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Presidenciales y salud mental Opinión

Presidenciales y salud mental

El problema de salud mental de la población de nuestro país, reflejada en los programas de la mayoría de los candidatos, muestra que su comprensión es muy precaria todavía a pesar de toda la información disponible en la materia, siendo desmoralizante que en el caso de tres de cuatro candidatos sus medidas no alcanzan el mínimo, para darle la seriedad que necesita la salud mental de la población, ya que en el caso de Sichel y Kast es insuficiente para la demanda existente, y en el caso de Provoste no hay nada nuevo que permita imaginar mejoras sustanciales, siendo en el caso de Boric el único que al menos enuncia un criterio general que permite imaginar un abordaje integral.


Hoy por hoy se ha hablado mucho de Salud Mental en distintas esferas y medios, la Pandemia la puso en vitrina y demostró lo frágil de su estabilidad y la importancia de contar con ella. También quedaron en evidencia los baches que tiene el sistema de salud para poder tratarla y por sobre todo que es un problema multicausal, que no es (necesariamente) individual (todo lo contrario) y por tanto no da lo mismo como se trate o intente solucionar.

Qué duda cabe, que en Chile las necesidades de salud mental de la población son muy urgentes, no obstante, históricamente ha sido tratada como el hermano chico de la Salud, algo de segundo orden, delicado de hablar, de mal gusto y que no se debe reconocer públicamente porque es señal de debilidad y motivo de exclusión y desprestigio. De eso existe amplio consenso científico y social.

De hecho, tanto es así que ha sido tema dentro del debate y programas presidenciales de los candidatos que pretenden llegar a la moneda el próximo 22 de noviembre, y claro, como ha sido un tema que ha adquirido relevancia, ha sido incluido dentro los Programas de los presidenciables. Pero ojo, no da lo mismo dedicar algunas líneas que suenen bien a tener un desarrollo real y competente en torno al tema. No da lo mismo.

Empecemos por algo básico para ir a lo más complejo. Si se hace un pequeño ejercicio y se revisan los Programas, propuestas y sus fundamentos visibles que cada uno tiene, por ejemplo, al revisar el número de menciones de Salud Mental entre uno y otro programa de las candidaturas, se observa que, en el programa de Boric las menciones son 35, Sichel 17, Provoste 10 y tristemente en el de Kast solo 5 menciones en mezquinos tres párrafos, de hecho es tan mínima que no alcana para pronunciarse sobre ella. Quizá no parezca algo muy decidor, pero es un principio para entender la relevancia que se le da el tema en las distintas propuestas. Tal vez antes de seguir, es bueno mostrar algunas cifras del problema para entenderlo de mejor forma.

En Chile la cobertura de atención para personas con necesidades de Salud Mental solo alcanza el 19%, es decir el 81% no accede a ninguna prestación. La presencia de patologías mentales alcanza cerca del 22.2% en adultos, y en niños el 22.5%. Es la primera causa de licencias médicas en el ámbito laboral, pero también la más rechazada. Además, está muy lejos de contar con el presupuesto que recomiendan los organismos internacionales de un 6%, siendo solo de un 2.4% del presupuesto de salud. Así mismo diferentes fuentes señalan que el aumento de la demanda por Salud Mental producto de la pandemia sería dentro de un rango de 35% a 45%. Por último, es sabido que las consecuencias de las dificultades en salud mental afectan en mayor medida a niños, jóvenes, mujeres, o personas en situación de pobreza. 

Pero, ¿Qué se entiende por Salud Mental actualmente? La OMS entiende la salud mental como “un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad” (OMS, 2001).  Esto quiere decir que la Salud Mental es mucho más que “la ausencia de enfermedad” y que es base para el funcionamiento, tanto del individuo, como el de la sociedad en que se desenvuelve.  ¿Es posible alcanzar una situación como esta con un modelo extremadamente centrado en lo biomédico y con Políticas Sociales como las actuales basada en una lógica subsidiaria, focalizada y residual? La respuesta pareciera ser un lógico no. Luego, nuevamente, no da lo mismo cualquier medida, ni cualquier ofrecimiento.

