Publicidad
Votar contra el femicidio Opinión

Votar contra el femicidio

Carolina Leitao, Claudia Pascual, Karina Delfino, Claudia Pizarro, Emilia Ríos y Carla Amtmann
Por : Carolina Leitao, Claudia Pascual, Karina Delfino, Claudia Pizarro, Emilia Ríos y Carla Amtmann alcaldesa de Peñalolén/ex ministra de la Mujer y la Equidad de Género y senadora electa/alcaldesa de Quinta Normal/ alcaldesa de La Pintana/alcaldesa de Ñuñoa/alcaldesa de Valdivia
Ver Más

Este domingo 19 de diciembre –Día Nacional contra el Femicidio– podremos recordar y honrar a las víctimas fatales y a las sobrevivientes de la violencia machista. Y también tendremos la oportunidad de marcar una diferencia, con nuestro voto, en el resultado de la elección presidencial más importante de las últimas décadas para, con ello, mantener la esperanza de un futuro mejor –libre de violencia– para nosotras las mujeres, nuestras hijas y nietas, y también para los hombres que habitan Chile. En esta coyuntura crítica debemos optar entre dos candidatos profundamente distintos y solo uno de ellos garantiza que podamos seguir avanzando por el camino de la ampliación de derechos, el empoderamiento de la mujer y la equidad de género.


El próximo 19 de diciembre se conmemora el Día Nacional contra el Femicidio, fecha marcada en el calendario –en recuerdo de Javiera Neira Oportus, niña de seis años asesinada por su padre– para dar visibilidad y promover la lucha contra la que es, sin duda, la expresión más extrema y brutal de la violencia contra las mujeres.

Según las cifras oficiales, anualmente cerca de 50 chilenas son víctimas fatales de este delito en nuestro país. Y más de 100 son víctimas de femicidios frustrados. En total, 150 vidas de mujeres llenas de proyectos, sueños y esperanzas –como Silvia del Carmen Medina, Corina Cabrera, Javiera Rojas, Belén de los Ángeles Bascur y Carolina Pinilla, todas ellas asesinadas en los últimos 30 días–, se ven truncadas o afectadas gravemente –cada año– por la acción criminal de sus parejas o exparejas. Y tal cifra es incluso mayor si consideramos los registros de instituciones como la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres.

Esta, sin embargo, es solo la señal más aguda y estremecedora de una violencia estructural que por mucho tiempo fue relativizada y, en algunos casos, ocultada de la luz pública y normalizada en el seno de las relaciones familiares. Miles de mujeres sufren cotidianamente situaciones de abuso, maltrato y discriminación. Y miles se ven afectadas por prejuicios sin fundamento y por las brechas de género en ámbitos como el laboral y el salarial, y en temas tan relevantes como las pensiones, la distribución de las tareas de cuidados y la participación en los espacios de poder, tanto políticos como empresariales.

Con todo, la situación actual es mucho mejor a como era hace 100, 50 o 30 años. Y también mejor a como era hace solo cinco meses, antes de la instalación de nuestra Convención Constitucional paritaria y presidida por una mujer mapuche, lo que nos hace mirar el proceso con esperanza. A pesar del gris desempeño del actual gobierno y los retrocesos que hemos observado durante la pandemia, los avances políticos y culturales, así como los pasos dados en ampliación de derechos y adecuación de las instituciones, por ejemplo, han sido –en las últimas décadas– muy significativos, aunque, por cierto, insuficientes.

Hoy, que enfrentamos –especialmente las mujeres– la amenaza de una regresión en derechos y libertades, no podemos olvidar que fueron necesarios largos años de luchas y generaciones de organizaciones y mujeres movilizadas para que las chilenas pudiéramos estudiar, trabajar, votar y participar activamente en política.

Fueron necesarios enormes esfuerzos colectivos para derrumbar los estereotipos y prejuicios que nos impedían –y aún nos dificultan– el acceso a ciertos trabajos, profesiones y ámbitos de la vida social.

Fueron muchos los años que requerimos para hacer visibles –en el ámbito público– las violencias contra las mujeres y para lograr tipificar delitos tan brutales como los femicidios (en 2010). Y fueron indispensables años de trabajo intenso para crear instituciones públicas destinadas a promover el progreso de las mujeres y reducir las inequidades de género, como el Servicio Nacional de la Mujer (en 1991) y luego el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género (en 2016).

Hoy estamos mejor que ayer, pero no podemos dar estas conquistas por garantizadas. Debemos cuidarlas y redoblar nuestros esfuerzos –tanto desde la sociedad civil como desde los gobiernos locales, regionales y el gobierno central– para poder seguir avanzando en equidad, protección y justicia.

Este domingo 19 de diciembre podremos recordar y honrar a las víctimas fatales y a las sobrevivientes de la violencia machista. Y también tendremos la oportunidad de marcar una diferencia, con nuestro voto, en el resultado de la elección presidencial más importante de las últimas décadas para, con ello, mantener la esperanza de un futuro mejor –libre de violencia– para nosotras las mujeres, nuestras hijas y nietas, y también para los hombres que habitan Chile.

En esta coyuntura crítica debemos optar entre dos candidatos profundamente distintos y solo uno de ellos garantiza que podamos seguir avanzando por el camino de la ampliación de derechos, el empoderamiento de la mujer y la equidad de género. Ese candidato es Gabriel Boric.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias