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Continuidad del proceso constituyente: un hiatus originario Opinión

Continuidad del proceso constituyente: un hiatus originario

Cristián Zamorano Guzmán
Por : Cristián Zamorano Guzmán Analista y doctor en Ciencias Políticas.
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¿Debemos entonces volver a plantearle al “soberano” la misma pregunta que se le planteó hace dos años? Porque si el “pueblo” no valida o impulsa protagónicamente el proceso constituyente, serán los partidos políticos, tanto del Ejecutivo como los del Legislativo –los mismos que representan un porcentaje paupérrimo del total de los electores–, los que van a hacerse de la voz de los que expresaron un rechazo a la propuesta constitucional, con más de 60% de los votos emitidos de un padrón con más de 80% de participación electoral, éxito en el cual los partidos no participaron mucho. Recuerden que vimos una ausencia absoluta de los mismos del lado de la vereda ganadora. El famoso “gap”, hiatus, desfase, que existe entre la masa y los partidos no se ha ido reduciendo. El voto Rechazo puede quizás también interpretarse como “antipolítico”. A la hora de volver a juntarse, en las próximas reuniones en el Congreso, sería bueno que los partidos no lo olviden.


La necesidad de contar con una nueva Constitución o a lo menos el planteamiento de esa hipótesis, siempre surge durante un vacío y/o turbulencias constitucionales resultantes de que un hecho importante o excepcional haya destruido o puesto en riesgo el orden constitucional vigente que, por lo tanto, sugeriría ser reemplazado. Posteriormente al estallido social –que fue el tipo de evento al cual anteriormente acá nos referíamos–, el  “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” del 15 de noviembre de 2019 dio nacimiento al proceso constituyente, a través de la modificación de la Carta Magna vigente, que terminó hace algunos días con un «rechazo” masivo y contundente a la Carta Fundamental propuesta por la Convención Constitucional. Algunos indican que el resultado del plebiscito de entrada obliga a seguir con el proceso constituyente y se debe zanjar la manera en que va a continuar dicho proceso, ya que existía además políticamente un consenso que reconocía que la Constitución de 1980 no debía seguir. Otros indican que el plebiscito de entrada no es vinculante, ya que este concluyó con el plebiscito de salida, en conformidad con lo que indica el texto constitucional.

¿Dónde se encuentra hoy, después el plebiscito del 4S, el poder constituyente originario? ¿Quién tiene la legitimidad de decidir lo que debemos hacer con el proceso constituyente? Es muy difícil identificar el lugar donde se encuentra el poder constituyente originario cuando este no está ejercido. Cuando lo está, es bastante fácil ubicarlo. Estaba hace poco en la Convención Constitucional. Pero ahora que aquello terminó, ¿dónde está? Muchos dicen que está en el pueblo, de hecho, el artículo 5 de la Constitución actual dispone que “la soberanía reside esencialmente en la nación. Su ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas (…) que esta Constitución establece”.

Pero esta misma nación se acaba de pronunciar, rechazando el proyecto propuesto. ¿Debemos entonces volver a plantearle al “soberano” la misma pregunta que se le planteó hace dos años? Porque si el “pueblo” no valida o impulsa protagónicamente el proceso constituyente, serán los partidos políticos, tanto del Ejecutivo como los del Legislativo –los mismos que representan un porcentaje paupérrimo del total de los electores–, los que van a hacerse de la voz de los que expresaron un rechazo a la propuesta constitucional, con más de 60% de los votos emitidos de un padrón con más de 80% de participación electoral, éxito en el cual los partidos no participaron mucho.

Recuerden que vimos una ausencia absoluta de los mismos del lado de la vereda ganadora. El famoso “gap”, hiatus, desfase, que existe entre la masa y los partidos no se ha ido reduciendo. El voto Rechazo puede quizás también interpretarse como “antipolítico”. A la hora de volver a juntarse, en las próximas reuniones en el Congreso, sería bueno que los partidos no lo olviden. Y si bien la presión ha bajado considerablemente en las calles, no hay mensaje más claro que lo que indica la victoria abrumadora del domingo 4S. Ese día, todos estaban de acuerdo para decir que se rechazaba la propuesta y que se mantenían la voluntad de cambiar la Constitución vigente. Fue la última vez donde vimos una manifestación del poder constituyente originario.

Hoy, los partidos de derecha celebran, a justo título, su triunfo, ya que siempre han sido los defensores de la Constitución de 1980. Aunque mantuvieron amordazados a sus más altos exponentes –no todos–, sus huestes se ocuparon de ocupar el terreno y desarrollar una campaña en donde todo estuvo permitido. La centroizquierda e izquierda que estaban por el Apruebo, hoy están cabizbajas, pero contentas de que sean nuevamente los políticos quienes tomen las riendas de los acontecimientos, con mucha menos presión de la calle, nada comprable a lo que ocurrió durante el estallido social.

Si analizamos fríamente, después del inicio de las reuniones de los partidos en el Congreso, que deben comenzar el estudio de un nuevo proceso constituyente, hay como una impresión de volver a algo muy parecido a lo que sucedió hace un par de años; se asimilaría a otro punto inicial que dejaría atrás, como dentro de un paréntesis, gran parte del desarrollo del estallido social. Eso sería un error. Marx decía que le historia nunca se repetía, sino que tartamudeaba. Y Neruda, en su poema XX, nos recordaba que, después de una ruptura, “nosotros, los de entonces, ya no (éramos) los mismos”. Ojalá sea el caso de los mandatados a volver a dirigir este tan crucial proceso. Que todos hayan sacado lecciones de lo ya sucedido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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