Poeta, narrador, investigador, crítico musical y académico, es reconocido como uno de los más prolíficos e importantes autores de libros sobre música y de los procesos histórico-culturales ligados a ella. Sin embargo, su trabajo como cuentista se independiza enormemente de aquel otro formato y construye una voz personal, con particular identidad, así como con un muy bien administrado uso del lenguaje estético. Entre cotidiano y poético, banal y surrealista, el estilo de Salas resulta muy singular, bien fraguado y consumado con precisión.
Contar cuentos probablemente sea uno de los oficios más antiguos y difíciles de la historia. Cada autor, con su forma de articular una secuencia narrativo-descriptiva, es un universo en sí mismo y, el cuento como estatuto de estilo, es uno de los más variados y transitados en la cultura. Así las cosas, construir un buen cuento, no es fácil.
En «El sueño de Pitágoras», último libro de cuentos de Fabio Salas, se puede hallar al menos una decena narraciones de muy buena factura, tanto en forma como contenido (en el dudoso supuesto de que estas cosas puedan separarse) se trata de relatos de interés y bien ejecutados.
Salas, poeta, narrador, investigador, crítico musical y académico, es reconocido como uno de los más prolíficos e importantes autores de libros sobre música y de los procesos histórico-culturales ligados a ella. Sin embargo, su trabajo como cuentista se independiza enormemente de aquel otro formato y construye una voz personal, con particular identidad, así como con un muy bien administrado uso del lenguaje estético. Entre cotidiano y poético, banal y surrealista, el estilo de Salas resulta muy singular, bien fraguado y consumado con precisión.
Los textos, por cierto, en términos de fábula, son variopintos, diversos, de modo que las historias, en términos de entretención o seducción lectora, nunca aburren, en este sentido, el volumen de relatos no afloja, por el contrario, interesa y rapta la atención. Además, la ordenación de los cuentos está bien pensada, es decir, hay una organización diacrónica de la lectura que se ofrece que también supone una propuesta estética, un acierto editorial, sin duda; aunque también se aprecian algunos ripios en la edición, especialmente, pequeños errores en la lógica interna de lo redactado.
Los distintos narradores de los relatos poseen la extraña cualidad de parecerse y, paralelamente, diferenciarse. Esto pone de manifiesto un particular énfasis en la personificación de sus personajes, aun cuando trabaja a menudo el indirecto libre, lo que hace todavía más riguroso el trabajo. Paralelamente, dichas voces tienen cierta filiación, un cierto tono que las emparenta, algo que dota al texto en su totalidad de aquello que suele llamarse estilo: es ingenioso, a veces (por suerte) políticamente incorrecto, imaginativo y con una prosa rica.
Si bien, a momentos los narradores son algo soberbios, desagradables incluso, se entiende que se trata precisamente de personajes, de pseudovoces que articulan hechos que no existen sino hasta que han sido escritos.
«El sueño de Pitágoras» es un texto bien estructurado, bien llevado a cabo, que asume el género con divertimento y profundidad, un volumen de relatos que tiene identidad narrativa y que también propone una postura existencial a nuestro tiempo.