Tras lo anterior y al revisar las propuestas, pareciera ser que es un tema muy difícil de volver agenda para los candidatos. De hecho, sólo en el programa del candidato Boric, aparece una mirada integral de abordaje y que podría hacerse cargo del tema. 

Las diferencias en los programas son muy notorias. En el programa del candidato Sichel, son tres los “ejes” que guían su mirada. La violencia al interior del hogar, la mejora y adaptación de condiciones laborales, y en la ampliación de Red de apoyo psicológico. Las medidas asociadas son realmente precarias, en el primer eje se trata de mejorar el apoyo psicológico (no tratamiento) del número 1455 (sí, sólo eso). En el segundo, se trata de solicitar a las empresas que realicen mediciones de salud mental en sus empresas, para que, en conjunto con el Estado, desarrollar planes de apoyo en las áreas que declaren alto número de casos de salud mental. Y en el tercer eje, se propone la inclusión de profesionales que han estado en el ámbito privado atendiendo la creciente demanda, para ser ahora prestadores que trabajen para el Estado vía GES.  Incluso se señala que esta llamada Red de atención psicológica, recibirá un aumento de presupuesto (sic) para asegurar su continuidad como prioridad del Estado. 

Las medidas propuestas muestran lo precario de los énfasis que el candidato ha puesto en entender las necesidades de salud mental de la población completa del país. Primero no atendiendo a las necesidades señaladas desde el amplio consenso nacional en la materia, y después focalizando las medidas en acciones de orden individual, sin dar cuenta de las condiciones en las cuales estas necesidades surgen ni se desarrollan. Pero, además, llama la atención cómo en el primer eje, la medida es por si sola indefendible por su carácter de insuficiente, y que en los dos restantes ejes apuesta por intereses de orden privado economicista, en vez de optar por una política pública basada en criterios socio-sanitarios. Así la inclusión de profesionales privados en la oferta pública, supone que, por el mero hecho de estar ejerciendo de manera privada, es ese el aporte que se necesita para poder hacerse cargo de la demanda que existe, lo que parece sustentarse solo en el mero voluntarismo emprendedor, ese que ve en la salud una relación de compra y venta de servicios. 

La solución del candidato pasa entonces por ampliar el acceso a las prestaciones privadas, lo que tiene sentido, entendiendo que representa a un sector que cree fuertemente en aquello, pero ¿es mejor la salud mental en el sector privado? Difícil saberlo, dada la opacidad de datos del sistema privado al respecto, que pudieran mostrar el nivel de éxito o calidad de las mismas. De seguro si una cosa, es más caro, mucho más caro. Bueno, por lo menos no se aprecia un intento en fortalecer el sistema público de manera integral (lugar donde se atiende el 70% de la población nacional), reduciendo la salud mental a un producto que se transa en el mercado. Ni hablar de la salud mental como un derecho. 

Respecto de la medición de las empresas, supone que no son las condiciones laborales que han establecido las empresas las que funcionan como fuente de sufrimiento psicológico, sino que además espera que con ayuda del Estado éstas se solucionen. El programa no solo niega lo ya ampliamente estudiado por la psicología laboral o del trabajo respecto del impacto de las organizaciones en la salud mental de las personas, sino que este tipo de programas ya existe en las mutuales. Sin embargo, hay que hacer notar que la necesidad de salud mental que el candidato reconoce, se trata de las necesidades de la empresa la que no desea prescindir de sus trabajadores, o que aparezca  “enfermando” a sus empleados, es decir, está orientada a la productividad de la empresa, o a su imagen corporativa, y no a la salud de las personas. 

