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Sobre el rechazo del gobierno a asistir a la “importante” feria de arte internacional CULTURA|OPINIÓN

Sobre el rechazo del gobierno a asistir a la “importante” feria de arte internacional

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Es interesante agregar algo más al problema, uno que puede verse como cierta contradicción con el problema de una invitación de un evento como Arco, el cual corresponde a galerías privadas, por lo que el hecho de involucrarse con la exclusividad de un Estado (en este caso particular, un gobierno) muestra y genera algo no del todo claro, sobre todo cuando, en paralelo, se gestiona con las galerías privadas involucradas en Chile. Entonces, el Estado, en este sentido, estaría apoyando a privados y no a artistas fuera de las colecciones de esos privados.


El 21 de enero de este año el gobierno chileno hizo oficial su no participación en la feria de arte ArcoMadrid que se realizará el 2021. El argumento intuitivo que más circuló entre artistas, gestores, agentes y galeristas fue el “temor” del gobierno actual por la posición que pudieran tomar artistas en la futura feria, es decir, “enlodar” aún más la imagen país que ha estado circulando por el mundo desde octubre del 2019.

Claramente la decisión del gobierno fue una torpeza a nivel estratégico en lo que concierne a posibles intentos de alcances y ciertos intentos de posicionamiento del arte chileno en el contexto internacional. Sin embargo, las magnitudes que se han dado por parte de los y las posibles involucradxs las considero un tanto excesivas si consideramos que el porcentaje de los beneficiarios en la participación de la feria es muy bajo y de cierta “exclusividad” posicional en lo que refiere a la estrategia de discriminación (positiva o negativa, como quieran verla) con respecto a las consideraciones que se tienen a la hora de decidir o seleccionar cuál es o son las escenas nacionales que el país considera (esto, pensando si es que existe una o más escenas consolidadas). La ficcionalización en las artes es una asunto relevante, y de acuerdo a ella, desde los manejos discursivos, la semántica “literaria” seleccionaría los entornos artísticos relevantes que se deben “vender”, los cuales, como marca país, serían los más perjudicados en el hecho de no poder capitalizar un tanto más sus espacios comerciales, o, si se quiere para algunxs no explícitamente comerciales, capitalizar más simbólicamente. 

[cita tipo=»destaque»]En el capitalismo tardío las ferias comerciales son relevantes para un posicionamiento de marca país concentrado en unas pocas galerías (también comerciales), las cuales, a propósito, también profitan de las coyunturas para generar la ilusión de un compromiso político. En este último sentido no siempre las responsabilizo, pues me imagino que no saben qué otra cosa hacer, al igual que lxs artistas técnico-especialistas.[/cita]

No estoy de acuerdo con las declaraciones de variadxs artistas en que Chile tiene un arte de primer nivel y que esto es un desperdicio para no poder mostrarlo. Lo que ocurre es que hay, cada vez más, artistas con mejores técnicas y recursos que emulan lo que se ha hecho y se hace en el mundo. Un país con un arte de primer nivel es aquel que ha fortalecido cierta identidad “territorial”, no uno que cada vez se hace más experto en las facturas importadas y cada vez un poco más “experto” en ventas, es decir, en el avance de la mercantilización de su producción simbólica de una neo-mímesis histórico internacionalista. Por otro lado, las galerías sufrientes con esta situación, hace mucho que han reparado en sus propios réditos comerciales (aveces con cierto éxito y otras muy fallidos), seleccionado con cierta arbitrariedad pseudo-burguesa las y los artistas (sobre todo lxs que se denominan  emergentes). Es el intento de la misma “familiaridad” de siempre en las artes chilenas; es el efecto del campus al que el provincianismo arribista desea alcanzar. Esto no es construcción de un imaginario a partir de ficcionalismos que reconozcan un país, es la selección de individuos particulares. No es el la búsqueda o el trabajo de escena, sino la conservación de la ya precaria que existe y que se intenta fortalecer. Es obvio que existen artistas particulares destacados muy interesantes, pero son, repito, particularidades: no es el “arte chileno”. 

En el capitalismo tardío las ferias comerciales son relevantes para un posicionamiento de marca país concentrado en unas pocas galerías (también comerciales), las cuales, a propósito, también profitan de las coyunturas para generar la ilusión de un compromiso político. En este último sentido no siempre las responsabilizo, pues me imagino que no saben qué otra cosa hacer, al igual que lxs artistas técnico-especialistas. 

Es interesante agregar algo más al problema, uno que puede verse como cierta contradicción con el problema de una invitación de un evento como Arco, el cual corresponde a galerías privadas, por lo que el hecho de involucrarse con la exclusividad de un Estado (en este caso particular, un gobierno) muestra y genera algo no del todo claro, sobre todo cuando, en paralelo, se gestiona con las galerías privadas involucradas en Chile. Entonces, el Estado, en este sentido, estaría apoyando a privados y no a artistas fuera de las colecciones de esos privados. Por ejemplo, Arco invita al Reina Sofía (con condiciones muy precarias, pero es invitado). El Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Santiago, el cual recibe financiamiento del Estado no es considerado. Acá, nuevamente, la no preocupación por lo que podría ser un arte chileno, y si la clásica desvinculación de ciertos beneficiarios en detrimento de otros. Las consideraciones de planificación del Estado si estaban concentradas (a parte de las galerías privadas) en lo que el ministerio de las culturas (con el inicio de Ottone en la gestión anterior), creó el centro cultural Cerrillos para competir con el MAC. El presupuesto que se que invirtió en Cerrillos es considerablemente más que el que se le ha dado a MAC. Para algunxs, también, es una estrategia de especulación de suelo y futura gentrificación (el arte es uno de los mejores inversiones de capitales simbólicos para este logro).

Como decía más arriba, a pesar de mi cuestionamiento crítico con respecto a una torpeza más de este gobierno -sobre todo en lo que concierne a arte y cultura, que lo ven como algo inservible o de muy poca importancia, pero si potencialmente peligroso comunicativamente- sobre el hecho de rechazar la invitación de Arco no me cabe duda. Sin embargo es importante poner las cosas en su lugar, sobre todo cuando se trata de constituir, planificar y construir las relaciones no capitalistas que podrían darnos, como resultado, un accionar artístico, e, idealmente, variadas potentes y comprometidas líneas con características estético culturales diferenciadas pero integradas en debates país para aprendernos y dejar de competir por migajas mercantiles de un arte comercial que no poseemos. Si el posicionamiento llegase a ocurrir, que sea a través de una honestidad inscriptiva de la y las culturas (no apelemos, pasivamente, a la obediencia “inevitable” de lo global), y no a campos cerrados y competitivos de intereses para posicionar trabajos y gestiones (herederas del neoliberalismo artístico de los 90) a través de feriantes ricos. 

Stiegler podría mencionar a este respecto que las memorias que hemos adoptado técnicamente son y crean, inevitablemente, la convicción de un Nosotros mercantilizado dentro de una economía política, donde, posiblemente, nuestras acciones y reacciones en este tema, sean dadas de “antemano”, es decir, la necesidad de posicionamiento político económico de particulares y la de un gobierno (torpe e ignorante, ya lo dijimos, en la materia) serían una función técnica “inevitable” dada por una cultura a través de la multiplicidad de educaciones posibles… 

…Bueno, entonces, es el momento de ser más inteligentes que nosotros mismos.   

Licenciado en Arte. Candidato a Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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