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Lo íntimo como colectivo: El premio Nobel de Literatura a Annie Ernaux CULTURA|OPINIÓN

Lo íntimo como colectivo: El premio Nobel de Literatura a Annie Ernaux

En sus textos encontramos temas que desde lo que se ha llamado ficción auto/biográfica que se va tejiendo desde los conflictos más íntimos para centrarse en la memoria colectiva. Si el bildungsroman feminista se centra en la creciente conciencia de la narradora sobre el impacto del género en su experiencia e identidad, la escritura de Ernaux representa la construcción de la identidad de género como algo indisolublemente ligado a la cuestión de clase social.


Cuando «Los Años» de Annie Ernaux se publicó por primera vez en francés en 2008, fue inmediatamente fue aclamada por la crítica. Once años después, este libro de la literatura francesa, y el interés por la obra su no parece detenerse. Sus obras se encuentran en los planes de estudio de colegios y universidades en Francia y han sido objeto de varios artículos académicos.

En sus textos encontramos temas que desde lo que se ha llamado ficción auto/biográfica que se va tejiendo desde los conflictos más íntimos para centrarse en la memoria colectiva. Si el bildungsroman feminista se centra en la creciente conciencia de la narradora sobre el impacto del género en su experiencia e identidad, la escritura de Ernaux representa la construcción de la identidad de género como algo indisolublemente ligado a la cuestión de clase social.

Sus relatos son narrados en primera persona, casi siempre de clase trabajadora, que se han superado gracias el sistema educativo estatal. Este doble enfoque demuestra la importancia que Ernaux atribuye a la representación de las minorías, esforzándose por reducir la exclusión social de los “petit gens”, ya sean mujeres o miembros de la clase obrera.

De allí la importancia de la obra de Ernaux, al destacar la ausencia de la representación de las marginalidades mediante una forma de representación colectiva, criticando fuertemente el cambio de valores cuando se olvida el origen obrero.

Como indica el título de una de sus obras, «La vergüenza» (1997), la escritora percibe la escritura como un medio exculpatorio a través del cual se puede restituir su pasado y validar su infancia obrera en el relato.

Otra característica importante en su obra son los temas «tabú», como el aborto, la pasión sexual femenina, la muerte de un padre a causa del Alzheimer, que aborda detallada y, a veces, perturbadora creando una disrupción y la consiguiente desestabilización de las ideas en los lectores y en los géneros propiamente literarios como son la categorización del género y sus manifestaciones especialmente fluidas en el ámbito de la autobiografía; la posición de una sujeto articulada por los grupos minoritarios y el papel del lenguaje en la formación de la identidad; la deconstrucción de las estrategias de opresión; y la importancia que siguen teniendo las ideologías feministas.

Las tres primeras obras de Ernaux son novelas autobiográficas, pero tras la publicación de «La mujer helada» (1981) pidió a Gallimard que eliminara la referencia específica a la clasificación de ficción. A partir de «La Place» (1983), los escritos incorporan una variedad de géneros diferentes, como la etnografía, la sociología, la ficción, la forma de diario y, sobre todo, la auto/ biografía colectiva.

La obra de Annie Ernaux dialoga armónicamente con autores/as chilenos y latinoamericanos. Como ya lo había trabajado Lorena Amaro en su texto «La pose autobiográfica» (2018) que, frente a la pregunta “¿Quién dice yo?” aparecen Piglia con su alter ego Renzi y Sylvia Molly en Argentina. En Chile, desde esa habla social y colectiva tenemos a Manuel Rojas y Carlos Droguett desde una infancia violenta; o las narraciones de la llamada “literatura de los hijos”, como Nona Fernández, Alejandra Costamagna, Cynthia Rimsky, Alejandro Zambra, Diego Zuñiga, Alia Trabucco, entre otros en los que se conjuga este autor/a social y colectivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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