La propuesta de la candidata Provoste ofrece una Nueva Estrategia Integral de Cuidados en Salud Mental en el contexto de las consecuencias de la pandemia. Señala que se hará cargo de todo el ciclo vital, con un modelo familiar comunitario que se basa en la prevención y promoción, y un enfoque multidisciplinario biopsicosocial. Sin embargo, no deja claro en qué o cómo se diferencia de lo que hoy en día realiza la Salud Primaria. Además, y, por otro lado, las propuestas aparecen relacionadas con medidas específicas, en grupos o temas, por ejemplo,  respecto de la salud mental de la población penal, en la situación de las personas mayores, así como ampliación de medidas relacionadas con la violencia de género, y la creación de un fondo transitorio para enfrentar las consecuencias de la pandemia que fortaleza la atención primaria de salud, con “especial foco en una atención integral en Salud Mental”, y la creación de nuevos COSAM. Todo lo anterior eso sí, sin mayor detalle. 

Las medidas anunciadas por la candidata Provoste están ajustadas a lo que en su programa se enuncia como “reconstrucción”, sosteniendo el diagnóstico de que la situación actual del país es igual a la de después de un terremoto, por lo que sus acciones están más bien destinadas a recuperar lo que había, no realmente orientadas a un nuevo abordaje que apunte a las problemáticas ya existentes y que se han agudizado en el contexto de los dos últimos años. Es decir, lo de siempre, con todas sus dificultades, aparece como nuevo.

En el programa del candidato Boric el abordaje de las necesidades en salud mental si aparece vinculado a una comprensión del problema de manera integral, al presentar como causa de sufrimiento mental a los Determinantes Sociales de la Salud. Aquella postura lo hace superar el modelo individual biomédico de atención actual y que ha demostrado en los hechos ser ineficiente en el tratamiento de salud mental, para asumir que las causas de la enfermedad mental son de orden social, ajustando su programa al conocimiento científico acumulado en la materia. Así más allá de medidas incluidas y que son propias del rubro como aumento de los COSAM (se crearán 15), el aumento del presupuesto (llegar a 6% del total del presupuesto de salud), o el necesario fortalecimiento de los equipos, el programa avanza en una forma de comprensión que da coherencia y ordenamiento a las medidas emprendidas en un eventual gobierno del candidato del FA. 

Una propuesta como la señalada, permite abordar en ella las problemáticas de la población más golpeada por las necesidades de salud mental (niñez, adolescencia, mujeres, personas mayores, personas LGBTIQ+, personas en situación de pobreza, etc.), al mismo tiempo que se hace cargo de entender que las características en las cuales la vida de las personas se desarrolla en nuestras sociedades tiene impactos profundos en la salud mental de las personas. Aquellos elementos “por fuera” de lo que el modelo tradicional individualista supone como causa del malestar psicológico, como son el empleo, la educación de calidad, las redes de apoyo local, el medio ambiente, el sexo, la raza, el nivel socioeconómico, la institucionalidad política, entre otros, determinan la aparición de trastornos mentales en las personas. Sin su abordaje, los altos índices de enfermedad que muestra nuestro país, seguirán siendo alarmantes en los próximos años, por más que se asegure el acceso a prestaciones en salud.

El problema de salud mental de la población de nuestro país, reflejada en los programas de la mayoría de los candidatos, muestra que su comprensión es muy precaria todavía a pesar de toda la información disponible en la materia, siendo desmoralizante que en el caso de tres de cuatro candidatos sus medidas no alcanzan el mínimo, para darle la seriedad que necesita la salud mental de la población, ya que en el caso de Sichel y Kast es insuficiente para la demanda existente, y en el caso de Provoste no hay nada nuevo que permita imaginar mejoras sustanciales, siendo en el caso de Boric el único que al menos enuncia un criterio general que permite imaginar un abordaje integral. 

La generación de Políticas Sociales preventivas y promocionales es vital en estos momentos, así como también la coordinación de proyectos y programas que vayan más allá de la lógica del voucher, del modelo residual y la lógica subsidiaria. Por el contrario, y de corolario, la mirada debe ser holística e integral, las Políticas Sociales deben superar la focalización, en post de la universalidad. Esto implica, finalmente, un cambio en la forma de entender el Rol del Estado, pasando de un ente regulador y coordinador a uno de garante de derechos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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