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Documental sobre niños chilenos exiliados en Alemania: un testimonio imprescindible

Paula Fuica Holzapfel
Por : Paula Fuica Holzapfel Educadora Diferencial de escuela pública de la comuna de Santiago con foco en la innovación e inclusión educativa.
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A nivel personal, esta experiencia me brindó la oportunidad de reexaminar mi propia historia. Fue un desencadenante intelectual que me llevó a reflexionar sobre mi trabajo y mi vida. El documental actuó como un catalizador, invitándonos a analizar nuestra situación actual y a cuestionar qué podemos hacer para seguir adelante.


Este miércoles tuve el privilegio de asistir a la proyección del documental “Huída de Pinochet”, dirigido por el cineasta Thomas Grimm, que relata las vivencias de los hijos del exilio chileno en Alemania, una historia que comparto como propia.

El documental, en mi opinión, es una obra verdaderamente notable. Su relevancia trasciende lo meramente cinematográfico; es un testimonio imprescindible que se suma al legado histórico de Chile.

A nivel personal, esta experiencia me brindó la oportunidad de reexaminar mi propia historia. Fue un desencadenante intelectual que me llevó a reflexionar sobre mi trabajo y mi vida. El documental actuó como un catalizador, invitándonos a analizar nuestra situación actual y a cuestionar qué podemos hacer para seguir adelante.

Una de las cualidades más destacadas del documental es su capacidad para unirnos como comunidad, a pesar de nuestras diferencias. A través de las emotivas historias compartidas por los participantes, el documental nos hace sentir afecto y ternura por aquellos que estuvieron presentes y se abrieron en esta ocasión. Aunque no los conozcamos personalmente, la empatía y la identificación se hacen presentes.

El documental nos recuerda que nosotros, los hijos del exilio, somos una parte integral de la historia de Chile. No queremos que nos vean únicamente como víctimas, sino como sobrevivientes y testigos vivos de la memoria histórica de nuestro país.

Es innegable que nuestras experiencias personales están influidas por el régimen feroz y perverso que intentó exterminarnos a todos, incluyendo a los niños. A pesar de las complejidades y traumas que enfrentamos en nuestra infancia, no queremos que nuestra historia se reduzca a la etiqueta de “víctimas”. Somos herederos de una cultura y una lucha por un país más justo.

Cada uno de nosotros, independientemente de nuestra profesión o pasión, lleva consigo una parte de esa herencia. Ya sea como maestros, deportistas, músicos, escritores o en cualquier otra faceta de la vida, nuestras perspectivas y valores reflejan nuestra experiencia en la RDA y nuestra búsqueda de un mundo más equitativo.

El documental nos hace recordar que existen diferentes formas de vivir y que la justicia y la igualdad son posibles. Aunque reconocemos que ningún sistema es perfecto, creemos en la posibilidad de un cambio hacia una sociedad más justa, donde la desigualdad económica y la opresión sean cosa del pasado.

Nuestra responsabilidad como hijos del exilio va más allá de nuestras diferencias. A medida que educamos a nuestros hijos, interactuamos con amigos y vecinos, y enfrentamos desafíos, promovemos una perspectiva colectiva y luchamos contra la indiferencia y la injusticia. Estamos comprometidos en crear un Chile que acoja a todos, independientemente de su origen.

En mi experiencia como docente, estoy trabajando en un proyecto que destaca la memoria histórica, el exilio y las nuevas migraciones. Nuestros estudiantes provienen de diversos lugares, como Venezuela, Colombia y Perú. Estamos presentando un Chile diverso y multicultural, y al hacerlo, reconocemos la riqueza de las diferentes historias y experiencias.

A medida que alcanzamos el hito de los 50 años, reflexiono sobre nuestra responsabilidad de educar a las generaciones futuras sobre nuestra historia y las lecciones que podemos extraer de ella. Recordé las dificultades que enfrenté al llegar a este país, donde fui etiquetada de manera injusta como “nazi”. Estas experiencias subrayan la necesidad de combatir los prejuicios y el clasismo que aún persisten en nuestra sociedad.

Es evidente que Chile enfrenta desafíos significativos, como la desigualdad económica, la concentración de poder y la falta de educación de calidad. Para superar estos obstáculos, debemos superar nuestra tendencia al individualismo y al consumismo. Debemos ser más abiertos a la diversidad y promover la participación ciudadana.

Nuestra historia como hijos del exilio nos compromete a contribuir al cambio, incluso si no podemos llevar a cabo una revolución. Mientras estemos vivos, debemos aportar nuestro granito de arena para construir un Chile más justo y equitativo. Nuestros padres nos legaron un compromiso con la justicia, y es nuestra responsabilidad honrar ese legado.

A medida que avanzamos en la vida, debemos mantener viva la memoria de nuestra historia y trabajar juntos para forjar un país que refleje nuestros valores de solidaridad, igualdad y respeto por la diversidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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