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La ética del uso de los combustibles fósiles Opinión

La ética del uso de los combustibles fósiles

Fernando Arancibia Collao
Por : Fernando Arancibia Collao Profesor del Instituto de Éticas Aplicadas. Pontificia Universidad Católica de Chile.
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La afirmación de que los combustibles fósiles no generan perjuicios substantivos al medio ambiente se basa en la premisa de que, en lo sustancial, el cambio climático no es producto de su uso. Según el autor, los gases de efecto invernadero han aumentado exponencialmente en los últimos cincuenta años, pero la temperatura global no lo ha hecho en la misma proporción, y más bien se muestra un aumento global intermitente. Epstein sugiere que no habría una conexión necesaria entre ambos fenómenos y, en términos de los peligros del cambio climático para el ser humano, menciona el caso de China, donde las muertes atribuibles al clima han disminuido de manera relevante.


Existe un consenso general a nivel científico, político y social de que el uso de los combustibles fósiles contribuye y ha contribuido al agravamiento del cambio climático en los últimos años, y asistido decisivamente al aumento de los gases de efecto invernadero, con las consecuentes catástrofes climáticas que hemos presenciado en todo el mundo.

Sin embargo, existen algunas voces que han planteado lo contrario. Entre ellas está Alex Epstein, escritor y divulgador, quien en el año 2014 publicó The moral case for fossil fuels, que fue traducido al español y publicado en 2021 por Ediciones Deusto como La cuestión moral de los combustibles fósiles. El libro constituye una defensa informada del uso de estos combustibles, a través de una argumentación empíricamente sustentada sobre sus efectos en el bienestar humano y el medioambiente.

Epstein señala que el uso de estos combustibles no solo ha supuesto un progresivo aumento del bienestar de las sociedades (idea que sus críticos podrían compartir), sino también que los efectos medioambientales que se le atribuyen no son tales. Por ejemplo, señala que en India y China el aumento en el uso de combustibles fósiles ha ido aparejado al aumento en la esperanza de vida. Además, el autor argumenta que, a medida en que aumenta su uso, los efectos medioambientales no solo no empeoran, sino que mejoran. Cita como ejemplo la disminución de contaminación atmosférica en Estados Unidos a pesar del aumento en el uso de combustibles fósiles, como así también el crecimiento de la disponibilidad de agua potable.

Básicamente, la argumentación de Epstein tiene los siguientes elementos: 1) los combustibles fósiles son fuentes seguras y sustentables de energía; 2) no generan perjuicios substantivos al medio ambiente. Son seguras y sustentables porque existe una disponibilidad global de estos recursos y porque son accesibles económicamente. El que sean recursos no renovables es, para Epstein, irrelevante si tenemos en consideración que, a mayor uso, mayor disponibilidad. Esta disponibilidad no quiere decir que sean energías renovables conceptualmente, sino que los seres humanos podemos encontrar maneras de extraerlos y que, en general, hay más disponibilidad de la que se cree.

La afirmación de que los combustibles fósiles no generan perjuicios substantivos al medio ambiente se basa en la premisa de que, en lo sustancial, el cambio climático no es producto de su uso. Según el autor, los gases de efecto invernadero han aumentado exponencialmente en los últimos cincuenta años, pero la temperatura global no lo ha hecho en la misma proporción, y más bien se muestra un aumento global intermitente. Epstein sugiere que no habría una conexión necesaria entre ambos fenómenos y, en términos de los peligros del cambio climático para el ser humano, menciona el caso de China, donde las muertes atribuibles al clima han disminuido de manera relevante.

El libro es, sin duda, provocativo, y su lectura es estimulante. Sin embargo, presenta una evidente falta de crítica respecto del ethos consumista de las sociedades occidentales. La tesis central del libro es que el uso de estos combustibles es ético. Pero esta conclusión se seguirá si tomamos como dados los hábitos de consumo. Pero si 1) hacemos una evaluación moral negativa de nuestros hábitos de consumo y si 2) resulta que estos hábitos son posibles gracias al uso de combustibles fósiles, entonces es razonable pensar que el uso de combustibles fósiles es inmoral, al menos en cuanto posibiliten los hábitos de consumo moralmente incorrectos. De hecho, en esta línea, el autor se pregunta: “¿Cuáles son las perspectivas de largo plazo de este estilo de vida? […], con un consumo tan elevado, ¿en realidad este estilo de vida puede durar? ¿Es sostenible?”, a lo que responde que sí, sin cuestionarse las características de este estilo de vida. A Epstein solo le preocupa, por lo visto, que la dinámica de producción y de consumo se mantenga en su forma actual, con el menor impacto posible en el medioambiente y la salud de las personas. Pero esta posición, éticamente muy minimalista, no es suficiente para armar un caso moral a favor de los combustibles fósiles.

Finalmente, la argumentación de Epstein no se refiere a la posible relación causal entre uso de combustibles fósiles con el aumento del bienestar social global o la disminución de la contaminación atmosférica. Bajo las premisas del autor, sería posible pensar en razones alternativas para explicar esos efectos.

Por lo anterior, me parece que Epstein no logra mostrar que el consumo de combustibles fósiles sea ético. Para ello, tendrá que mostrar que 1) hay una relación causal entre su uso y los efectos positivos que le atribuye y 2) mostrar que dichas fuentes de energía promueven consumos éticos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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