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El renacimiento de la identidad mapuche y la reivindicación de la autonomía Opinión

El renacimiento de la identidad mapuche y la reivindicación de la autonomía

Jaime Gazmuri
Por : Jaime Gazmuri Ex senador del PS. Director de la Fundación Felipe Herrera.
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El reconocimiento constitucional abrirá una compleja discusión, tanto al interior de las fuerzas políticas con representación en el Estado, como en las diversas organizaciones de los pueblos originarios, especialmente el mapuche. Habrá que discutir y resolver la cuestión de los derechos colectivos de los pueblos y enfrentar la creciente demanda del movimiento mapuche por la autonomía territorial. Se trata de una demanda nueva, planteada aun de manera genérica, frente a la cual las fuerzas políticas nacionales no tienen respuestas, salvo aquellas, principalmente en la derecha, que se niegan frontalmente a abrir el debate en función de la tradición centralista del Estado chileno.


Viajo al sur. Antes de llegar a Victoria, junto a la carretera, aparece una consigna escrita en grandes letras: “Territorio en recuperación”.

Al día siguiente, 5 de febrero, me entero por una crónica a página entera del diario El Austral de Temuco, que el fin de semana anterior “un público que bordeó las cinco mil almas se dio cita en Lumaco para disfrutar de la puesta en escena de la batalla de Kuralaba, épico combate sostenido en estas tierras en 1598 entre los mapuches y los conquistadores españoles”. El evento, organizado por el alcalde Manuel Painiqueo, se llevó a cabo en la plaza intercultural de Lumaco. Las fotos a color que ilustran la crónica muestran a un grupo de vecinos ataviados como guerreros mapuches armados de lanzas, soldados españoles derrotados y muertos y hermosas damas vestidas a la usanza española del siglo XVI. Se informa, asimismo, que la empresa CMPC Celulosa apoyó la actividad interesada en “resaltar o destacar todo lo relacionado con la cultura del pueblo mapuche…”.

La batalla de Kuralaba (Curalaba cuando estudiaba historia de Chile en la secundaria por los años cincuenta) fue una de las más decisivas en la larga lucha del pueblo mapuche contra los invasores españoles. Allí fue destruida y prácticamente exterminada una fuerza comandada por el gobernador Oñez de Loyola, muerto en el combate, lo que encendió una gran insurrección que terminó con la destrucción o el abandono de todas las ciudades y fuertes construidas por los españoles al sur del Biobío. A ello siguió un largo período de enfrentamientos que concluyó en 1641 con el primer gran parlamento de Quilín, que estableció un régimen en el cual, en síntesis, los mapuches reconocían la soberanía del rey de España y permitían el ingreso de misioneros a sus territorios, a cambio de lo cual la Corona se comprometía a respetar el río Biobío como límite de la ocupación colonial y a reconocer la plena autonomía de las autoridades mapuche para gobernar esos territorios. Este régimen se mantuvo en lo esencial por más de dos siglos, hasta que en 1861 el Estado chileno inició su avance hacia el sur del Biobío, que culminó en 1883 con la plena ocupación militar del territorio y el inicio del llamado proceso de radicación de las comunidades indígenas, que las redujo a unas 500 mil hectáreas de las cerca de 5 millones que disponían.

[cita tipo=»destaque»]El 9 y 10 de febrero, la Comunidad Indígena de Illahuapi (península ubicada en el lago Ranco, territorio ancestral huilliche), con auspicio del gobierno regional de los Ríos, realizó la XVI versión del evento cultural “Trilla a caballo suelto”. Como se señala en el programa, la comunidad se ha propuesto “rescatar, recuperar, fortalecer y difundir nuestras costumbres ancestrales hoy en día con fines turísticos y culturales”. En un amplio espacio, especialmente habilitado por la comunidad para el efecto, se recrea la siega, recolección y trilla a yegua, tal como se realizaba 70 años atrás. Se han habilitado stands para la exposición y venta de artesanía, comidas y bebidas indígenas y chilena, y un amplio escenario al aire libre para la presentación de diversos números artísticos.[/cita]

