Publicidad
En modo Lollapalooza: recordando a David Byrne, genio musical, escritor sorprendente, autista CULTURA|OPINIÓN

En modo Lollapalooza: recordando a David Byrne, genio musical, escritor sorprendente, autista

Es una leyenda viviente de la música contemporánea. Si bien nació en Escocia, se crio en Estados Unidos y fue en los ’70 neoyorkinos cuando comenzó a darse a conocer en la movida local con una banda que desde el principio apostó por la experimentación: Talking Heads.


A propósito de la próxima edición del festival Lollapalooza, diversos especialistas han comentado que una de las presentaciones más innovadoras y sólidas de los últimos años ha sido la de David Byrne en 2018. Por entonces, exhibía su espectáculo American Utopia.

Su propuesta escénica se basó en un espacio cerrado, con cadenas colgando que formaban un cuadrado, y no incluyó ni monitores ni ningún equipo de amplificación sobre la tarima. Pero había mucho más, la banda de músicos era completamente móvil: con sus instrumentos colgados ocupaban el escenario en una especie de coreografía continua que era acompañada por los dos coristas que también ponían en marcha sus propios movimientos.

David Byrne es una leyenda viviente de la música contemporánea. Si bien nació en Escocia, se crio en Estados Unidos y fue en los ’70 neoyorkinos cuando comenzó a darse a conocer en la movida local con una banda que desde el principio apostó por la experimentación: Talking Heads, una agrupación que se mantuvo activa hasta principios de los ’90, siendo considerada una de las más influyentes y renovadoras en la escena del rock, y no solo a nivel musical, sino que también en lo estético: sus videoclips y documentales (como Stop making sense) marcaron tendencia durante buena parte de los ‘80.

El grupo estaba conformado por el propio Byrne en voz y guitarras (además de principal compositor), Chris Frantz en batería, Tina Weymouth en bajo y Jerry Harrison en teclados y guitarra. Además, durante su trayectoria mantuvieron intenso contacto con músicos tan reconocidos como Adrian Belew o Brian Eno. A partir de los ’90 David Byrne inició su carrera solista, también marcada por la vanguardia, e igual o mayormente valorada que su etapa en Talking Heads.

Por cierto, también ha coqueteado constantemente con el cine (junto con Ryuichi Sakamoto, ganó un premio Oscar por la Mejor Banda Sonora en 1988, por El Último Emperador, de Bernardo Bertolucci). Sobre el artista, la revista Time ha llegado a calificarlo como “Hombre Renacentista del Rock”.

Una de sus facetas menos conocidas es la de escritor.

A la fecha, cuenta con más de una treintena de libros publicados que, como su propia experimentación musical, deambula por un amplísimo arco semántico que algunos han denominado como “inclasificable”.

Uno de sus títulos más reconocidos se llama Diarios de Bicicleta (2011), donde Byrne relata la crónica de sus experiencias, observaciones e impresiones al atravesar a pedales diferentes ciudades del planeta. A lo largo de sus recorridos, el autor reflexiona sobre temas tan diversos como la globalización, la moda, la arquitectura, la soledad o los cambios radicales que están sufriendo las urbes (no es parte de este libro, pero alguna vez el cantante relató que prefirió -para calmarse- volverse en bicicleta a su hotel en Santiago, al encontrarse muy molesto por el mal sonido que tuvo su concierto en la Estación Mapocho en 2004).

Tal vez su libro más célebre hasta el momento es Cómo funciona la música (2012), una impresionante mezcla entre ensayo, experiencias personales, reflexiones, así como comentarios técnicos y tecnológicos. Incluso, sin pudor aborda a fondo las cuestiones monetarias del negocio musical, fondos necesarios, inversiones, ganancias, etc. Lleno de genialidad y rigor, Byrne despoja a la música del manto de solemnidad en el que a veces cae, es más, sabiamente observa que en inglés tocar se dice ‘play’, que es la misma palabra que se utiliza para “jugar”. Y esto es fundamental: la música es, o debiera ser, un “juego”.

En uno de sus más recientes libros, Arboretum (2021) David Byrne se interna en la investigación sobre cuál es el origen de las ideas de un artista y qué mecanismos detonan su inspiración.

A propósito de esta publicación, cabe preguntarse de dónde proviene la inagotable personalidad multifacética y camaleónica de David Byrne. Pareciera que necesita darle salida a la presión creativa que bulle constantemente en su cabeza y, por eso, ha hecho prácticamente de todo: música tecno, música brasileña y cubana, merengue, samba, mambo, cumbia, cha-cha-chá, así como música para teatro, musicales, televisión, teatro y cine.

David Byrne ha sido calificado como perfeccionista, impulsivo y obsesivo. Su compañero en Talking Heads, Chris Frantz publicó en 2020 sus memorias Remain in love, parafraseando el título de uno de los discos esenciales de la banda, Remain in light (1980). Dicho texto elogia el talento de Byrne, así como su contribución fundamental para el éxito de la banda. Pero, a continuación, Frantz retrata a un Byrne egocéntrico hasta límites insospechados, irrespetuoso con sus compañeros, a quienes niega todo reconocimiento, un personaje que solo persigue su triunfo personal y que es capaz, para ello, de apropiarse del trabajo de los demás. Además, lo define como maniático, frío e insatisfecho. Y para concluir, afirma que se mueve dentro del “espectro autista”.

Una vieja amiga de Byrne, Darcy Lee, ha relatado cómo había observado en él un comportamiento que otros etiquetaban como extraño o extravagante: ocultarse en las esquinas en las fiestas, o desaparecer de eventos sociales sin previo aviso. Un día, Lee estaba leyendo un artículo sobre el síndrome de Asperger y le comentó a Byrne: “David, tú eres así”.

El espectro autista abarca desde los casos más incapacitantes hasta los de “alto funcionamiento”, donde está el síndrome de Asperger. A los Asperger les cuesta hacer amigos, son algo torpes, tienen intereses demasiado específicos y son extremadamente literales en sus interpretaciones. A los ojos de sus compañeros, son pedantes, insensibles, raros y, muchas veces, son blanco de burlas.

David Byrne ha confesado que en algún momento de su vida se le diagnosticó un tipo de síndrome Asperger, y que sí, reconoce su falta de empatía con las otras personas.

¿Qué es lo interesante de su condición?

Que no fue algo irrelevante en su vida sino más bien todo lo contrario: salió adelante y creció como profesional al punto de consolidarse transversalmente como uno de los creadores más innovadores de los últimos 50 años.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias