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Sobre el lugar de las artes en el momento constituyente CULTURA|OPINIÓN

Sobre el lugar de las artes en el momento constituyente

Seguir afirmando el individualismo posesivo, la ideología de la competencia de impronta hobbesiana, la mercantilización de todas las producciones humanas, y la pragmática del gerenciamiento de la propia vida, con el que el neoliberalismo se ha impuesto como una ideología totalitaria en nuestro país, nos está llevando a una destrucción material y moral de las formas de vida en las que habitamos. Tenemos una oportunidad única para salir de ese horizonte catastrófico mediante una afirmación y democratización de ejercicio y goce de las artes para todas, todos y todes. Se trata de visibilizar como el arte sería uno de los espacios de creación privilegiado donde se expresa esta relación afectiva y pasional del individuo con lo real al interior de una comunidad.


El contexto político y social en el cual nos encontramos inmersos, en especial el proceso Constituyente que está en curso, más allá de las valoraciones que se hagan desde las diferentes sensibilidades políticas, no se puede negar que se ha posicionado como una oportunidad para apaciguar los niveles de conflictividad entre el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil, abriendo el espacio de discusión hacia la posibilidad de otra forma de organización social, política y económica más justa y equitativa para los pueblos de Chile, lo que tiene dimensiones políticas, éticas y estéticas insoslayables.

En este contexto, entre las muchas interrogantes que se han instalado desde distintos sectores de la sociedad, para nosotros/as hoy es relevante aquella que se cuestiona el lugar y el rol de las artes en nuestra sociedad.

Intentaré elaborar unas reflexiones muy concisas sobre esto, las que no agotan los puntos que señalaré, en relación con el lugar que nos toca tener en tanto investigador y académico de una universidad pública regional, y en tanto miembro de la Asociación de Investigadores/ras en Artes y Humanidades.

El sistema del arte y la difuminación de los límites internos

Desde una rápida mirada histórica, los límites entre las diferentes disciplinas del sistema del arte han devenido porosos, y en algunos casos, se han difuminado hasta hacerse casi imperceptibles. En este proceso, los desarrollos tecnológicos, desde la imprenta hasta la fotografía y el cine, llegando hasta las actuales tecnologías digitales e informáticas, han provocado que las categorías con las cuales se nos ha enseñado a valorar los objetos estéticos se nos hagan estrechas, y en algunos casos incomodas.

Esto se ha visto intensificado desde la emergencia de las “vanguardias” y sus efectos estéticos y políticos en todos los campos de producción artística: plástica, música, literatura, teatro, etc. Esto da para un debate largo. Esto tiene como uno de sus efectos, salir de un concepto de “estética” concebido como contemplación de la obra de arte, hacia uno que tiene que ver más con una teoría de la percepción que nos conecta, teórica y pragmáticamente, con la cuestión de la crisis del Sujeto y la emergencia de las formas de subjetivación.

Uno de los efectos de esta borradura de los límites, hace que el concepto de “forma”, y las materialidades a las que hace referencia en cada caso, posibiliten la relación interdisciplinar entre las diversas disciplinas artísticas. Sin embargo, me parece que los marcos epistemológicos con los cuales se sigue entendiendo el “Arte”, no se corresponden, necesariamente, con las dislocaciones epistémicas que han estado aconteciendo en las últimas décadas. Esto se visibiliza en la insistencia, aún, en sostener concepciones compartimentadas de las artes, y las defensas corporativas que se hacen de ellas en algunos contextos.

Es urgente y necesario avanzar en procesos de conceptualización inter y transdisciplinares que acompañen las transformaciones de las prácticas artísticas y que eso se difunda hacia los procesos de enseñanza en todos los niveles del sistema escolar, desde la formación inicial, hasta la formación universitaria de pre y postgrados y todas las salidas intermedias.

Multi, inter y trans… qué hacer con las disciplinas

Cuando se habla de “disciplinas”, en este caso, del sistema del arte en nuestro país, se suele soslayar la impronta “disciplinaria” que este término tiene. Es allí donde se entrecruzan la dimensión epistemológica y formativa con la normativa y coactiva. Digo esto, porque me parece que la “insubordinación” disciplinaria de la cual hablaba antes, tiene que ver no sólo con las transformaciones, disgresiones y transgresiones acontecidas al interior de las disciplinas artísticas.

Esto se irradia hacia las relaciones entre las artes con otras disciplinas teóricas y con la sociedad, afectando los marcos de comprensión de esas otras formas de conocimiento, como la filosofía, la sociología, la antropología, pero también hacia la ecología, las neurociencias, y otras disciplinas científicas.

Esto hace que sea imperioso considerar perspectivas teóricas y metodológicas que disloquen la dimensión multidisciplinar, en la cual sólo se reconoce la multiplicidad de formas de conocimientos sin establecer nexos entre ellos, sosteniéndose cada cual, en su nicho o islote, dialogando entre sí a la distancia, en el mejor de los casos. Por ello se hace imperioso promover e instalar perspectivas interdisciplinares, que posibiliten otras formas de acceso a los fenómenos artísticos y los objetos estéticos que se producen, elaborando métodos de trabajo y marcos de comprensión que conecten las diferentes prácticas desde marcos teóricos ad-hoc.

Pero, me parece, que esto es necesario, más no suficiente, pues, la perspectiva inter-disciplinaria aún sostiene, y se sostiene, en y desde los límites entre las diferentes prácticas artísticas y sus particulares teorías y métodos. Tengo la impresión de que, en el estado actual del sistema del arte, en relación con las profundas transformaciones en las que estamos como comunidades y sociedad, reclaman perspectivas transdisciplinares que operen desde las fisuras y porosidades de las fronteras disciplinarias, estableciendo formas irreverentes a la vez que crítico-reflexivas de creación, y otros marcos de comprensión que le den sustento a prácticas artísticas conectadas con los deseos y necesidades de las y los integrantes de una comunidad.

Esto implica darle relevancia al carácter investigativo de toda producción artística, reconociendo que un proceso de creación de obra implica una praxis de investigación, que supone marcos teóricos y metodologías operativas que es necesario pensar, complejizando y enriqueciendo tanto a la obra como al sujeto artista, y a los públicos o destinatarios de esta.

Prácticas artísticas y la dimensión afectiva de la subjetivación

Un elemento que me parece fundamental para sustentar una mirada confluyente con el contexto contemporáneo del sistema del arte, y los discursos y prácticas que desde ese lugar circulan y se irradian hacia la sociedad, es la dimensión afectiva de la subjetividad. Sucintamente, se trata de poner en relevancia la dimensión afectivo-pasional de la percepción que las y los individuos tienen de sus entornos, y la forma como esto es fundamental para comprender la configuración individual, más allá de la comprensión solipsista liberal del concepto.

Se trataría de exponer de qué manera todo proceso de individuación se constituye en y desde un colectivo y una experiencia de lo común que pone en relevancia la dimensión de lo transindividual. Pensarnos y concebirnos como individuos inscritos en una relación trans-individual con otros individuos, humanos y no humanos, es fundamental para construir otras formas de relación entre nosotros y nosotras, con los demás seres vivos y con el medio ambiente.

Seguir afirmando el individualismo posesivo, la ideología de la competencia de impronta hobbesiana, la mercantilización de todas las producciones humanas, y la pragmática del gerenciamiento de la propia vida, con el que el neoliberalismo se ha impuesto como una ideología totalitaria en nuestro país, nos está llevando a una destrucción material y moral de las formas de vida en las que habitamos. Tenemos una oportunidad única para salir de ese horizonte catastrófico mediante una afirmación y democratización de ejercicio y goce de las Artes para todas, todos y todes.

Se trata de visibilizar como el arte sería uno de los espacios de creación privilegiado donde se expresa esta relación afectiva y pasional del individuo con lo real al interior de una comunidad.

Braulio Rojas Castro es miembro del Grupo Interdisciplinario de Investigación Avanzada Patrimonio, Espacio Social y Desarrollo Territorial del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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