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Autor del libro sobre juventud y dictadura en Chile: Jaime Guzmán y Vittorio di Girólamo fueron «los artífices fundamentales de la religión política» del régimen CULTURA

Autor del libro sobre juventud y dictadura en Chile: Jaime Guzmán y Vittorio di Girólamo fueron «los artífices fundamentales de la religión política» del régimen

El poeta y académico de la Universidad Austral, Yanko González, acaba de publicar su libro «Los más ordenaditos» (Editorial Hueders), que aborda este tema. Entre las tesis fundamentales, postula que en la primera década del régimen dictatorial, Chile vivió un proceso real de fascistización –“fascismo en progreso”– a través de sus políticas juveniles expresadas en acciones institucionalizadas de adoctrinamiento y puesta en marcha de una religión política, destinada a generar una adhesión “mística” y “combativa” al régimen para asegurar su reproducción. Con archivos documentales y relatos de vida de los principales dirigentes de la Delegación Nacional de Juventud y la Organización Juvenil Española –el “Frente de Juventudes”–, muestra que las orgánicas chilenas son herederas directas de las «juventudes de Estado» franquistas y, a través de ellas, de las Hitlerjugend alemanas y los Balillas italianos.


Los más ordenaditos –del académico Yanko González y la editorial Hueders– es una investigación que cruza historia, antropología y la memoria de Chile, España e Inglaterra, que habla sobre las “juventudes de Estado” que fueron leales a la dictadura cívico-militar chilena, del papel que jugaron organizaciones como la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ) y el Frente Juvenil de Unidad Nacional  (FJUN).

“Desde el punto de vista teórico, el libro rehabilita la noción de fascismo como categoría heurística para leer la dictadura en su tentativa de adoctrinar, movilizar y fidelizar a las nuevas generaciones a través de sus entidades juveniles, las que se erigen como uno de los únicos casos en América Latina de ‘juventudes de Estado’, es decir, aquellas organizaciones de jóvenes incardinadas en el aparato estatal, creadas como respuesta y estrategia totalitaria para sostener los regímenes de las que dependían, expandir o proteger a la nación de los ‘enemigos’ externos e internos y ser ejemplo, corazón e hipérbole del ‘nuevo orden’ a edificar”, explicó González sobre el libro que acaba de ser publicado.

González destacó que el fascismo fue el primer movimiento que descubrió y valoró el capital de la disciplina, movilización política y la agresividad de los jóvenes en la ejecución y consecución de su proyecto. De hecho, según el autor, el fascismo inventó la milicia de partido como una forma característica de organización política, lo que le dio una ventaja considerable con respecto a todos sus rivales.

Mediante archivos documentales y relatos de vida de los principales dirigentes de la Delegación Nacional de Juventud y la Organización Juvenil Española –el “Frente de Juventudes”-, el texto expone que las orgánicas chilenas son herederas directas de las «juventudes de Estado» franquistas y, a través de ellas, de las Hitlerjugend alemanas y los Balillas italianos.

“Entre las tesis fundamentales, el libro postula que en la primera década del régimen dictatorial, Chile vivió un proceso real de fascistización –’fascismo en progreso’– a través de sus políticas juveniles expresadas, en lo sustantivo, en las acciones institucionalizadas de adoctrinamiento y puesta en marcha de una religión política destinada a generar una adhesión ‘mística’ y ‘combativa’ al régimen y asegurar su reproducción, como la organización de los actos de masas de Chacarillas, pero también los desconocidos ‘Chacarillas Regionales’, organizados en todo el país”, detalló el autor.

Aniversario de las SNJ (1974). Fotografía gentileza de Yanko González.

Junto a ello y en su parte final, el libro analiza documentos inéditos de Jaime Guzmán –artífice de la materialización tanto de la SNJ como del FJUN– dirigidos a la Junta de Gobierno en 1973, que corresponden a un corpus de imágenes de los máximos dirigentes de las juventudes de Estado franquistas de visita de trabajo en Chile con los generales Pinochet, Leigh y Mendoza. Un registro oficial de intercambio entre las organizaciones hispanas y chilenas.

