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Coronavirus revela que la salud, después de todo, sí era pública Opinión

Coronavirus revela que la salud, después de todo, sí era pública

Matías Libuy
Por : Matías Libuy Médico de Urgencias Hospital El Carmen, de Maipú. Militante Fuerza Común. Investigador Escuela de Salud Pública, U. de Chile
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El Coronavirus nos enrostra la brutalidad de un modelo de derechos sociales de prepago. ¿Cómo se van a lavar las manos con la frecuencia que necesitan los niños de Petorca si con el camión aljibe no alcanza? Al trabajador subcontratado, al autoempleado, a la asesora de hogar migrante sin contrato, ¿cómo le decimos que se aísle, que no trabaje, que se quede en la casa, si en su casa se come literalmente lo que se gana? A los casi 3 millones de  adultos mayores que siguen trabajando en Chile, ¿cómo les decimos que esperen en sus casas, si de verdad la pensión no alcanza para vivir aquí?


La emergencia del coronavirus nos interpela como sociedad profundamente.

En Chile este virus evidenciará las características actuales de una sociedad que reúne la doble condición de haber sido ajada por años de neoliberalismo, pero que a la vez está despierta por fin desde el 18 de octubre del 2019. Esta pandemia pondrá en el centro de la discusión la capacidad de respuesta de nuestra seguridad social, develando también cuáles serán los valores compartidos que tendremos como sociedad para enfrentar esta crisis.

Coronavirus muestra la urgencia de contar con un sistema de salud que proteja a la gente y no la usura de las isapres o seguros complementarios que no cubren prestaciones en tiempos de pandemia o de laboratorios y farmacias que suben los precios para maximizar sus ganancias en plena crisis. Urge un sistema de salud que tenga la infraestructura y la distribución de trabajadores necesarios para protegernos cuando más lo necesitamos. Pero que nos proteja a todas y todos, no solo a quienes pueden pagar.

Asistimos hoy al riesgo real de que no podamos controlar un aumento sostenido y creciente de muertes de población vulnerable, especialmente nuestros adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. El riesgo es real, evidente y tangible. En la historia reciente, coronavirus constituye la mayor amenaza sanitaria del último tiempo.

Más aún, devela la precariedad del modelo neoliberal chileno. ¿Cómo se van a lavar las manos con la frecuencia que necesitan los niños de Petorca si con el camión aljibe no alcanza?, ¿al trabajador subcontratado, al autoempleado, a la asesora de hogar migrante sin contrato, como le decimos que se aísle, que no trabaje, que se quede en la casa si en su casa se come literalmente lo que se gana? A los casi 3 millones de adultos mayores que siguen trabajando en Chile, ¿cómo les decimos que esperen en sus casas, si de verdad la pensión no alcanza para vivir aquí? Coronavirus nos enrostra la brutalidad de un modelo de derechos sociales de prepago.

A dos semanas del primer caso de coronavirus, nos debatimos entre vivir individualmente esta crisis, amenazando con nuestra indolencia la vida de nuestros adultos mayores o, bien, si seremos capaces de preguntarnos cada vez si estamos poniendo en riesgo a alguien al salir de nuestras casas. Asambleas territoriales, juntas de vecinos y cabildos encuentran en esta crisis una oportunidad de conducción y de identidad.

De conducción al enfrentar con organización desde los territorios para cumplir con las medidas de aislamiento, apoyando y protegiendo a nuestros vecinos; y de identidad, al reaccionar solidariamente poniendo a disposición toda nuestra voluntad para superar el Coronavirus, a pesar de nuestras autoridades.

Hoy en este contexto, nos necesitamos a todas y todos, la experiencia de los países que han podido responder mejor a esta crisis señalan que:

1) medidas precoces y agresivas de aislamiento social pueden alterar la tasa de contagio.

2) Estados que participan activamente en el financiamiento y la gestión de sus sistemas sanitarios con un rol central, tienen más herramientas y posibilidades de gestionar eficientemente la crisis.

3) Recomendaciones emanadas por autoridades sanitarias que gozan del prestigio y la credibilidad de su pueblo, tienen más posibilidades de ser adoptadas por la población general. Debemos contribuir todos en generar estas condiciones para superar la crisis.

El necesario aislamiento social que comienza a implementarse en Chile tensiona la posibilidad de realizar el plebiscito por una Nueva Constitución el 26 de abril.

Hoy, proteger el plebiscito es realizarlo en condiciones que garanticen la expresión popular que hizo posible su ocurrencia: sin cuarentenas, sin aislamiento, una vez superado el coronavirus. No parece adecuado exponernos a un plebiscito que pueda seleccionar a un perfil de votantes particular y tampoco hacer algo deliberadamente que aumente el riesgo de contagio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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