, las políticas estatales de salud de Estados Unidos.
[cita tipo=»destaque»]En Chile, un 34,4% de los adultos tiene obesidad, según datos de la OCDE en 2016, y es el segundo país con mayor porcentaje al respecto. En 2018, el mapa nutricional de Junaeb mostró que en comunas de bajos ingresos la obesidad en niños y niñas de quinto básico es casi el doble que en comunas de altos ingresos: las cifras en Vitacura (9,2%) y Providencia (15,4%) en comparación con las de Cerro Navia (30,4%) y San Ramón (29,7%), lo demuestran.[/cita]
Nestle explicó que antiguamente solo la gente con altos recursos podía transformarse en obesa, pero con la irrupción de la comida ultraprocesada todo cambió.
“Estos productos son vendidos para gente de bajos recursos. No son caros, tienen muchas ofertas. Y está diseñada para que amemos comerla. Sabemos que [las empresas] empujan a que las consuman, pero la gente no sabe cuántas calorías tienen. En muchos países, supongo que Chile es uno de ellos, el consumo de comida chatarra se cruza con la desigualdad, al igual que sobrepeso y obesidad”, precisó.
En Chile, un 34,4% de los adultos tiene obesidad, según datos de la OCDE en 2016, y es el segundo país con mayor porcentaje al respecto. En 2018, el mapa nutricional de Junaeb mostró que en comunas de bajos ingresos la obesidad en niños y niñas de quinto básico es casi el doble que en comunas de altos ingresos: las cifras en Vitacura (9,2%) y Providencia (15,4%) en comparación con las de Cerro Navia (30,4%) y San Ramón (29,7%), lo demuestran.
El mercado global de alimentos procesados genera cerca de US$800 billones de dólares anuales. Nestle aseguró que las empresas “no son servicios sociales o agencias de salud pública”, por lo que producen productos que saben que a las personas les gusta.
“El objetivo de las industrias de la comida y la bebida es vender sus productos, mientras más, mejor, pese a los efectos en la salud de los consumidores. Es por eso que se necesita regulación por parte del Estado”, recalcó.
Nestle afirmó que el Estado tiene un rol que cumplir en este tema: “Todos necesitan educación, salud, transporte y comida. Yo veo estos asuntos a través de la comida. Todos merecen tener acceso a comida saludable, deliciosa, culturalmente apropiada y que les guste comer. Sería maravilloso que los gobiernos tengan eso como objetivo”.
La académica destacó la Ley de Etiquetados implementada en 2016 y que obliga a empresas productoras de alimentos a indicar a través de las estampillas negras las altas cifras de sodio, grasas saturadas y azúcares en los envases. “Chile es líder en políticas públicas como esa y estudios mostraron que las etiquetas de advertencia desincentivan la compra, y eso es lo que deben hacer”, subrayó.