Años de investigación

Para escribir su libro, González realizó una investigación de varios años. Fue un largo camino y sucesivos proyectos de investigación que comenzaron en Chile en 2010, prosiguieron en España y finalizaron en Inglaterra hasta fines de 2019.

El libro fue realizado en el marco del proyecto de Investigación “De las juventudes de Estado a las culturas juveniles hegemónicas: Dictadura, fascistización y conexiones generacionales (España y Chile 1973–1981)”, financiado por el programa Postdoctorado en el Extranjero Becas Chile de CONICYT y el proyecto “Cultural Narratives of Crisis & Renewal” (CRIC), financiado a través de Horizon 2020 Marie Skłodowska-Curie Actions, Research Innovation and Staff Exchanges, con base en la Universidad de Newcastle, Reino Unido.

«En términos muy generales, la idea de estos estudios era dar cuenta de aquellas juventudes más ensombrecidas en la dictadura y en los años más opacos, es decir, la primera década del régimen. Se sabía bastante sobre los diversos colectivos juveniles antidictatoriales, situados en el mundo urbano-popular y universitario, pero se sabía muy poco sobre aquellos jóvenes, más allá de las cúpulas y dirigencias, leales a Pinochet, sobre todo porque sus huellas fueron destruidas y muchos partícipes se ‘diluyeron’ históricamente», relató González.

El académico explicó que la investigación tuvo varias etapas y agradeció la «enorme generosidad» de muchos amigos y colegas antropólogas, que «vieron en mi empeño algo importante que desentrañar histórica, política y culturalmente, más allá de lo difícil e incómodo que resultara».

«Este es un trabajo histórico, con un denso trabajo documental, pero simultáneamente etnográfico, que implicó entender el mundo desde la perspectiva de los actores, interpelando las zonas sagradas de la memoria y que están en las antípodas de lo que creo, pienso y viví también en esa época. Como imaginarás, muchos de los partícipes activos y leales a las dictaduras de Pinochet y Franco no estaban dispuestos a ser biografiados o entrevistados y, a veces, los encuentros fueron frontales, duros. Al igual que en el arte o la poesía, la antropología ‘investiga sintiendo’ y este libro me dejó muchas secuelas en términos humanos».

La importancia de la juventud

El libro refleja cómo la juventud se convirtió en un grupo deseado por la dictadura de Pinochet y, en general, es un espacio en constante disputa por parte del poder. «Tanto a las Fuerzas Armadas como a la derecha civil les urgía instalar un discurso ‘pro juvenil’, que capitalizara velozmente la adhesión activa de los jóvenes que habían apoyado el golpe de Estado o que se hubiesen situado en contra de la Unidad Popular», explicó el autor.

Agregó que la Junta de Gobierno y particularmente Jaime Guzmán, entendían el rol gravitante de la juventud como actores decisivos, dinamizadores –y potencialmente peligrosos– en los procesos de transformación política y social, por tanto, junto con diezmar y disciplinar física y simbólicamente a las juventudes disidentes y hostiles (tarea que cumplían los organismos de seguridad y las FF.AA), se plantearon fidelizar y fundamentalmente, movilizar a los jóvenes en favor del régimen para defenderlo y reproducirlo.

Fotografía gentileza de Yanko González.

Para ello, situaron a la juventud en una posición institucional nunca antes alcanzada al interior del Estado. «Fíjate en esto, a solo un mes del golpe, la dictadura crea la primera agencia estatal en la historia del país, de alto rango ministerial, activa y focalizada hacia los jóvenes y en todo el territorio nacional, la Secretaría Nacional de la Juventud o SNJ. La rápida creación de la SNJ en pleno período de ‘guerra interna’ e inestabilidad decisional –antes incluso, de la elaboración y promulgación, en marzo de 1974, de la Declaración de Principios del Gobierno de Chile– expresa la avanzada claridad estratégica de centrar en los jóvenes una intervención planificada, tanto de persuasión y fidelización como de coerción y coacción, para construir un determinado modelo de juventud y una base social de apoyo fiel a la dictadura», comentó González.

En sus palabras, lo importante de todo esto, al menos en este “estrato” interpretativo, es que ello se deriva de una compleja estrategia, de largo aliento, reflexionada, argumentada y puesta en práctica a partir de un conocimiento “juvenológico” profundo de Jaime Guzmán, tal como se demuestra en el anexo documental de este libro, con el extenso memorándum inédito del abogado gremialista dirigido a la Junta, donde fundamenta la creación de la SNJ, así como lo que será después el Frente Juvenil de Unidad Nacional.

El proceso de «fascistización»

Más allá de sumar un activo apoyo civil, hubo otras implicancias políticas que tendrían esta “predilección” de la dictadura por la juventud. En ese sentido, González destacó una que permite entender y discutir estas acciones gubernamentales y el culto a la juventud, no como elementos accesorios de la identidad política del régimen de Pinochet, sino como rasgos que lo definen sobre todo en el período 1973-1983, y esto es, básicamente, la puesta en marcha de un proceso real de fascistización.

Para el académico esto fue crucial, puesto que las ciencias sociales abandonaron tempranamente –a fines de los 70– la categoría “fascismo” para estudiar la segunda oleada de dictaduras en América Latina, ya que si bien apreciaron estos regímenes como una “reacción” violenta del capital local y transnacional, a través de la mano militar y el control policial terrorista, finalmente los entendieron como dictaduras desarrollistas, burocráticas, autoritarias y no totalitarias, en la medida que no tenían un partido único, despolitizaron a la sociedad civil o no promovieron la movilización de masas.

Al estudiar en profundidad estas orgánicas juveniles creadas por la dictadura, es decir, desde las voces dirigenciales hasta las biografías de militantes de bases, documentando y analizando todo su repertorio de acciones, relaciones e impacto en las subjetividades juveniles en todo el país, González se dio cuenta que aquellas características “faltantes” del fascismo como régimen, la dictadura chilena las suple decidida y progresivamente: crea “juventudes de Estado”, como la SNJ y el FJUN, que fungen como “partido único”, destinadas explícitamente a movilizar política y “espiritualmente” a la sociedad civil en los principios nacional-catolicistas y filocorporativistas –al menos en los primeros años– para dar soporte y legitimidad al régimen, así como también –esto es importante– rendir culto al líder, Pinochet.

«Hallazgo gravitante»

La asociación de las políticas para atraer a la juventud por parte de la dictadura, a las implementadas por Franco en España, fue para el autor un «hallazgo gravitante» en la investigación. González contó que, como era esperable, la mayor parte de la documentación oficial de la SNJ y el FJUN había sido destruida y algunas investigaciones precedentes lograron distinguir las similitudes de nombres, inspiración o “aire” de las orgánicas juveniles franquistas inscritas en las entidades chilenas. Sin embargo, al desclasificar archivos no purgados en Chile y en distintas ciudades de España, descubrió que este “aire” organizacional e ideológico no era una mera coincidencia o inspiración lejana, sino la constitución de un modelo apropiado directamente de las orgánicas juveniles del régimen franquista.

Portada revista Qué Pasa, septiembre (1976). Fotografía gentileza de Yanko González.

Y eso tuvo implicancias importantísimas, pues refuerza decididamente una de las tesis mayores del libro: la experimentación de un “fascismo en progreso” por parte de la dictadura pinochetista, en la medida que fundó -único caso en América Latina- “juventudes de Estado”, las mismas que creó el nazi-fascismo y bajo las mismas nociones simbólicas, políticas e ideológicas de juventud.

El Frente de Juventudes fue un colectivo encuadrado, militante, incardinado en el Estado, socializado y adoctrinado por este, creado para defender y ser reservorio generacional del régimen totalitario del que formó parte, según señala el libro. «He ahí una de las claves para entender por qué Guzmán empuja al régimen a crear este tipo de entidades en Chile, mantener relaciones directas y apropiarse velozmente del modelo peninsular», destacó el autor.

Lo curioso es que –junto con descubrir, a partir de entrevistas con los máximos dirigentes de las juventudes franquistas, las relaciones asiduas entre las entidades chilenas y españolas– entendió por qué el Frente de Juventudes (renombrado como Organización Juvenil Española en el tardofranquismo), que venía muy de capa caída en términos ideológicos y épicos con un falangismo de cariz fascista muy desdentado y que convirtió sus juventudes desde mediados de los 60 casi en jóvenes boy scouts, hacia 1973 tiene un profundo vuelco a sus orígenes, se vuelve a fascistizar radicalmente con la llegada del ministro Utrera Molina, acérrimo falangista, que impondrá, recuperará y revitalizará toda la parafernalia ritual y doctrinaria fascista en la OJE, para defender las últimos rescoldos del régimen de Franco de todo atisbo de apertura democrática. El punto es que este es el preciso momento en que la SNJ y el FJUN establecen los intercambios presenciales y formativos con sus organizaciones “hermanas”.

La adhesión mística

González utiliza el término “adhesión mística” para explicar la forma en que se buscaba “seducir” a la juventud y pone como ejemplo los actos de Chacarillas, que –señaló– fueron clave.

Para el académico, el hecho de fundar “juventudes de Estado” no convertía a la dictadura chilena mecánicamente en un régimen fascistizado. La clave –en sus palabras– estuvo en el contenido y acciones que se les encomendó a estas juventudes.

A partir de una amplia evidencia histórica y etnográfica, demuestra la acción en “terreno” de estas orgánicas a partir de los sujetos que idearon las instancias formativas y de adoctrinamiento, los contenidos y acciones rituales, así como las voces de los jóvenes que fueron socializados y participaron en todas estas instancias, desde campamentos, capacitaciones y juramentos hasta las diversas liturgias políticas.

El concepto de “adhesión mística” en sí mismo fue acuñado por Jaime Guzmán, precisamente, para hacerle ver a la Junta de Gobierno que se requería más que una acción política “racional” para atraer a la juventud, sino que urgía una épica y una mística que desatara un éxtasis sicológico y emocional entre los jóvenes, que transformara la mera simpatía política en fidelidad, en credo. «En este sentido, el énfasis solo en el acto de masas de Chacarillas de 1977 y en Santiago, no ha ayudado mucho a la sociedad chilena a comprender la envergadura y extensión de un proyecto velado, pero importantísimo de Guzmán y las Fuerzas Armadas, en cuanto a instalar una verdadera religión política en pos de su prolongación», reflexionó González.

Aunque se cree que la ritualidad y parafernalia de Chacarillas es una excepción dentro de la parquedad política del régimen, para González no se ha entendido que en rigor fue una de las múltiples cadenas de interacción ritual y formativa de raíz y cariz fascista, ideadas, diseñadas, planificadas y materializadas desde 1975 y hasta entrados los años 80 en todo Chile.

Por ello, el autor se concentró en un capítulo completo del libro a dar cuenta de la profusa labor formativa en términos ideológicos y emocionales, que instaló la SNJ y el FJUN en todo Chile para hacer de los jóvenes “mitad monjes, mitad soldados”. Y seguidamente, se enfocó en estudiar varios enclaves regionales, reconstruyendo los Chacarillas “locales” y los campamentos de adoctrinamiento masivo a la juventud que operaron en todo el país.

En su opinión, la mayor parte de estas vigorosas y extensivas acciones tenían un patrón simbólico común, clásico, por lo demás, en los fascismos canónicos, y que marcaban el paso de una religión civil, republicana, es decir, los típicos ceremoniales dedicados a conmemorar a la bandera, a ciertos héroes patrios, civiles y militares, a una religión política, ultranacionalista, palingenésica (regeneradora) y refundacional, donde predomina el culto al líder, a los mártires militares y se deifica y mitifica a la juventud, pues en ella se simboliza el “nuevo orden”. «Ahí descansa el núcleo de la fascistización real del régimen».

Gentileza Yanko González.

La figura de Luis Cruz Martínez

En el caso chileno, se propuso una empresa de gran calado para amplificar la heroificación juvenil de los “77 mártires de La Concepción”, sintetizados en el más joven de todos, Luis Cruz Martínez. En torno a él se organizaron actos de masas juveniles, se creó el día nacional de la juventud, se hizo documentales transmitidos por cadena nacional, se realizaron procesiones con antorchas a su casa natal, se propuso colgar en los colegios públicos su retrato, se colonizó la prensa y los planes de estudio con su biografía resignificada, agregó González.

En ese sentido, Luis Cruz Martínez fue la figura clave o el modelo simbólico fundamental para elaborar esta religión política y adhesión en la juventud. De hecho, según González, a los jóvenes se le compele a reencarnarse en los 77 de La Concepción, especialmente en Luis Cruz Martínez y del que Pinochet decía en los actos de masas: “’Dulce y bello es morir por la patria’… Sentencia que hoy bajo el nombre de Luis Cruz Martínez simboliza a todos los jóvenes chilenos que reunidos reafirman la grandeza de Chile”.

Y aquí cabe puntualizar algo que para el autor es interesante. «Políticamente, por sus efectos emotivos y movilizadores, Luis Cruz Martínez rinde simbólicamente mucho más que Diego Portales, otra figura de culto en la dictadura. Cruz es más eficaz porque el sentido del que lo dotan, tanto Jaime Guzmán y el arquitecto Vittorio di Girólamo –artífices fundamentales de esta religión política–, es que Cruz lucha para preservar lo más puro de la nación y lo ‘conquistado’ –un país, un nuevo orden–, defendiendo todo ello del enemigo externo –’comunismo internacional’– con gallardía hasta el martirio», subrayó.

De este modo, según González, los jóvenes serían los adalides de la tarea refundadora de sus heroicos gobernantes, por tanto, responsables hasta el sacrificio de regenerar, con su valía moral y entrega juvenil, una nueva historia patria, de la mano de Pinochet, puente entre el panteón sagrado del pasado y del futuro. Todo ello, vivenciado en sucesivas experiencias rituales que convierten estos contenidos en fe.

Por lo mismo, el académico insiste en su libro en que debe entenderse que estos diversos Chacarillas (en Valdivia se hacían en Los Torreones, en Punta Arenas en el Fuerte Bulnes, en Lebu en el cerro La Cruz, entre muchos otros), hacen que surjan sentimientos colectivos que actúan sobre las conciencias de los jóvenes y de toda la sociedad.

Fotografía gentileza de Yanko González.

Su eficacia –afirmó– radica en que estos actos de masas o las ceremonias de promesas de fidelidad al régimen en los campamentos juveniles, son textos multisensoriales y se constituyen en un “paralenguaje”, pues la palabra queda subordinada al contexto de una puesta en escena fundamentalmente multimedial, con sus silencios, himnos, banderas, lienzos, uniformes, antorchas y flamas contrastando con la noche, lo que transforma el pasado mítico –los 77 mártires de La Concepción– en presente místico y la doctrina conceptual, en experiencia real. Los testimonios de quienes participaron son alucinantes, viven un verdadero éxtasis, una transfiguración.

«En este sentido, si sabemos que el fascismo, como lo expresara el historiador Giovanni Gentile, no es una filosofía que piense por sí misma, sino más bien una filosofía que actúa por sí misma, por lo tanto, una filosofía que no se proclama y se afirma con fórmulas, sino a través de la acción, son los jóvenes los primeros responsables de materializar estas ideas a través de su praxis como creyentes y combatientes».

Y aunque esta fuerte relación entre fascismo y juventud da cuenta de una tentativa de construcción real de un régimen fascista, González destacó que ello ocurrió en los primeros diez años. «Finalizado el régimen franquista, la dictadura y Guzmán dejan claro que este proceso era instrumental, usan la parafernalia y algunos elementos retóricos e ideológicos definitorios del fascismo para afianzarse y abandonarlos. A partir de 1983 es otra historia, se crea la UDI, las protestas nacionales imponen a la dictadura otro derrotero. Pero creo que lo importante es entender que la juventud no es una metáfora de la sociedad, es una hipérbole que, en este caso, muestra con nitidez lo que sucedió en nuestro país en nuestro pasado reciente», concluyó.

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