El 9 y 10 de febrero, la Comunidad Indígena de Illahuapi (península ubicada en el lago Ranco, territorio ancestral huilliche), con auspicio del gobierno regional de los Ríos, realizó la XVI versión del evento cultural “Trilla a caballo suelto”. Como se señala en el programa, la comunidad se ha propuesto “rescatar, recuperar, fortalecer y difundir nuestras costumbres ancestrales hoy en día con fines turísticos y culturales”. En un amplio espacio, especialmente habilitado por la comunidad para el efecto, se recrea la siega, recolección y trilla a yegua, tal como se realizaba 70 años atrás. Se han habilitado stands para la exposición y venta de artesanía, comidas y bebidas indígenas y chilena, y un amplio escenario al aire libre para la presentación de diversos números artísticos. El resultado es una fiesta multicolor de marcado clima bicultural: muchachos de una comunidad vecina, ataviados de huaso, arrean las yeguas de la trilla; la figura estelar de las presentaciones artísticas es la notable cantante y compositora mapuche Beatriz Pichimalén, originaria de las comunidades argentinas, que es seguida por la representación de escenas y bailes en una vendimia de la zona central, interpretadas por el conjunto folclórico de los padres del Liceo de Río Bueno. Me informo que en la escuela de Illahuapi hace dos años se introdujo la enseñanza del mapudungun.

Desde hace ya años asistimos a un proceso de creciente renacimiento de la identidad del pueblo mapuche, que tiene una diversidad de expresiones sociales, culturales y políticas, tanto en los territorios del Wallmapu como en muchas ciudades de todo el país.  No se trata de un fenómeno nuevo, pues la identidad mapuche se ha mantenido persistentemente, pese a todos los esfuerzos del Estado por su asimilación a una cultura nacional, pretendidamente uniforme y única. Pero, al menos desde la recuperación de la democracia, el movimiento nacional mapuche crece en extensión, fuerza, diversidad, así como en la naturaleza de sus reivindicaciones. La sociedad chilena, aunque con dificultades, comienza a aceptar que somos un país multicultural y multiétnico, y que las culturas de los pueblos originarios deben ser protegidas y estimuladas, pues constituyen parte del patrimonio nacional. Es evidente de que aún queda un largo camino por recorrer para que estos propósitos se conviertan en una sólida realidad social, pero desde el punto de vista conceptual, al menos, la noción de una sociedad racial y culturalmente homogénea solo es sostenida, en público, por una pequeña minoría. El hecho de que después de casi 30 años un gobierno de derecha se manifieste disponible para el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, es simbólicamente significativo.

El reconocimiento constitucional abrirá una compleja discusión, tanto al interior de las fuerzas políticas con representación en el Estado, como en las diversas organizaciones de los pueblos originarios, especialmente el mapuche. Habrá que discutir y resolver la cuestión de los derechos colectivos de los pueblos y enfrentar la creciente demanda del movimiento mapuche por la autonomía territorial. Se trata de una demanda nueva, planteada aun de manera genérica, frente a la cual las fuerzas políticas nacionales no tienen respuestas, salvo aquellas, principalmente en la derecha, que se niegan frontalmente a abrir el debate en función de la tradición centralista del Estado chileno.

Un connotado elenco de intelectuales mapuche en su libro ¡¡…Escucha winca…!!, editado por LOM en 2006, plantea: “Para nosotros, la autonomía representa una aspiración por recuperar nuestra ‘soberanía suspendida’ con la invasión y conquista de los Estados chileno y argentino”. Lo que requiere, según ellos, definir un territorio, una población, instrumentos jurídicos y un aparato burocrático. Se hacen cargo de la dificultad que supone el hecho de que el pueblo mapuche es hoy día una minoría demográfica en los territorios ancestrales.

Es hora de abrir el debate. El Congreso Nacional debería ser un buen escenario para comenzarlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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