Publicidad
«La conjura de los neuróticos obsesivos»: una novela policial que sorprende CULTURA

«La conjura de los neuróticos obsesivos»: una novela policial que sorprende

Los neuróticos a los que alude el título del libro de Julia Guzmán Watine se resisten a que al ser medicados, se les impida hacer su trabajo principal: ser los responsables del bienestar del mundo, convencidos de que si abandonan sus manías, los cataclismos naturales o sociales podrían sacudir al planeta.


Julia Guzmán Watine debutó en el género negro con un primer paso firme y seguro, que se llamó “Juego de villanos”. En ese debut, incorporó a la constelación de investigadores policiales chilenos a Miguel Cancino, un detective que ama la literatura y que incluso tiene un puesto de libros usados. Una excelente historia que pienso generaba expectativas respecto a esta, la segunda novela de la autora.

“La conjura de los neuróticos obsesivos” (Editorial Espora) no defraudará a las y los lectores de aquella primera obra. Antes de referirme a esta última novela, debo mencionar que entre la primera y la segunda, Julia Guzmán publicó cuentos, entre ellos “Toda la carne a la parrilla”, que apareció en el cuarto número de la Revista Trazas Negras, en el que nos presentó a la investigadora Ester Molina.

En “La Conjura…”, los lectores de Julia Guzmán recibimos el regalo de ver trabajar juntos a Miguel Cancino y Ester Molina, esta combinación ya es un acierto. Pero lo más destacable de esta nueva obra, es la apuesta de la autora, al moverse desde el género negro con tintes de neo policial, a una fusión de lo policial con lo fantástico, una jugada arriesgada, de la que Julia Guzmán sale victoriosa.

Los neuróticos a los que alude el título del libro, se resisten a que al ser medicados, se les impida hacer su trabajo principal: ser los responsables del bienestar del mundo, convencidos de que si abandonan sus manías, los cataclismos naturales o sociales podrían sacudir al planeta.

Sin entrar en los detalles de la trama, y para no hacer spoiler, solo voy a mencionar que la lectura evoca a los autores a los que se le hacen guiños por medio de epígrafes: Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo. Hay pasajes a rato filosóficos, que evocan también a Gilbert Keith Chesterton.

Acaba de finalizar un encuentro, organizado por Letras de Chile, el Primer Encuentro Internacional de Literatura Negra y Fantástica, en el que se desarrollaron mesas temáticas, y sesiones de lectura, algunas sobre el género negro, otras sobre el fantástico, y algunas, sobre la fusión de lo negro y lo fantástico, un buen ejemplo de eso último, fue la lectura del cuento “Profesionales”, de la autora argentina Ana María Shua.

En Chile hemos tenido precedentes de estas fusiones de policial y ciencia ficción, es el caso de “El veinte” de Pepe Gai, y la saga del Cyborg de Diego Muñoz Valenzuela. Si aceptamos que la ciencia ficción es un sub género del fantástico, concluimos que esa combinación negro-fantástico, ya había brotado en suelo chileno, pero no así la combinación de negro con lo fantástico puro, un fantástico digamos, a lo Borges (para no marearnos con las definiciones, dejemos eso a la academia), me refiero a una fantasía sin ciencia ficción de por medio. Caminar ese sendero es algo novedoso en nuestras letras.

Pero no es la única innovación de “La conjura de los neuróticos obsesivos”. Además de adentrarnos en esta lograda fusión de géneros, la novela tiene elementos que funcionan muy bien, como la incorporación de los esquemas que dibuja Ester Molina, unos croquis de relaciones entre involucrados que se va perfeccionando a medida que avanza la investigación. O la inclusión de los informes que elabora Miguel Cancino, donde la narración netamente literaria que la autora maneja muy bien, da paso a notas del detective, y preguntas que él trata de ir respondiendo.

En síntesis, una novela ambiciosa, que sorprende, que cumple con el requisito esencial de entretener al lector, pero en esta ocasión, invitando además a la reflexión, e incluso, a una segunda, o más lecturas de la obra.

Esta novela, forma parte de la serie “La otra oscuridad”, de las editoriales Rhinoceros y Espora, una colección de historias negras breves, que no superan las treinta mil palabras. La diversidad de neurosis, y de obsesivas y obsesivos, así como la fantástica “Marcelodemia”, y otras sorpresas de esta segunda novela de Julia Guzmán Watine, bien se podrían expandir a un texto más extenso. O quizás retomar en nuevos cuentos o una tercera novela que engarce con “La conjura…”, porque las cavilaciones que se gatillan en los lectores y lectoras, motivan a profundizar en las historias y sus personajes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias