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Opinión: Chile y el pecado de la soberbia

Opinión: Chile y el pecado de la soberbia

Creo que el estado actual de Chile ha sido consecuencia de la soberbia y de la mentira que es propia de ella. El soberbio se asume más de lo que es, y por eso recurre a la mentira. Necesita hacerlo, porque enfrentar lo que en verdad es, resulta fuerte, sobre todo si pasa por el mundo como poderoso e influyente. Mentir implica disfrazar la verdad, adornarla y acomodarla, para poder explicar lo que sin ella resulta imposible.


Una pena lo que ha pasado en el país. Veníamos sostenidamente creciendo y de un sopetón nos estancamos. Las inversiones se redujeron, el precio del cobre bajó, el valor del dólar subió, y el desempleo y la inseguridad ciudadana aumentaron. ¿Qué fue lo que pasó? Es la pregunta que todos se hacen pero que nadie responde.

Aunque yo tampoco tengo la respuesta, deslizo aquí algunas ideas. Creo que el estado actual de Chile ha sido consecuencia de la soberbia y de la mentira que es propia de ella. El soberbio se asume más de lo que es, y por eso recurre a la mentira. Necesita hacerlo, porque enfrentar lo que en verdad es resulta fuerte, sobre todo si pasa por el mundo como poderoso e influyente. Mentir implica disfrazar la verdad, adornarla y acomodarla, para poder explicar lo que sin ella resulta imposible.

Es cierto que asumirse como uno es, resulta ingrato, ya que es reconocer que uno es menos inteligente, menos atractivo y menos simpático de lo que se cree ser. Por eso es que a muchos les gusta rodearse de gente servil y zalamera, que acostumbra a decir lo que queremos escuchar. Desconocer lo que uno es, implica por lo tanto un acto de soberbia.

El ser humano por naturaleza es poco generoso, egoísta y oportunista. Le gusta la ley del mínimo esfuerzo. Le encanta el lucro. Tener más por menos. En definitiva, le encanta ganar. Reconocer eso, no vende, porque supone asumirse imperfecto.. Lo pertinente es combatir eso y predicar. Afirmar que el lucro es malo y que quien lo predica no lucra. Como eso no es verdad, se recurre a la mentira. Se engaña. El beneficio que tengo no es lucro, es ganancia legítima, lo es porque no es excesivo.

El favor que le hacen a un familiar de contratarlo en un cargo que podría tener otro, no es lucro, es la retribución legítima a una profesión también legítima. El favor que me hacen por el cargo que tengo, no es ganancia injusta, no es lucro. No lo es, porque es un favor que obedece a la simpatía que me tienen, no al beneficio que pueden tener por el poder que tengo. Dado que a veces resulta imposible esconder el sol, se simula la verdad. El lucro no lo tengo yo, lo tiene una sociedad que yo controlo pero de la que no soy dueño. Lo que pagan por un informe no es pago por un favor, sino que el precio de un trabajo que vale lo que se paga. Como no lucro, porque me miento a mí mismo que no lo hago, predico contra los que sí lucran, que son los que a cara descubierta y sin ningún remilgo lo hacen. Es decir, los que emprenden.

Para agravar mi falta, le propongo al pueblo que elige un discurso de equidad, cuya implementación supone quitarles los patines a quienes van adelante. Sugiero además desterrar el lucro en las actividades en que resulta ilegítimo que exista, y reducirlo en los demás emprendimientos, salvo los financiados desde el exterior, pues asumo que estos no han abusado en Chile.

Pero no solo predico contra ellos, sino que los castigo. Castigo el beneficio excesivo que reciben. Lo hago, además, por medio de una Reforma que se diseña de espalda a los partidos y de la gente y por un grupo de iluminados que, financiados con el pretexto de una precampaña, se permiten estructurar un sistema que solo se focaliza en la recaudación. No le importa la inversión. Tampoco el ahorro. No considera los gastos de implementación.

El problema es que de un tiempo a esta parte este mensaje que califico de nefasto, ha sido seguido de una verdadera persecución a los emprendedores. Ya no basta revisar su documentación y evaluar la consistencia del gasto con el ingreso. No, ahora se va más allá. Se asume que los servicios son ideológicamente falsos. Se impide rectificar, y las Regionales adoptan una política de puertas cerradas. Se amenaza con delito tributario, no se otorgan condonaciones y se rechazan los requerimientos formulados por los contribuyentes, incluso en aquellos casos en que estos se fundamentan en fallos ejecutoriados. No importa, la víctima no existe, pues es un empresario, esto es, un personaje que ha lucrado y que, por lo tanto, merece ese trato. Las normas de beneficios, se interpretan en perjuicio del contribuyente. Con qué objeto, sólo para obtener más recaudación.

No importa que eso sea a costa de pequeños emprendedores y que, de no mediar ese error, no habrían pagado impuesto. Se ha llegado el límite de extremar la interpretación de considerar que los emisores de documentos tributarios ideológicamente falsos son donatarios, y que lo que hicieron, que fue documentar un ingreso, lo hicieron para no pagar impuesto a las donaciones, lo que es absurdo, puesto que, para evadir un impuesto de 10, pagaron un impuesto de 100. Todo eso para qué, para justificar un error e insistir en que hubo delito en un hecho que no lo fue.

La soberbia de algunos de erigirse como jueces y de considerarse a ellos mismos como los dueños de la verdad. De nominarse como los paladines de la justicia y los únicos que tienen buenas intenciones. Esa forma de considerar al resto como vendidos al sistema y cómplices del lucro, nos llevó al estado actual. Sería bueno que, de una vez, lo reconozcamos y corrijamos lo que hemos hecho, pues, al final del día, somos unos simples mortales, que estamos condenados a convivir entre nosotros y asumir que las únicas reglas que podemos aceptar son las que provienen de una democracia. Procuremos, sí, que esas reglas provengan de los partidos, que emerjan de consensos inteligentes y que se enmarquen en los mismos principios que han permitido que otros países logren el desarrollo.

Christián Aste
Abogado tributario

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