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«It’s the economy, stupid» Opinión

«It’s the economy, stupid»

Es posible que en nuestro país aún no estemos en los niveles de Argentina, pero no estamos muy lejos. Una de cada cuatro mujeres jóvenes está desempleada, el endeudamiento acogota a más del 75% de las familias que compran lo más elemental de su comida a crédito. El INE informó que más del 71% de los trabajadores gana menos de 554 mil pesos y que el promedio de la renta nacional es de 554 mil pesos y, como si eso fuera poco, el 18.1% de la población ocupada tiene ingresos entre 200 y 300 mil pesos, es decir, menos del salario mínimo.


La frase “es la economía, estúpido”, fue el símbolo de la campaña con que Bill Clinton derrotó a George Bush padre, que venía de tener un 90% de popularidad gracias al triunfo en la Guerra del Golfo, encabezando la coalición que derrotó a Irak, luego que este país invadió Kuwait.

La sentencia aludía a la necesidad de conectar una campaña política a “las verdaderas necesidades de la gente”, que siempre tienen que ver con sus condiciones de vida elementales, más que con entelequias de mayor desarrollo.

Hace menos de una semana, pareciera que esa sentencia ha cobrado fuerza en la aplastante derrota del presidente argentino Mauricio Macri, frente a la dupla Fernández-Fernández, con la exmandataria como factor preponderante.

Durante sus cuatro años de gobierno, Macri aplicó una fuerte “política de shock”, que significó eliminar subsidios, especialmente de servicios básicos y, con ello, aumentar las tarifas a los sectores más vulnerables.

[cita tipo=»destaque»]Por cierto, ello no debiera ser motivo de regocijo, pero alerta respecto de la insensibilidad de una administración como la del Presidente Sebastián Piñera, que vive en la burbuja del convencimiento de que lo hacen regio, pese a la baja permanente en los sondeos de opinión que miden su aprobación, la que, en el promedio de los análisis, no alcanza al 30%.[/cita]

Lo que esperaban fuera acompañado de un dinamismo en las inversiones privadas y el apoyo internacional, se fue desvaneciendo rápidamente y solo quedaron los efectos negativos de una política de ese tipo, manifestada en un alza desmedida del dólar, una inflación cercana al 50% y, lo más importante, cifras crecientes de desempleo, como de aumento del número de pobres.

El crecimiento del PIB terminó siendo negativo y, por cierto, el descontento popular creció como la espuma, lo que terminó favoreciendo el resurgimiento del “kirchnerismo”, al que se creía sepultado.

¿Qué pasó en ese caso?

La teoría de los dirigentes del bloque dominante, se dejó llevar por los “nuevos brujos” que rinden culto a la big data y al arte de la manipulación de las redes sociales, acompañada de la creencia ciega en una pretendida ciencia que pone su fe en la microsegmentación como soporte de la maquinaria electoral, lo que, hasta aquí, había acompañado los resultados.

Lo que no advirtieron los ejecutores de esa dinámica es que había personas recogiendo comida en los tarros de basura, el desempleo aumentaba, el endeudamiento de las familias topaba techo, y un país acostumbrado a comer bien, había tenido que abandonar ese hábito.

No se quiso escuchar el grito: “Es la economía, estúpido”.

Es posible que en nuestro país aún no estemos en esos niveles, pero no estamos muy lejos. Una de cada cuatro mujeres jóvenes está desempleada, el endeudamiento acogota a más del 75% de las familias que compran lo más elemental de su comida a crédito. El INE informó que más del 71% de los trabajadores gana menos de 554 mil pesos y que el promedio de la renta nacional es de 554 mil pesos y, como si eso fuera poco, el 18.1% de la población ocupada tiene ingresos entre 200 y 300 mil pesos, es decir, menos del salario mínimo.

Si a ello se agregan las cifras del crecimiento del PIB –1.7% en el primer semestre– y la inversión tanto local como externa a la baja, se configura un cuadro muy parecido al que llevó al desastre electoral del presidente argentino.

Por cierto, ello no debiera ser motivo de regocijo, pero alerta respecto de la insensibilidad de una administración como la del Presidente Sebastián Piñera, que vive en la burbuja del convencimiento de que lo hacen regio, pese a la baja permanente en los sondeos de opinión que miden su aprobación, la que, en el promedio de los análisis, no alcanza al 30%.

Hay que volver a repetir: “Es la economía, estúpido”

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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