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Zeta Bosio: dispararle a la radio (y que siga sonando) Generación M

Zeta Bosio: dispararle a la radio (y que siga sonando)

Agradecido de haber estado con Soda Stereo y de continuar su camino como DJ; de haber sido un rockstar entonces y de poder caminar como uno más ahora. Zeta conversa sobre sus nuevos proyectos como productor de música electrónica, de las autobiografías que lo marcaron, de la suya propia y -cómo no- de Soda.


Héctor Bosio, o ‘Zeta’, está en una etapa completamente nueva. Alejado de las cuerdas del bajo en Soda Stereo, ese pequeño e improbable proyecto que nació a principios de los 80’, está enfocado en alcanzar de nuevo el reconocimiento de la gente. Pero si antes era acompañado de los sonidos de Alberti y Cerati, hoy es un camino que decide recorrer con Fernando Montemurro -ex ‘Los sueños de Anderson’-  en ‘Shoot the Radio’, un proyecto de música electrónica que suena con él todavía en el bajo, y con sintetizadores (a cargo de Fernando) familiares que piensan en los 90’. Pero ya no desde la experimentación del ahora sino que desde la experiencia.

-Mucha gente se dedica a rentabilizar sus negocios del pasado. Y tú en vez de eso te dedicaste a buscar algo más innovador y complejo. Me parece atractiva esa reinvención, parto de abajo, vuelvo al barro. ¿Por qué?

-Porque eso de volver al barro te lo permite un proyecto que te entusiasma mucho. Cuando a ti te gusta lo que está pasando musicalmente vas a defenderlo de la forma que sea. Me gusta mucho ser una estrella de rock, pero ya cuando lo eres , no sé si mucha gente lo entiende. Claro, tienen que llegar primero a esa instancia, pero cuando ya está hecho quieres volver a ser alguien normal, jaja. Cuando hice rock, una de las cosas más interesantes que mostraba en el programa con el que recorría festivales en Europa  es que yo podía ir por esos lugares sin que nadie me descubriese. Me pasaba lo mismo que cualquier ser humano, como que me echaran de un lugar. Nada que ver con lo que me pasa siempre, «ven, siéntate, pasa» me dicen. Uno tenía que buscar otros recursos que lo hicieran para seducir a la gente. 

Eso fue un desafío muy grande, fue una experiencia muy linda. Seis años lo hice y lo disfrute muchísimo: tener que pedir, tratar de entrar a un lugar, como un camión de la Love Parade… ¡Y todo sin ser Zeta Bosio! 

Digo, esto de querer volver a hacer cosas desde abajo es volver a tu esencia. La inocencia para mi en un artista es algo que no puedes perder: si la pierdes, estás perdido tú. Y la inocencia el mundo se va encargando de ir sacándola, con la realidad, los golpes de la vida. Uno tiene que seguir creyendo… 

-Generalmente los artistas y su fama tienen que decías, el hecho de llegar a cualquier parte y la gente te reconozca. En tu caso, Argentina – uno de los países más ricos de América Latina. Pero que obviamente quizás no ha logrado crecer desde el punto de vista social. En tu caso, ¿cuál ha sido tu visión? 

-Yo creo que nosotros hicimos lo que pudimos. Soda es algo, para los argentinos, algo que ha sobresalido, ha cruzado fronteras. Un orgullo latino, y es argentino. La gente nos quiere a cada lado que vamos, nos hemos generado ese tipo de relación. Claro, podrían odiarte en algunos lugares, pero todo el mundo te termina queriendo. Eso es algo fantástico. ¡Y es algo por lo que nunca me metería en política, la mitad te quiere y la mitad te odia, jaja!

Yo creo que el ejemplo, el trabajo, las ganas, es lo mejor que uno le puede dejar a la gente. Como a mis hijos. El ejemplo del sueño, de poder cumplir lo que soñaste cuando eras chico. Uno dice que en Estados Unidos se puede cumplir el ‘sueño americano’ se puede cumplir, pero nosotros fuimos el sueño latinoamericano, de alguna manera. 

Zeta y sus biografías

-Junto con Los Prisioneros, Charly García también y varios otros, tuvieron una posibilidad de posicionar el nombre de América Latina en el mundo…

-Y no como un producto de laboratorio sino que como una banda. Cantautores haciendo su propia música, de creación propia. No de la cabeza de un productor discográfico que armó un espectáculo que funcionó. Fue algo real, verídico, de chicos que hacían lo que sentían y se estaban divirtiendo mientras lo hacían. 

-Hoy estás llegando a los 60…

-Ya llegué, jaja. 

-… Y vienen las épocas de autobiografías. Ya escribiste “Yo conozco ese lugar” el 2016, y estuviste 4 años escribiéndola…

-Que a esta edad es mucho, no es como cuando tienes 20, jaja. 

-¿Cuál fue tu experiencia con tu autobiografía? Generalmente los recuentos de vida las escriben otros, pero esta vez quisiste tú contar tu vida. 

-Desde la etapa de Soda fui un gran fanático de las biografías. Leí varias, una de las más impactantes fue la de Federico Fellini (de Hollis Alpert), buenísima. ¿Y por qué tan fanático? Porque yo sentía que me estaba pasando algo en la vida para lo que no me había educado: mis padres eran de clase media, eran gente común que nunca fueron artistas, con muchas limitaciones económicas y de estudio. Ellos eran los típicos italianos que nos mandaron a todos a buenos colegios, hicieron esos industriales de los 60′ que hicieron grandes sacrificios para que sus hijos fueran doctores, que hicieron subir la clase media. Nosotros -Zeta y sus dos hermanos- éramos los orgullos de ellos. 

