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La «Celeste», ese eterno dolor de cabeza Opinión

La «Celeste», ese eterno dolor de cabeza

Sin descontar a Silva y Albornoz como opciones, Chile afina su estrategia para contrarrestar el poderoso juego aéreo que siempre representó la mayor virtud del estilo charrúa.


Luego de la intensa “noche de los abrazos” -en que la Presidenta Michelle Bachellet y Sergio Jadue se estrecharon con Arturo Vidal-, Chile volvió a la realidad contradictoria de una Copa América que le prodiga celebraciones masivas y le impone una exigencia futbolística superlativa en la etapa crucial de los ochos mejores del torneo.

El reglamento de clasificación del Sudamericano puso a Uruguay en el camino de la Roja en cuartos de final, como una prueba de fuego para probar las verdaderas capacidades del equipo de Jorge Sampaoli respecto de sus pretensiones de acercarse al título.

Un empate con Paraguay (1-1) en La Serena, en un duro y estrecho partido, determinó que los uruguayos sean el miércoles el rival de Chile en el propio Estadio Nacional por cuartos de final. Y si muchos temían al cruce probable con Brasil o Argentina, en rigor el cuadro charrúa representa un similar nivel de dificultad, agudizado por el registro histórico que ubica a los celestes como el más campeón de todos.

La vieja y probada fórmula de una pelota detenida le dio el gol a los celestes: un córner de Carlos Sánchez lo conectó el corpulento José María Giménez con un cabezazo demoledor, superando a su marcador en el salto para imponer la perfección de su gesto técnico.

REVIVE LA PELOTA MUERTA

En su meritorio tránsito por la 44° Copa América, hasta hoy Chile anotó 10 goles y sólo le convirtieron tres: todos ellos por parte de México (3-3), uno de los cuales correspondió a una anotación de cabeza.

Reiterando una jugada de riesgo constante para el arco de Claudio Bravo, el 2-1 se produjo tras un lanzamiento de esquina desde la izquierda, que cabeceó Raúl Jiménez sobre el punto penal anticipándose a Vidal y Jara.

Más allá de ese aspecto puntual y de los resultados, el rendimiento de la Roja ha sido bastante irregular: ganó con dudas a un defensivo Ecuador (2-0), igualó no sin dificultades ante un aguerrido México y aplastó sin contemplación a una resignada y ya clasificada Bolivia.

En el análisis más fino, su falencia principal hasta ahora fue el funcionamiento defensivo, donde Jorge Samapoli incluso ensayó con tres marcadores de punta distintos por la izquierda: Jean Beausejour, Mikko Albornoz y Eugenio Mena.

A despecho de la notable sincronización de movimientos que muestran para las marcas y coberturas Gary Medel y Gonzalo Jara, los envíos altos y las pelotas muertas para los delanteros rivales son un permanente peligro por la estatura de los zagueros centrales nacionales. Y en ese sentido, la mayor virtud del estilo tradicional de Uruguay se transforma en la deficiencia más preocupante del cuadro chileno.

En rigor, si se trata de buscar mayor contextura física, Sampaoli dispone de Francisco Silva para utilizarlo en la línea de fondo, y al mismo chileno-sueco Albornoz, quien ya ha mostrado su versatilidad para asumir tareas especiales en la zaga.

A falta de los ya pesadillescos brasileños -un rival inevitable en los últimos mundiales-, la Roja aceita su afinamiento defensivo para impedir que Uruguay imponga el peso de su estirpe guerrera y establezca las diferencias históricas a través de los balones aéreos. La tarea parece clara y desentrañar las claves para neutralizarlo será fundamental en la estrategia y el antídoto que Chile necesita para evitar un dolor de cabeza que -en definitiva- podría liquidar sus ilusiones en la Copa.

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