Publicidad
Brújula perdida Opinión

Brújula perdida

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
Ver Más

Dos días estuvo reunida la “primera línea” del Ejecutivo, analizando y escuchando charlas, como la de Rodrigo Jordán, quien una vez más relató su subida al Everest hace 28 años, y de Cristián Valdivieso, de Criteria. Parece que la Cadem ya no califica. La Moneda incluso estrenó nuevo eslogan –antes fueron los «tiempos mejores», luego, «Chile en marcha»– para representar la hoja de ruta 2020: “Nos queda mucho Chile juntos”, una suerte de trabalenguas publicitario, que pareciera querer motivar a su propia coalición. Si en el Gobierno creen que la crisis es solo un problema de trabajo en equipo o déficit comunicacional, significa que siguen sin entender lo que está pasando desde el 18 de octubre.


El Presidente salió raudo desde La Moneda caminando en mangas de camisa. Las calles estaban vacías. Los pocos transeúntes que habían logrado sortear el círculo de seguridad montado para que Sebastián Piñera se dirigiera por una cuadra hacia el edificio donde abordaría un helicóptero, miraban desconcertados. El Mandatario sonreía e intentaba saludar hacia el vacío, pese a la soledad del momento. Lo primero que algunos especularon era que el Gobierno volvía a intentar subir, a costa de lo que fuera, su paupérrimo apoyo ciudadano de 6%. Luego sabríamos que era el anticipo de la “nueva hoja de ruta 2020”, un nuevo intento por controlar la agenda perdida desde el 18 de octubre. Otro ensayo y error.

Como cuando en noviembre anunciaban “nueva ruta para restablecer el orden social y apoyo a pymes” o, en diciembre, cuando el Primer Mandatario daba cuenta de la “nueva hoja de ruta social”. Por lo visto, el concepto gusta mucho en La Moneda.

La tercera estrategia que lanza ahora el Gobierno, en apenas tres meses, tendrá el foco en el orden público, como en noviembre la previsión, salud y el proceso Constituyente, además de implicar más terreno.

[cita tipo=»destaque»]La discusión que viene acerca de la nueva policía que debe surgir de la crisis actual de Carabineros –que se arrastra desde el «Pacogate», pasando por la Operación Huracán y el asesinato de Camilo Catrillanca– será compleja y es muy difícil que pueda darse con el general Rozas a la cabeza de esa institución, ya que él es parte del problema. Más aún cuando esta reestructuración se dará en un ambiente de alta polarización y movilizaciones, que ya tienen anunciadas los secundarios y que, de seguro, contagiarán a los universitarios. Esta será una oportunidad única y debe implicar una verdadera refundación, que hasta puede significar el cambio de nombre e imagen, cosa que ocurre cuando una institución sufre un deterioro de confianza importante.[/cita]

Dos días estuvo reunida la “primera línea” del Ejecutivo, analizando y escuchando charlas, como la de Rodrigo Jordán, quien una vez más relató su subida al Everest hace 28 años, y de Cristián Valdivieso, de Criteria. Parece que la Cadem ya no califica. La Moneda incluso estrenó nuevo eslogan –antes fueron los «tiempos mejores», luego, «Chile en marcha»–, para representar la hoja de ruta 2020: “Nos queda mucho Chile juntos”, una suerte de trabalenguas publicitario, que pareciera querer motivar a su propia coalición. Si en el Gobierno creen que la crisis es solo un problema de trabajo en equipo o déficit comunicacional, significa que siguen sin entender lo que está pasando desde el 18 de octubre.

Coincidente o no, la semana pasada la crisis se volvió a agudizar. El atropello y muerte de un joven al término de un partido de fútbol, demostró que la situación política y social es totalmente inestable. Basta una chispa para que todo se encienda. Gente protestando, la Plaza Italia o de la Dignidad copada por barristas e hinchas furiosos por una nueva muerte que se suma a una larga lista. Carabineros explicando, primero, que este fue simplemente un accidente de tránsito, pero reconociendo, al día siguiente, que la noche mostró una cara similar a la de las primeras jornadas del estallido.

Saqueos, barricadas, apedreos, ataques a cuarteles policiales. Una jueza que entrega su opinión –como una ciudadana más– en el momento de la formalización del uniformado. La vocera de Gobierno hablando de cualquier cosa y el ministro del Interior apoyando, como todos estos meses, de manera irrestricta a Carabineros.