Empecé en un momento cuando empezaron las giras de Soda en Latinoamérica a comerme muchas biografías de artistas. Para entender cómo pensaban estas personas, cómo lo hacían para resolver algunos problemas -o cómo no-, qué les alteraba. Fue mi forma de compartir mi vida con personas que pasaron situaciones capaces de cambiarte la vida. 

La de Paul McCartney es muy buena, una biblia de Los Beatles. La de George Martin también – Los Beatles me gustaban mucho y eso me ayudó a conocer su historia por dentro -. Eso te ayuda a verlos como gente normal: con la autobiografía puedes acceder a algo que no te muestran las revistas, mostrártelos sin tanto ruido. 

-Supongo que el caso de tu autobiografía tuvo que ser complejo porque competiste con muchas versiones: la de Cerati, el libro de Charly Alberti

-Y la mía es la menos vendida. Y es que la de Gustavo, por ejemplo, las cuentan tipos que escriben mejor que yo, que saben ponerte un punto de tensión y contarte una historia. Crean como para una película de Netflix. Escriben una novela en base a testimonios de gente, totalmente interesada y periférica a la banda. Y con eso construyen una historia que es verosímil y que no digo que no tenga nada que ver con la realidad, pero está manipulada. Y muchas veces esta gente no lo va a entender porque no lo hablaron con los protagonistas. 

 

Zeta está bastante satisfecho con «Yo recuerdo este lugar», pero si las páginas hablan de su vida como estrella de rock a pie de página (en su memoria) tiene anotados los malos ratos que tuvo que pasar para que su autobiografía viera la luz. Recuerda las presiones que recibió desde la editorial hace poco más de 5 años, días tristes para la música latina tras la muerte de Gustavo. «Cuando le faltaba la puntada final me empezarona apretar desde la editorial, y les dije: ‘yo no voy a entrar en eso, es mi amigo quien se murió’. Pero eso también no ayudaron a que se entusiasmaron con el proyecto: la sacaron no como una biografía mía, la sacaron en una colección de biografías de músicos de rock. ¡No tenía ninguna lógica, la mía era la biografía de Soda».

Pero hay algo bueno detrás de todo: la editorial, tras no reeditarla después de una cantidad de tiempo, la biografía pasa a mi propiedad y yo la puedo volver a negociar con otras editoriales. Ya estamos muy cerca a ese plazo. 

Sonidos

-En ese período también fuiste parte de esa experiencia con La Ley…

-Fue muy buena, pero no se dio por la coyuntura. Aunque podía haber funcionado, pero eso no quiere decir que no haya servido, fue una experiencia que me aportó muchísimo. Me ayudó a conocer la obra de La Ley a fondo, y eso es algo que me había perdido. Descubrí una gran banda, exquisita. Lo que pasa es que uno no puede manejar todo en la vida. Yo lo que quería esa volver a tocar el bajo, y las ganas de meterme en el barro -que no es tan barro tampoco-…

-Mencionaste a The Beatles varias veces.  ¿Son una influencia importante para lo que es Soda?

-Cuando descubres la música se te abre un horizonte enorme, un campo gigante en el que todo puede pasar. Y The Beatles son la primera etapa, casi como un jardín de infantes, de la música. Después vinieron las bandas más sofisticadas -escuchamos heavy metal, hasta a Brian Eno- pero ellos siempre fueron la base. Y la actitud que tuvieron Los Beatles fue una gran escuela para nosotros, una banda que entre los discos que sacaron impusieron la evolución que la misma música fue agarrando. Todos eran de ruptura.

-Pero Los Beatles no fueron los únicos, vino también toda la corriente posterior al punk. Bandas y artistas como Elvis Costello, The B-52’s, Gary Numan, The Cars… todas nos rompieron la cabeza.

-Como una etapa personal, a mi me pegaron The Rolling Stones mucho. Mi primo era muy fanático y me empezó a prestar discos de los 70′ como Exile in the Main St., Goat Head Soups y It’s Only Rock’n’Roll.

-¿Y cuáles de estos sonidos terminaron sonando con Soda?

-Yo creo que tuvimos influencia de todo. Al principio queríamos hacer una movida muy moderna y que se salía de todo… pero fuimos evolucionando y empezamos a integrar lo que traíamos de antes. Si hubiéramos seguido tocando tal vez terminábamos haciendo jazz.

-¿En qué momento ustedes se dan cuenta de lo mucho que significaron para la música en español? En algún momento dejaron de ser una banda y empezaron a ser protagonistas de la historia de América Latina…

-Eso nos pasó cuando nos separamos. Hasta entonces éramos importantes, pero no pasábamos de ser una banda de moda. Y cuando nos separamos lo más probable es que la banda pasara al olvido, después de ‘Sueño Stereo’. Ahí hicimos la despedida, estuvimos 10 años sin tocar y en ese lapso nos dimos cuenta de que, en vez de ir cayendo iba en aumento. 

-Ahora, a 20 años de la separación me cae la ficha de lo que hicimos fue extraordinariamente-extraordinario. Como cuando hicimos lo del Cirque du Soleil: hicimos un espectáculo circense en que funcionaba hacia dos lados. Uno era el espectáculo circense mismo, y el otro era cómo la gente disfrutaba las canciones, hasta cantaban los estribillos. En ese momento si había alguien volando ya no les importaba un pito. Era una mezcla de dos espectáculos al mismo tiempo. Estar todos en un estadio, con el mismo fervor, extrañando a la banda, y que suene fuerte por esos parlantes… Ahí empuja el bajo. La cosa está viva.

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