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Neoviralismo: extracto del libro “Un virus demasiado humano”, de Jean-Luc Nancy CULTURA Crédito: Miguel Thayer, homenaje a Gilbert Garcin, La Persévérance, dibujo a lápiz, 2020.

Neoviralismo: extracto del libro “Un virus demasiado humano”, de Jean-Luc Nancy

“Un virus demasiado humano” es el título de la última publicación de Jean-Luc Nancy, uno de los filósofos más importantes de nuestro tiempo. El libro será presentado este mes en el marco de la Furia del libro, evento literario que este año se realizará de manera virtual y que contará con la participación del autor francés. A continuación, reproducimos como adelanto el capítulo “Neoviralismo”, que es parte de este compilado publicado por Palinodia/ediciones La Cebra, y traducido por Víctor Goldstein.


Desde hace poco se dejan oír voces cada vez más impacientes por denunciar el error del confinamiento y por explicarnos que dejando hacer al virus y a las inmunidades disponibles se hubiera obtenido con menores costos económicos un resultado mucho mejor. Los costos humanos, por su parte, se habrían limitado a una ligera aceleración de las muertes programadas antes de la pandemia.

Cada uno de los ideólogos de lo que puede bautizarse como un neoviralismo —ya que vuelve a transcribir en el plano sanitario el neoliberalismo económico y social— está munido de un arsenal de cifras y referencias que no dejan de replicar todos aquellos que están en los puestos avanzados de la información y de la experiencia. Pero este debate no interesa a los neoviralistas, que a priori están convencidos de la ignorancia o bien de la ceguera de todos aquellos que están en el corazón de la gestión de la pandemia. Y, ya que estamos, no se preocupan por hablar de enfeudación del saber al poder, poder que a su vez es considerado ignorante o bien maquiavélico. En cuanto a los otros, a todos nosotros, para ellos somos todos bobos.

Siempre es interesante ver surgir a los que imparten lecciones. En general vienen un poco tarde, y rehacen la historia. En efecto, ya sabían todo de antemano. Por ejemplo, que las condiciones de vida en los geriátricos a menudo son poco atrayentes. Puesto que ya lo sabían, ¿por qué no utilizaron su saber antes, para cambiar ese estado de cosas? La cuestión de las condiciones y del sentido mismo de vidas a veces prolongadas en lo esencial por una regulación médica y social está planteada desde hace tiempo. Ya he oído formularla a personas mayores. También los oí preguntar por qué no se les permitía terminar más rápido.

Dicho lo cual, toda persona de más de 70 años, incluso afectada por tal o cual deficiencia, no está por fuerza virtualmente muerta. En la hipótesis de un libre intercambio con el virus, es el virus el que habría hecho la selección; para no hablar de los menores de 70, porque de todos modos hay algunos. Esto se comprendería, si no tuviéramos de todos modos algunos medios de protección. Hay un círculo vicioso que es el de nuestra tecnociencia médica. Cuanto más sabemos curar, tantas más afecciones complejas y rebeldes hay y tanto menos podemos dejar hacer a una naturaleza, de la que demasiado sabemos en qué pobre estado se encuentra, en general.

Pero en realidad es de naturaleza de lo que hablan sin decirlo los neoviralistas: una sabia disposición natural permite liquidar los virus liquidando a los inútiles y desdichados viejos. Por poco nos dirían que eso bien podría fortificar a la especie, y es eso lo que es tanto intelectual y políticamente deshonesto como moralmente cuestionable. Porque si el problema se aloja en nuestra tecnociencia y en sus condiciones socioeconómicas de práctica, entonces el problema está en otra parte. Está en la concepción misma de la sociedad, de sus finalidades y de sus desafíos.

Del mismo modo, cuando esos neoviralistas estigmatizan a una sociedad incapaz de soportar la muerte, olvidan que ha desaparecido todo lo natural y lo sobrenatural que permitían antaño relaciones fuertes y en definitiva vivientes con la muerte. La tecnociencia descompuso naturaleza y sobrenaturaleza. No nos convertimos en gallinas: por el contrario, creemos que nos volvimos omnipotentes…

El conjunto de las crisis en las cuales estamos cautivos —y donde la pandemia de Covid-19 no es más que un efecto menor respecto de muchos otros— procede de la extensión ilimitada del libre uso de todas las fuerzas disponibles, naturales y humanas, con miras a una producción que no tiene ya otra finalidad que ella misma y su propio poder. El virus viene en el momento oportuno a señalarnos que hay límites. Pero los neoviralistas son demasiado sordos para oírlo: ellos no perciben más que el ruido de los motores y el crepitar de las redes. Por eso son arrogantes, llenos de suficiencia e incapaces del mínimo de simple modestia que se impone cuando la realidad se muestra compleja y reacia.

En el fondo, todos —aunque no lleven armas— se conducen como aquellos que, en otras partes, se manifiestan en público cargados de fusiles de asalto y de granadas contra el confinamiento. El virus debe desternillarse de risa. Pero más bien hay motivos para llorar, porque el neoviralismo sale del resentimiento y conduce al resentimiento. Quiere vengarse de los tímidos inicios de solidaridad y de exigencias sociales que se manifiestan de nuevos modos. Quiere cortar de raíz toda veleidad de cambiar este mundo autoinfectado. Quiere que no se amenace nada de la libre empresa y del libre comercio, inclusive con los virus. Quiere que la cosa siga girando en redondo y hundiéndose en el nihilismo y en la barbarie que tan mal ocultan esas supuestas libertades.

*Más información AQUÍ

Jean-Luc Nancy

Neoviralismo

Traducción: Víctor Goldstein

En Un virus demasiado humano, Palinodia/Ediciones La Cebra, 2020.

 

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