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Animador chileno Tomás Welss: “En un escenario en el que parece que todo se está cayendo a pedazos, el humor es importante” CULTURA

Animador chileno Tomás Welss: “En un escenario en el que parece que todo se está cayendo a pedazos, el humor es importante”

«Magic Dream» es su último trabajo, y estará disponible hasta el 13 de diciembre en Festhome TV como parte del festival internacional de video experimental Proceso de Error, que en esta versión homenajea al artista con una retrospectiva de su carrera de más de 30 años. «Para ser animador en la medida de lo que estudiar en Chile, es mejor ser autodidacta. Sentarse en el computador, instalar softwares y bajar el mayor número de tutoriales posibles y aprender a animar», comenta en esta entrevista.


En el corto de animación «Magic Dream» (2018), un mago se sube a un escenario, pero todo su espectáculo es imperfecto. Los trucos mágicos no le resultan. Incluso intenta sacar a un conejo de un sombrero, pero éste se niega; lo rechaza. Luego aparecen mujeres que tratan de ayudarlo, pero él las maltrata, por frustrado y cobarde. La gente empieza a reírse de él, a mofarse. “Como cuando en la Quinta Vergara abuchean a los humoristas, y es lo peor que puede pasar. Esos humoristas deben bajarse del escenario destrozados”, dice Tomás Welss.

El mago, en vez de aprender del fracaso, se torna un tipo muy violento. Maltrata a las mujeres, maltrata al conejo, hasta rendirse. Y al final, como reivindicándose con la naturaleza, el conejo lo auxilia, salvándolo de la miseria total.

Welss nació un 25 de junio de 1965 en Santiago. Tiene 55 años y es uno de los animadores chilenos de mayor renombre en el mundo. «Magic Dream» es su último trabajo, y estará disponible hasta el 13 de diciembre en Festhome TV como parte del festival internacional de video experimental Proceso de Error, que en esta versión homenajea al artista con una retrospectiva de su carrera de más de 30 años. Entre los videos a reproducirse, destaca «Verde que te quiero» (2003), que en 2005 estuvo en carrera al Oscar como mejor corto animado.

Estudió en la Universidad de Chile y luego realizó un postgrado en Animación en la Academia de Bellas Artes de Stuttgart en Alemania, bajo la tutela de Heinz Edelmann, director de arte del film «Yellow Submarine» (1968) de The Beatles. El encierro por la llegada del Covid-19 lo ha pasado en Santiago, junto a su madre, una etapa – él considera – no muy creativa, que lo ha tenido viendo películas de Lars von Trier y desinfectando mercadería compulsivamente.

«El humor es importante»

-En tus videos presentas algunos escenarios medios absurdos, como la llegada de un plato de tallarines a la mesa de una pareja cenando, quienes emiten unos balbuceos amorfos de coquetería sin decir palabra alguna. ¿Qué tanto de humor hay en tus obras?

– En un principio traté de hacer humor. Luego se empezó a dar de forma inconsciente. A veces me voy a tomar un café y veo que en una mesa hay oficinistas con uno en especial que asumió el rol de los chistes. Ese personaje me resulta un poco agotador. El humor para mí sale de lo cotidiano, de lo impensado, lo ingenuo, lo no programado. El chiste tiene un guión. Te cuento lo a, b, c y en la d tienes que reírte. Pero si te ríes en el punto c, cagaste. Ahí uno no se puede reír. Si no entendiste el chiste eres una especie de huevón. Por eso soy amante del surrealismo, tanto del cine, la pintura y la literatura. Del dadaísmo, en época post Primera Guerra Mundial. Y eso se puede aplicar al presente. No nos podemos tomar todo lo que está pasando tan en serio. Hablo de la contaminación medioambiental en el planeta, del Covid… Hay algo que se escapó de las manos y está muy por encima del ser humano. En un escenario en el que parece que todo se está cayendo a pedazos, el humor es importante.

-¿Qué es la sobrevivencia en tu trabajo?

– Siempre he trabajado sobreviviendo. Trabajando en universidad como profesor he enseñado una forma de animación que no me gusta mucho, que es el manejo de softwares. O sea, para ser animador en la medida de lo que estudiar en Chile, es mejor ser autodidacta. Sentarse en el computador, instalar softwares y bajar el mayor número de tutoriales posibles y aprender a animar. Para mí la animación contempla la percepción de la figura humana, el dibujo, croquear, andar con un lápiz para arriba y para abajo en el cotidiano. Tengo otro concepto de ese aprendizaje. Ahora se quita la mesa de luz, ya no se dibuja. Todo es 3d. La tecnología puede ayudar, pero no es el objetivo final. Los softwares más bien son una forma de exponer y manifestar de mejor forma lo análogo. Rápidamente, con menos problemas, aprendiendo a delegar, que es difícil, pues le entregas consideraciones estéticas y conceptos a otras cabezas. No quiero que nunca la máquina me coma, sino que quiero dirigirla. Hacer con ella lo que me de la gana, como si fuera un lápiz y un papel.

Valparaíso

-En FIFA de Mons 2016 en Bélgica trabajaste con niños y niñas inmigrantes, en torno a animación y a sus ideas sobre el amor. ¿Qué es para ti el amor?

– El amor es un estado de bienestar; el equilibrio entre el adentro y el afuera. Es un estado de sintonía con la naturaleza y con otras personas. La creación es una forma de amor. Hay tantos amores. Pero en América Latina, como en el tango y los boleros, se piensa en el amor carnal, de pareja. «Sin ti me muero», algo apocalíptico; «sin ti no soy». Y eso es patología, no es amor. Psicoanálisis inmediato.

-¿Cómo ves Valparaíso, la ciudad donde nació el festival Proceso de Error?

– Hay necesidad de meterle plata a ese puerto, para preservar tanta cosa linda. Tanta belleza. Necesita inyecciones monumentales de dinero. Yo voy a casa de amigos y por todos lados hay olor a caca y cañerías rotas. Y de repente caminas por calles enteras y está esa sensación de caminar pisando caca. Me recuerda un poquito a «Muerte en Venecia». Como que el puerto se está hundiendo, y es un lugar con un patrimonio arquitectónico impresionante, y también su posición geográfica es importante. Ojalá que se salve. Siento que está al borde del abismo. Mucho alcoholismo; gente que se borra. Lo que tal vez es sintomático. Y no debería ser así, porque hay lugares que están puestos en vitrina para el turismo. Cerro Alegre y toda esa parte, que es una máscara. En Valparaíso lo que se restaura, lo que se cuida y lo que se quiere cuidar es muy poco. Hay muchas casas que están a punto de caerse. Lo que sí me gusta de Valparaíso es comprar en almacenes. Que te envuelvan el azúcar en papel, como cuando yo era chico. Ese tipo de cosas. Y supongo que esas son las tradiciones, y supongo que eso es Chile.

 

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