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La Alianza del Pacífico: ¿Alianza para qué o quiénes? Opinión

La Alianza del Pacífico: ¿Alianza para qué o quiénes?

Eduardo A. Santos Fuenzalida
Por : Eduardo A. Santos Fuenzalida Experto internacional en asuntos de comercio
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Está claro que el contexto internacional en el cual nació la Alianza del Pacífico ha cambiado: las potencias mundiales reexaminan sus alianzas, la globalización económica es tensionada desde diferentes frentes, y los grandes conglomerados económicos reorganizan su matriz productiva y su logística de abastecimiento y distribución. ¿Será el fin de la Alianza del Pacífico? No lo sabemos, pero ciertamente requiere mirar con claridad en una nueva dirección (Latinoamérica), “recalibrar” sus objetivos y, por qué no, reexaminar sus integrantes, si es que realmente esperamos que sea un referente para la integración regional en América Latina. Pero está complicado. 


La Alianza del Pacífico (AP) recorrió un largo camino antes de llegar a la Cumbre de Lima, donde se proclamó oficialmente el nacimiento del acuerdo, mediante la Declaración de Lima del 28 de abril de 2011. La idea de crear un grupo de comercio regional integrado por Colombia, Perú y Chile se la habría propuesto el presidente de Perú, Alan García, a la entonces Presidenta Bachelet en 2006, pero no avanzó debido a temas pendientes en el Tribunal Internacional de La Haya. Años más tarde, Alan García volvió a plantear su proyecto, y Sebastián Piñera propuso incorporar a los países del “Arco del Pacífico”, con el fin de incluir a Centroamérica y México. En la XX Cumbre Iberoamericana, realizada en Mar del Plata (diciembre de 2010), los entonces presidentes Sebastián Piñera, Alan García, José Manuel Santos (Colombia) y Felipe Calderón (México) acordaron impulsar el proyecto, que nació en la Cumbre desarrollada en Lima, en abril del año siguiente (La Tercera y Portal Frutícola, 7 de diciembre, 2010).

Finalmente, en junio de 2012, los mandatarios de Chile, Colombia, México y Perú (esta vez Ollanta Humala) concluyen y firman el Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico, que incluyó entre sus objetivos “(a) construir, de manera participativa y consensuada, un área de integración profunda para avanzar progresivamente hacia la libre circulación de bienes, servicios, capitales, y personas … y (c) convertirse en una plataforma de articulación política, de integración económica y comercial, y de proyección al mundo, con especial énfasis al Asia Pacífico” (Artículo 3). Más adelante, en su Artículo 11, establece: “… El presente Acuerdo Marco quedará abierto a la adhesión de los Estados que así lo soliciten y tengan vigente un acuerdo de libre comercio con cada una de las Partes. La aceptación de la adhesión estará sujeta a la aprobación por unanimidad del Consejo de Ministros”.

Está relativamente clara la dirección que propusieron darle a la AP sus fundadores. Y el portal oficial del acuerdo destaca que esta “… nació como una iniciativa económica y de desarrollo entre cuatro naciones de América Latina [… y que …] la Alianza se ha convertido en el eje de una nueva forma de hacer negocios en el continente …” «[… y que su ‘éxito’ se debería a …] … la articulación de fuerzas más allá de las fronteras territoriales» … «[Añade que …] … hay un trabajo en paralelo para convertir al bloque en una potencia mundial de negocios y oportunidades. Es por ello que uno de sus principales mercados objetivo es el que se extiende en el litoral asiático del Pacífico …”.

Así, durante la XVI Cumbre de Presidentes, representantes de Chile, Colombia, México y Perú (enero de 2022) “firmaron” el Acuerdo de Libre Comercio con Singapur, que incorporaría a esta nación como el primer Estado Asociado de la Alianza. Y, en junio, se iniciaron oficialmente las negociaciones con Corea del Sur, para un nuevo TLC y su ingreso como Miembro Asociado de la Alianza. Además, hay 61 países que tienen el estatus de “Estados Observadores” y otros –como Costa Rica, Ecuador y Panamá– que estarían gestionando su membresía. Desde 2016, la Alianza del Pacífico se articula con ASEAN en la implementación de un “Plan de Trabajo” (2021 – 2025), y desde 2018, trabaja con el Mercosur en un “Plan de Acción”, con el propósito de avanzar en materias de integración regional.

