Publicidad
Documental «Angelina Duval y el Cabaret del Cobre»: la historia de una mujer sin final feliz CULTURA|OPINIÓN

Documental «Angelina Duval y el Cabaret del Cobre»: la historia de una mujer sin final feliz

La cinta de Claudio Araya muestra cómo un sistema intensivo de explotación de la fuerza de trabajo, que se caracteriza por la organización de turnos y por la implantación de una estricta disciplina laboral, produce una forma -deteriorada- de relaciones familiares y favorece cierta forma de “resolver” las necesidades sexuales de los trabajadores apelando al comercio sexual, es decir, “al cabaret del cobre”.


“Mi nombre verdadero es Ángela … y ésta fue mi historia”. Con un profundo suspiro y esa frase casi canónica -al estilo de “había una vez”- concluye el documental «Angelina Duval y el Cabaret del Cobre» (Diabla Cine, 2021), con guión y dirección de Claudio Araya y producido por Jimena Silva, con base en una investigación realizada también por Jimena y un equipo de investigadores, sobre el “trabajo de noche / comercio sexual” en el universo minero de Antofagasta.

El título del documental -«Angelina Duval y el Cabaret del Cobre»- nos da una primera pista sobre cómo está estructurado el mismo, tanto en su dimensión de contenido como en la de forma, si se me permite usar esa distinción que a veces se considera demodé pero que, espero, puede ser útil para abordar nuestras cavilaciones sobre el filme en cuestión.

Angelina Duval, por un lado; el Cabaret del Cobre, por otro. Esos son los dos registros que ordenan la narrativa verbal y visual de la película. En términos de investigación o de “contenido”, esos registros podrían, en términos generales, caracterizarse como “antropológico” y “sociológico”. En términos de “representación” o de “forma”, esos registros se manifiestan en dos planos: el uno, principalmente en primer plano; el otro, con el plano general o panorámico.

El abordaje antropológico asume la forma de una historia de vida. Es la historia de vida de la protagonista de la película: Angelina, cuyo verdadero nombre es Ángela, es una mujer del sur de Chile, región predominantemente agrícola, quien en algún momento de su vida -en su juventud, podríamos decir- abandona su lugar de origen para buscar vida como trabajadora de la industria del entretenimiento y el comercio sexual en el universo minero del norte.

Esa historia de vida está narrada en dos planos/lenguajes: el relato testimonial oral (con apoyo visual fotográfico) y la narración visual en primer plano. Narración intimista en ambos casos; relato en primera persona y en primer plano, podríamos decir.

La narración oral es profundamente subjetiva y en primera persona; no hay voz en off que explique ni criterio experto que analice o glose esa narración y construya con base en ella una suerte de tipo genérico o situación social general. El relato de Angelina es un ejercicio de memoria individual y autorreflexión, cargado de elementos emocionales en relación con sus experiencias personales y sus vínculos sociales cercanos.

Angelina va identificando algunos hitos biográficos centrales en diversos momentos de su vida, como la muerte del padre, su experiencia de pareja, su traslado a Santiago, su iniciación en el trabajo de noche, su decisión de irse al norte… Su narración está permeada por una emocionalidad pautada por el “miedo a volver” debido a la sensación de “fracaso” en su propósito inicial: migrar y laborar como bailarina para tener una vida económicamente más holgada que la de su madre, que “se ha roto el lomo” toda su vida por unos pesos. Irónicamente, al final del día, es la madre la que ha logrado tener una “linda casa”, mientras Angelina “no tiene ni mierda”.

La narración visual le otorga densidad a ese relato subjetivo, pues la cámara se enfoca a flor de piel, intensificando la gestualidad y acentuando la emotividad – del relato. Esta aproximación antropológica hace un trabajo de reconstrucción en planos cortos, en primer plano y ocasionalmente en primerísimo plano, del entorno face-to-face de Angelina, recurriendo a apoyo visual fotográfico, así como incluyendo interacciones comunitarias, familiares o vecinales en su lugar de origen.

Es un gran acierto que el relato de vida se haya armado en torno a una situación liminar, que es la del “retorno” de Angelina a su pueblo, a su reencuentro con su familia, con su lugar de origen, con sus propios recuerdos. Es tanto una rememoración como un retorno que asume la forma de una road movie biográfica y espacial, pues este retorno al pasado individual implica también una dimensión territorial, el desplazamiento desde el norte al sur y viceversa, con parada en Santiago.

Ahora bien, aproximadamente hacia la mitad del documental, se produce una inflexión en el relato, que se desdobla entre la historia personal y subjetiva de Angelina (antropológica) y una aproximación más macro (sociológica) del universo minero del norte, el cual es abordado desde el nudo formado por el mundo laboral, las relaciones familiares y el “trabajo de noche”.

Ese cambio de registro es, en primer lugar, audiovisual. De pronto, la cámara se aleja, abandona los planos cercanos al rostro de Angelina y muestra planos panorámicos de la mina, cuya sublimidad se destaca tanto por la paleta de colores ocre propios de la aridez del norte, como por la música coral, entre lúgubre y épica (música original del Daniel Aguilar Claure), que acompaña el vuelo de la cámara. Ese paisaje, que evoca lo cósmico, asemeja un escenario de ciencia ficción cuando la cámara penetra en el interior de la fundición.

En cuanto al discurso oral, también hay un cambio, desde un registro antropológico a uno sociológico. El relato se hace polifónico (aparecen varios personajes) y, a la vez, se desdobla en dos tipos de discurso: testimonial y analítico. Se pasa, así, de un relato básicamente subjetivo e individual, a un discurso más objetivo -o, mejor, objetivante- y colectivo -aditivo y orgánico.

Ya no se trata de la vida de una persona específica, con rostro y voz propia, rebosante de subjetividad, sino de un análisis de la situación social de un personaje o tipo social (“el minero”), masculino y obrero. Los testimonios varios y la voz de un analista -el psicólogo Pablo Zuleta- apuntan a una economía política de la relación entre trabajo, familia y comercio sexual: muestra cómo una forma de organización laboral (“el sistema de trabajo”) genera cierta organización familiar y un orden particular de género.

Más puntualmente, nos muestra cómo un sistema intensivo de explotación de la fuerza de trabajo, que se caracteriza por la organización de turnos y por la implantación de una estricta disciplina laboral, produce una forma -deteriorada- de relaciones familiares y favorece cierta forma de “resolver” las necesidades sexuales de los trabajadores apelando al comercio sexual, es decir, “al cabaret del cobre”.

La organización capitalista del trabajo minero favorece la formación de un mercado sexual, una sexualidad mercantilizada que contrasta con las que podemos encontrar en otros universos mineros -como los de las zonas mineras tradicionales en Bolivia- más comunitario, festivo y ritualizado, como la fiesta andina, en particular el carnaval… En “el cabaret del cobre”, la descarga sexual y la recuperación ritual de la potencia laboral se realiza de forma teatralizada: es una performance de la trabajadora sexual -mujer o transgénero- que atiende los caprichos sexuales -pero no las necesidades afectivas- del “cliente”, esto es, del trabajador minero.

Con el cambio de registro, la vida de Angelina Duval adquiere densidad, pues la intensidad emocional y afectiva del relato en primera persona es puesta en contexto sociológico. Con la sobreposición de planos, entendemos mejor la economía política de la sexualidad en el universo minero del norte de Chile, así como sus efectos sobre la vida familiar, afectiva y sexual, de los trabajadores mineros, de sus familias y de las personas que, pareciera, se sitúan en la bisagra del mundo del trabajo y el mundo de la familia.

Más aún, nos ayuda a comprender cómo esa forma de organización social encuadra las vivencias y experiencias sociales y personales de las mujeres que migran desde otras regiones del país para hacer “trabajo de noche”. Nos muestra también, cómo lo señala el profundo suspiro que sigue a las sentidas lágrimas y la dramática gestualidad de Angelina, la historia de esta mujer -como también las de las otras personas que dan su testimonio en el documental, incluidos los hombres como “Juan”- no tiene un final feliz.

Ficha técnica:
Título: Angelina Duval y el Cabaret del Cobre
Duración: 74 min
Año: 2021
País: Chile, Bolivia
Guión, Edición y dirección: Claudio Araya Silva
Investigación: Jimena Silva Segovia, Pablo Zuleta Pastor, Estefany Castillo Ravanal.
Producción ejecutiva: Jimena Silva Segovia
Música Original: Daniel Aguilar Claure
Cámara y Asistencia técnica: Dorian Magne

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias