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Opinión: el arte de golear

Opinión: el arte de golear

Tras del 4-2 recibido por la UC ante Cobresal en San Carlos de Apoquindo, muchos medios (incluidos mis queridos colegas de este prestigioso portal), hablaron de goleada al describir el triunfo del merecido puntero de nuestro fútbol. Ahí me pregunté si realmente se trataba de un resultado merecedor de ese calificativo.


En el Mundial de Brasil, ¿Chile goleó a Australia en su debut? Definitivamente no. Les ganó a los oceánicos, con cierta comodidad tal vez, pero en ningún caso por un marcador que pudiera calificarse como goleada. El 3-1, creo, nunca lo ha sido.

Tampoco podemos decir que en el mismo certamen los dirigidos por Jorge Sampaoli golearon a España 2-0. O que fueron goleados por Holanda por el mismo marcador. Sin embargo, el pasado fin de semana, sí se habló de goleada luego de un resultado donde se estableció la misma diferencia de dos tantos.

Después del 4-2 recibido por Universidad Católica ante Cobresal en San Carlos de Apoquindo, muchos medios (incluidos mis queridos colegas de este prestigioso portal), hablaron de goleada al describir el triunfo del merecido puntero de nuestro fútbol. Ahí me pregunté si realmente se trataba de un resultado merecedor de ese calificativo. Mi respuesta fue negativa, porque dicho marcador establece una diferencia idéntica al de un 2-0, un 3-1 o de un 7-5.

Lo que a mi juicio merece ser calificada como goleada es una supremacía establecida en el marcador, no necesariamente en el juego, de un equipo sobre otro con un resultado que al menos tenga una distancia de tres goles. Porque si creemos, por ejemplo, que un 8-6 es goleada, debido a que un equipo recibió muchos tantos en su arco, entonces podríamos decir que el cuadro vencedor también fue goleado, ya que también permitió una cantidad inusual de anotaciones. Y sería ilógico –futbolísticamente hablando– decir que un equipo que fue goleado ganó el partido.

Golear no sólo se trata de convertir y convertir goles, sino que también es importante evitar que el rival los convierta para así establecer una diferencia en el marcador. Y, por lo mismo, a los dirigentes ochenteros se les debe haber ocurrido proponer un sistema de puntuación que premiaba los triunfos por 4 goles o más, para incentivar el espectáculo, pero la iniciativa no hablaba de una diferencia de tantos entre un equipo y otro, por lo que la bonificación llegaba aun cuando el marcador fuera 4-3.

El 3-0 parcial de Audax sobre la Universidad de Chile del lunes en el Nacional merecía –creo– ser considerado goleada, pero dejó de serlo con el descuento de Leandro Venegas. Y más todavía con el tanto postrero de Sebastián Ubilla. En esos minutos finales la U no estuvo tan cerca del empate, sin embargo, tuvo tiempo para lograrlo, y también ganas de conseguirlo. Pero haciendo fútbol ficción, si los itálicos hubiesen convertido un cuarto gol en una última jugada, el marcador habría sido 4-2, lo que en ningún caso –insisto– hubiese merecido ser catalogado como goleada, sobre todo si analizamos lo cerca que estuvo el cuadro azul de la remontada.

Un partido finalizado con un marcador de 4-2, 5-3 o 6-4 es muy atractivo desde el punto de vista del espectáculo, aunque los más puristas del fútbol sostienen que un score de esas dimensiones se aleja bastante de un encuentro jugado con seriedad, o al menos con aplicación. Se trataría de un partido con muchos tantos, aunque una diferencia así está lejos de ser una goleada. O al menos, una verdadera goleada.

Pero como esto, al igual que muchas cosas en el fútbol, es subjetivo, mejor quedarse con la idea de que goles son amores y goleada es otra cosa.

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