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Los dilemas de la restauración ante el COVID-19 Mesa y Mantel

Los dilemas de la restauración ante el COVID-19

Begoña Uranga
Por : Begoña Uranga Durante 20 años publiqué en El Sábado. La revista, como tal, desapareció y hoy se publica como parte del diario en un suplemento. Por lo pronto, quiero invitarlos a visitar mi Instagram @begona.uranga (el de la foto con chaleco salmón, porque el otro dejo de publicarse), donde les entrego recetas, libros y algunas recomendaciones gastronómicas.
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Y la incertidumbre continúa. Aunque los países se encuentren en diferentes etapas de la pandemia, unos saliendo y otros inmersos aún en la crisis, nadie es capaz aún de -a estas alturas- adivinar cómo cambiarán las costumbres a la hora de acudir a un restaurante.

Lo que está claro es que muchos tendrán que cambiar sus hábitos. Por ejemplo, los pueblos que comen con la mano desde una fuente central, en la que además de la familia se reúne a los amigos o, como en Asia, con palillos, en los que se llevan los mejores bocados a invitados o ancianos. Todas costumbres de buena educación, respeto y hospitalidad.

Sin ir tan lejos, la paella se suele servir en el centro de la mesa y todos los comensales van sacando a su gusto. Ese plato, rito dominical de toda la vida en España, incluye además despegar el socarrat del fondo, ese arroz quemadito que sabe a gloria y que todos se pelean.

Y ¿qué pasará finalmente con la reciente y extendida costumbre de ir de tapas, picoteos, pinchos o tablas, compartiendo con el grupo las diferentes preparaciones. ¿Y los coktails? Esas costumbres, por ahora, se verán seriamente afectadas.

Lo que está claro y así lo han comenzado a hacer los lugares autorizados para recibir comensales, es que hay que darle con todo a la creatividad. Cada ración deberá presentarse en formato individual, en monodosis, para ser consumida solo por un parroquiano. ¡Hasta la porción de aceitunas o maní que acompaña un trago, deberá individualizarse!

Los grandes buffets, especialmente esos desayunos maravillosos y surtidos, por ejemplo, deberán modificarse a porciones individuales. Nada de probar un poquito de todo. En algunos países incluso se estudia la posibilidad de eliminarlos. ¿¡Qué será entonces de emblemáticos lugares como el Texas de Brazil, un refinado buffet de lujo, presente en varios países, en el que el bisque de langosta y los quesos del mundo eran servidos por cada comensal? Para ponerse a llorar.

Está ya claro que habrá menos comida expuesta y que casi todo será de preparación al momento. Y aunque ello parezca amenazar la sobrevivencia de esta era, durante un tiempo deberemos acostumbrarnos a otra realidad. Está por verse si finalmente estos cambios se asumirán como innovaciones a la gastronomía o la ciencia nos devolverá el placer de comer como hasta ahora. ¡Cosas del coronavirus!

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