[cita tipo=»destaque»]¿Fue mal concebida la Alianza del Pacífico o perdimos el rumbo en la búsqueda de otros mercados? Cualesquiera que sean las razones, antes de continuar improvisando e incursionando por esta vía, parece necesario realizar una evaluación detallada de este acuerdo y de nuestra participación.[/cita]

Aparentemente, existe gran interés por el futuro de la Alianza del Pacífico y las oportunidades de negocios internacionales que parece crear. Y la actual administración –o al menos la Cancillería– parece concordar con esta visión de las relaciones económicas internacionales y de nuestra participación en este acuerdo. Según la Subrei, durante la reunión del Grupo de Alto Nivel de la Alianza del Pacífico realizada en Bogotá (abril), el subsecretario Ahumada habría señalado lo siguiente: “… Queremos reafirmar el compromiso del Presidente Boric con la Alianza del Pacífico”, destacando que “… para el gobierno del Presidente Boric es clave fortalecer los lazos con la región, y en este desafío esperamos que la Alianza del Pacífico se consolide como un referente de integración para América Latina” (Prensa, SUBREI, 25 de abril).

Sugiero revisar el rumbo que estamos tomando vía la Alianza del Pacífico, pues su orientación actual no está alineada ni con la política comercial ni con los objetivos de transformación del modelo de desarrollo económico destacados por el candidato Gabriel Boric en su propuesta electoral. Resumiendo, concuerdo con el tema de “integración” mencionado por el subsecretario Ahumada, pero la Alianza del Pacífico NO es el mejor “referente” para la integración. Ciertamente no lo es priorizando Asia. ¿Qué nos ofrecen Corea y Singapur en ese frente?

Para empezar, la ciudad-Estado de Singapur –con un ingreso per cápita de los más altos del mundo– se caracteriza por tener una economía basada principalmente en el comercio y en la prestación de servicios (en especial, financieros y de seguros), aunque últimamente ha crecido la industria electrónica. Singapur también tiene uno de los mayores puertos del mundo y es un centro de “intermediación” global. En los últimos cinco años, el intercambio comercial de Chile con Singapur alcanzó un promedio de solo 168 millones de dólares. Durante este período, nuestras exportaciones han sido principalmente, salmón, vinos y frutas (62 millones de dólares, en promedio anual). En cuanto a Corea, el intercambio comercial alcanzó a 5.774 millones de dólares, promedio, y las exportaciones a cerca de 4.326 millones de dólares. Estas también consisten en un pequeño grupo de productos (minerales y metales) que representan el 81% del total. El resto incluye algunos alimentos (como carnes y salmón), vinos y productos de origen forestal (Cifras de ONU – ITC). Aun cuando Corea puede ser una “puerta” para acceder a nuevas tecnologías, Singapur es solo un “puente” para facilitar el acceso a mercados del Asia Pacífico, en particular, China y Hong Kong. Singapur y Corea son difícilmente componentes de un “referente” para la integración regional.

En relación con los miembros originales de la Alianza del Pacífico, el “panorama” comercial es también muy complejo. En parte, debido a la “debilucha” participación de México (membresía en USMCA y dependencia comercial del mercado de los EE.UU.) y, en parte, por el abultado déficit comercial que mantiene Chile en el contexto del acuerdo. El espacio disponible no permite un análisis detallado, sin embargo, es posible adelantar algunas precisiones. Por ejemplo, en los 11 años que han transcurrido, nuestro déficit se eleva a los 1.103 millones de dólares (promedio de 2011-2021), a pesar del excedente comercial con Perú, que alcanza a más de 330 millones de dólares. Más importante aún, el valor de las exportaciones a México, Colombia y Perú ha declinado en aproximadamente 11%, 16% y 5%, respectivamente, durante el período. En cuanto al efecto en productos o sectores específicos, el desempeño no ha sido homogéneo. Así, se han visto beneficiados los envíos de alimentos del mar (en especial de salmón) y de vino; excepto este último, en el caso de Perú. Destacan también las exportaciones de inulina a Colombia, de productos lácteos a Perú y los de la agroindustria a México. Por el contrario, las exportaciones de frutas y las de productos de origen forestal han sido claras perdedoras en este acuerdo.

¿Y dónde quedó la integración regional? ¿Fue mal concebida la Alianza del Pacífico o perdimos el rumbo en la búsqueda de otros mercados? Cualesquiera que sean las razones, antes de continuar improvisando e incursionando por esta vía, parece necesario realizar una evaluación detallada de este acuerdo y de nuestra participación. Para ello, necesitamos –con urgencia– priorizar los objetivos en materia de relaciones económicas internacionales y comercio, y “aterrizar” con claridad las propuestas programáticas, para no caer en un “frenesí” de negociaciones que se autoalimenta y sustenta, como ocurrió en el pasado.

Está claro que el contexto internacional en el cual nació la Alianza del Pacífico ha cambiado: las potencias mundiales reexaminan sus alianzas, la globalización económica es tensionada desde diferentes frentes, y los grandes conglomerados económicos reorganizan su matriz productiva y su logística de abastecimiento y distribución. ¿Será el fin de la Alianza del Pacífico? No lo sabemos, pero ciertamente requiere mirar con claridad en una nueva dirección (Latinoamérica), “recalibrar” sus objetivos y, por qué no, reexaminar sus integrantes, si es que realmente esperamos que sea un referente para la integración regional en América Latina. Pero está complicado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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