Y mientras estos hechos dramáticos siguen sucediendo a diario, el Gobierno y la clase política parecen estar viviendo en la tercera dimensión. Piñera aplaudido a rabiar en Enade por un grupo de empresarios que, luego, a la hora del café, vociferan que al Mandatario le ha faltado coraje para defender un proyecto que se terminó por desdibujar por completo y que, por cierto, afecta sus intereses. Un Congreso que se va de vacaciones y deja “para marzo” proyectos críticos, entre ellos, la paridad, como si el tercer mes del año no estuviera anunciando un momento altamente complejo. Y el CRUCh convocando a una tercera PSU, sin certeza alguna de que eso pueda ocurrir.

En Enade, Piñera hizo una suerte de catarsis frente a un público que pareció fantasear por un momento que al frente tenía al candidato de 2017, ese que les prometió bajar impuestos, aumentar el PIB de su antecesora y dar “confianza” a la inversión. Les habló como si estuviera en uno de los tantos encuentros que está sosteniendo con sus colaboradores los domingos en San Damián. Confesó el sentimiento de soledad que ha vivido en estos largos meses y remató entregando su decálogo de lo que él espera de la Constitución. Nada de lo que hoy no tenga la actual Carta Magna –salvo el reconocimiento de los pueblos originarios que hizo arriscar la nariz a varios– y con lo que dejó claro que no existirá prescindencia de su parte. Pero los empresarios volvieron rápido a la realidad. Un Gobierno con un nivel de rechazo histórico no puede garantizar nada de lo que el Presidente les presentó como su visión de la Carta Fundamental, absolutamente nada.

Porque la verdad es, que si el Presidente intentó cambiar algo de su deteriorada imagen a través de un paseo que recordó los que hacía Pinochet con un par de “extras” que portaban –»espontáneamente»– banderas y sospechosos lienzos, los parlamentarios no parecen tener la misma preocupación. Andrés Allamand sigue jugando a la película del terror, sin importarle que la mayoría de las personas esté por cambiar la Constitución y, menos aún, golpear al timonel de su partido. En la oposición el panorama no es mejor. La DC negociando por debajo con el Gobierno la reforma de pensiones, Hugo Gutiérrez jugando para el rival y, el resto, preocupado de salir pronto de vacaciones.

Pero donde las cosas se están poniendo muy complicadas es en Carabineros. Los últimos episodios han demostrado que –aunque el general Rozas haya desaparecido de escena y la institución optara por nuevos voceros, incluida una mujer oficial con bastantes habilidades comunicacionales– la policía continúa su divorcio con una parte importante de la ciudadanía. Para rematar, un nuevo hecho aumentó la desconfianza en la policía: el exgeneral director Eduardo Gordon fue reformalizado por malversación de caudales públicos y desfalco.

En el plano político, el Frente Amplio anunció que en caso de que Rozas no abandone el cargo, acusará constitucionalmente al ministro Gonzalo Blumel, un temor que ya se había instalado en La Moneda hace algunas semanas, más aún después del concluyente informe de la CIDH. Esto se suma al informe entregado por la comisión asesora, encabezada por el senador Felipe Harboe (PPD), que propone una reestructuración profunda, que entre algunas cosas apunta al talón de Aquiles de la gestión de su actual director: los Derechos Humanos.

La discusión que viene acerca de la nueva policía que debe surgir de la crisis actual de Carabineros –que se arrastra desde el «Pacogate», pasando por la Operación Huracán y el asesinato de Camilo Catrillanca– será compleja y es muy difícil que pueda darse con el general Rozas a la cabeza de esa institución, ya que él es parte del problema. Más aún cuando esta reestructuración se dará en un ambiente de alta polarización y movilizaciones, que ya tienen anunciadas los secundarios y que, de seguro, contagiarán a los universitarios. Esta será una oportunidad única y debe implicar una verdadera refundación, que hasta puede significar el cambio de nombre e imagen, cosa que ocurre cuando una institución sufre un deterioro de confianza importante.

Así las cosas, enero ha estado lejos de ser una suerte de tregua previa al súper marzo 2020. La PSU, la polarización entre el Apruebo y Rechazo, los enfrentamientos entre manifestantes y Carabineros o el 6% de Piñera, condimentaron el primer mes del año. Atrás quedaron esos veranos en que la prensa tradicional dedicaba grandes espacios a entrevistas en lagos y playas a nuestros políticos vestidos de short, mostrando sus casas de descanso.

Me imagino que ahora preferirán pasar inadvertidos, incluyendo al Presidente que nos deleitaba con sus televisivos paseos a caballo, visitas a misa, partidos de fútbol o aterrizajes en plena carretera con su helicóptero. Porque, de seguro, este febrero ya no será solo el mes del Festival. Al menos tendremos una nueva “hoja de ruta 2020” para ver si el Gobierno logra entender bien lo que está pasando y sale de su confusión.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias