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Crítica a libro “Derecho al olvido”: la pérdida del autor CULTURA|OPINIÓN

Crítica a libro “Derecho al olvido”: la pérdida del autor

Octavio Gallardo (San Antonio, 1974) hace una selección de textos del poeta, crítico y artista Carlos Cociña (Concepción, 1950), provenientes de diversos afluentes: presentaciones de libros, entrevistas, anotaciones, lo que nos permite entrar por una ventanita a una habitación difuminada, amplísima, y jamás confiscable o delimitable. Con una premeditada descontextualización, estamos frente a materiales, me gusta hablar de materiales, donde la interpretación se constituye en un derecho lector. Podemos reflexionar, apropiarnos y transfigurar.


“La mejor versión de mi trabajo no es de mi propiedad. La obra nunca es individual. Cualquier obra es más expansiva cuando es trabajada por varios, sean estos lectores u oyentes u otras formas de interpretación”, fragmento del libro.

“Derecho al olvido” es un libro que, tal como se indica, es una edición “de textos no poéticos e inéditos de Carlos Cociña”, publicado por la Editorial Los Perros Románticos (2021).

Octavio Gallardo (San Antonio, 1974) hace una selección de textos del poeta, crítico y artista Carlos Cociña (Concepción, 1950), provenientes de diversos afluentes: presentaciones de libros, entrevistas, anotaciones, lo que nos permite entrar por una ventanita a una habitación difuminada, amplísima, y jamás confiscable o delimitable. Con una premeditada descontextualización, estamos frente a materiales, me gusta hablar de materiales, donde la interpretación se constituye en un derecho lector. Podemos reflexionar, apropiarnos y transfigurar.

La temática da para mucho y la formularé en preguntas y sentencias: ¿Qué es un poema? ¿Cuáles son sus efectos? ¿Cuándo y dónde existe el poema? Infancia y literatura, lenguaje y mente, concepto de comunicación, obra y receptor, código, escritura, oralidad. Realidad y cotidiano. Territorio y ciudades. El desplazarse y los momentos. Vigilancia, tecnología e hipertexto. A veces más cerca de discusiones cuyo hilo conductor se puede advertir desde la filosofía y la academia. Otras veces casi como notas al margen, devaneos, sinuosidades, cuyas hebras se enrevesan en metáforas, abstracciones y aforismos.

Por ejemplo, este guiño a Heráclito:

“La palabra no tiene por objeto nombrar en tanto fijar, sino revelar despejando los velos. Por lo mismo, no aparece igual a sí misma ni menos a lo nombrado, sino en constante cambio pues nada (a) parece ni es igual. Lo que permanece es el cambio” (pág. 30).

O este coqueteo con las vanguardias:

“La obra se hace más obra cuando se sale de las estructuras preestablecidas, cuando se instala en los límites” (pág. 53).

O esta mirada a la relación entre palabra y ancestralidad:

“Los ancestros existen ahora, y a su vez se es ancestros. Las palabras, por individuales, son colectivas. El observar es ser parte de lo observado, y la palabra, en su materialidad, se expande, adquiere sentido en quien la lee o escucha. Allí se hace un poema, en mirar desde la casa el río, y también estar en el río” (pág. 70).

O simplemente dando cuenta de la condición humana:

“El gusano no es de seda, es más cercano al de Venus en el pudridero, y está al acecho, cumpliendo con su condición de permanecer más allá de la extinción de quien depende, más allá de los huesos en quien habita” (pág. 29).

Octavio Gallardo.

Por último quisiera rescatar el título del libro que refiere a una conversación sostenida entre Octavio y Carlos y que recoge el primero en el prólogo. “Es el momento en que tenemos que considerar el derecho al olvido”. Claro está, una primera aproximación (meramente intuitiva) al concepto de olvido refiere a la experiencia de dictaduras y totalitarismos que ejercen el olvido como una forma de encubrir crímenes, asesinatos, desapariciones o torturas (la mal llamada amnistía). En un plano fenomenológico-hermenéutico, tomando las palabras de Paul Ricoeur, el olvido no posee una carga negativa per se. De hecho, así como hay usos y abusos del olvido, existen usos y abusos de la memoria.

Un abuso del olvido sería los “pactos del silencio”, anteriormente indicado. Un abuso de la memoria, por ejemplo, sería la manipulación del Estado de ciertos hechos del pasado, ocupados para instaurar un discurso oficial propagandístico (el nazismo y lo germánico). También sería un abuso de la memoria, en términos psicoanalíticos, la permanencia de una memoria doliente que no ha sanado, que no ha vivido el duelo, como una laceración del sí para Freud, un estado de desastre y desolación.

“Hay olvido donde hubo huella”, dirá Ricoeur. O sea, el olvido puede acontecer cuando existe justicia y reparación. Es condición de posibilidad, al igual que la memoria. Entonces, memoria y olvido son legítimos, ya sea en un plano social o personal, cuando se salda la “deuda”. Pienso que Cociña está muy cercano a esta idea. Puesto que, aunque su reflexión se encuentra en dos niveles, primero, la referencia al big data, la sobreexposición de datos personales en nuestra aldea global hiperconectada (más aún en época de funas, fake news y violencias de diverso cuño), segundo, en un plano literario y ético, el descentramiento del autor original y su inmersión en el anonimato como posibilidad constitutiva del lector u oyente; en último caso hablamos del derecho a la intimidad. A no dejar registro. A perderse y desaparecer. Como el último deseo del Marqués de Sade, que Bataille identifica como una “exigencia de la nada”.

Porque Cociña ya saldó su “deuda”. Quizá.

Ficha técnica

Octavio Gallardo y Carlos Cociña. Derecho al olvido. Edición de textos no poéticos e inéditos de Carlos Cociña. Editorial Los Perros Románticos, 2021. 108 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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