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“La máscara de Zack Morris” de Fernando Delgado: la reconocible interioridad de la familia perversa CULTURA|OPINIÓN

“La máscara de Zack Morris” de Fernando Delgado: la reconocible interioridad de la familia perversa

César Farah
Por : César Farah Dramaturgo, novelista y académico, es docente en la Universidad de Chile, Universidad Adolfo Ibáñez y Uniacc. Ha escrito las novelas La Ciudad Eterna (Planeta, 2020) El Gran Dios Salvaje (Planeta, 2009) y Trilogía Karaoke (Cuarto Propio, 2007), así como la trilogía dramatúrgica Piezas para ciudadanxs con vocación de huérfanxs (Voz Ajena, 2019), además, es autor de la obra El monstruo de la fortuna, estrenada en Madrid el año 2021, también ha escrito y dirigido las piezas dramáticas Alameda (2017, Teatro Mori), Medea (Sidarte 2015-2016, México 2016, Neuquén 2017), Vaca sagrada (2015, Teatro Diana), Tender (2014-2015, Ladrón de Bicicletas) y Cobras o pagas (2013-2014, Ladrón de Bicicletas).
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Es una novela interesante por su estilo narrativo, por la agilidad del relato, por la mirada que surge sobre una época y una realidad que nos parecen parte del pasado, pero que, en definitiva no se han ido, puesto que parecen ser, más bien, una esencia de nuestra idiosincrasia.


El género novelesco ha mutado a lo largo de los siglos, permitiéndose nuevas y más nuevas formas de manifestarse. Los distintos modos narrativos, los personajes diversos, así como la mezcla de géneros y subgéneros no son algo que sorprenda hoy. “La máscara de Zack Morris” (Aurea ediciones), es, precisamente, una novela que se articula en esta lógica posmoderna, donde la mezcla de formatos, de diversos narradores y, sobre todo, la fragmentación del mundo y la historia, forjan el modo en que la obra se genera.

Fernando Delgado, el autor, construye la historia terrible, brutal y, al mismo tiempo, cínica, tradicionalmente hipócrita, de la vida familiar en provincia. Los secretos, mentiras, perversiones de la vida cotidiana del núcleo de parentescos tan solo son un reflejo de la vida social y política del país. Ambientada en un vago fines de los ochenta, los personajes son un carnaval de perversiones y aterradoras historias, al mismo tiempo que se sustentan en un tono irónico y a veces humorístico… cruelmente humorístico, deberíamos decir.

Delgado organiza bien este universo. Cáustico a veces, cruel y divertido, constituye este universo, sustentado -me parece- más que en los hechos, en sus personajes. Así, no se trata tanto de “aquello que sucede”, sino, más bien, de “a quienes les sucede” y, evidentemente, “cómo” sucede.

Aquí, la variable que más interés da al texto es que los personajes se van configurando a través de discursos personales, internos, exponiendo los hechos y sus modos de ver las acciones ocurridas, a través de lo cual podemos atisbar a más de una mirada en el relato, las cuales permanecen siempre (tal como en el mundo real) a la sombra de sus interpretaciones. No hay, en esta novela, una verdad última, definitiva y final, sino más bien, miradas, lecturas, exegesis a los acontecimientos, a los otros personajes, al mundo en que cada narrador se encuentra atrapado.

En este sentido, Delgado, fiel a la idea que parece articular como voz narrativa, utiliza y mezcla diferentes géneros y formas de relatar, es decir, por una parte, sostiene mezclas que incluyen la dramaturgia y, por otro, los personajes que entregan sus voces para exponer los acontecimientos, “hablan” de modos distintos, pero además, estos se encuentran en categorías diferentes, esto es, en un capítulo podemos leer a narradores omniscientes, después narradores testigos, con narración directa o con estilo indirecto libre, de tal manera que las propias voces que pueblan la novela son multiformes y multi enfocadas.

“La máscara de Zack Morris” es una novela interesante por su estilo narrativo, por la agilidad del relato, por la mirada que surge sobre una época y una realidad que nos parecen parte del pasado, pero que, en definitiva no se han ido, puesto que parecen ser, más bien, una esencia de nuestra idiosincrasia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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