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Desde China al Chile 2.0 Columna de opinión

Desde China al Chile 2.0

«Una humilde propuesta: seamos líderes en innovación y sustentabilidad. Seamos la cuna de nuevas tecnologías y un país que no genera desechos. En un país donde todos se la pasan hablando de hacer más que cátodos con el cobre y donde la opinión pública es capaz de detener HidroAysén, me imagino que es un norte que le gustaría a todos. No solo eso, debería traer más prosperidad y felicidad. Un país más limpio y más productivo, se traduce en personas con más tiempo para sus familias y ciudades con menos esmog».


“No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”, dijo Deng Xiaoping al referirse acerca del por qué el giro hacía el capitalismo dentro de un régimen comunista. El líder chino lo tenía claro: el tema no tiene que ver con la ideología de izquierda o derecha, más bien tiene que ver con pragmatismo, sobre qué iniciativas y regulaciones promueven la economía y sacan a las personas de la pobreza.

Mientras América Latina está muy acostumbrada a echarle la culpa al empedrado, China tiene 3 máximas para evaluar si una regulación es buena: “aumentar la productividad, aumentar la competencia y potenciar el país”. Simple y claro.

Si miramos otras economías que han logrado levantar cabeza, como Singapur, República Checa, Malasia, Vietnam o Irlanda, teniendo ideologías muy diferentes, la clave ha sido ser capaces de atraer inversión, aumentar la competitividad, la productividad y tener una estrategia país. Irlanda con la innovación y bajos impuestos, Malasia con los microprocesadores o Singapur como centro logístico.

Mientras los jugadores del mundo ejecutan buenas estrategias, en Chile estamos enfrascados en una triste discusión ideológica, cual empresa que se mira el ombligo buscando bajar costos, en vez de preguntarse cómo subir los precios. Haciendo reformas sin un norte. Discutiendo donde hacemos más gasto público y pensando que un gasto espejo del Transantiago potenciará a las regiones. Ingenuamente triste.

Chile no es el país más desarrollado de la región porque seamos más inteligentes o tengamos más recursos naturales, sino porque hubo una estrategia diferente al resto; el libre mercado, la apertura comercial al mundo y atraer inversión, fueron unas iniciativas que sin duda nos pusieron un paso adelante y auspiciaron más de una década de acelerado crecimiento. Lamentablemente, desde esa jugada no hemos tenido ninguna otra política clara que potencie la competitividad o que trace una estrategia país. Seguimos dependiendo de commodities y el día que el cobre caiga más, lo estaremos pasando igual de mal que Colombia y Venezuela con la baja del petróleo.

Hoy todos tienen la receta de la apertura comercial y los países son igual que empresas en el mercado, deben diferenciarse para ser más competitivas y ser elegidas por sus consumidores. Las preguntas son: ¿cómo se diferencia Chile hoy?, ¿qué sectores de la economía queremos potenciar, qué rol queremos jugar en la economía mundial?

Una humilde propuesta: seamos líderes en innovación y sustentabilidad. Seamos la cuna de nuevas tecnologías y un país que no genera desechos. En un país donde todos se la pasan hablando de hacer más que cátodos con el cobre y donde la opinión pública es capaz de detener HidroAysén, me imagino que es un norte que le gustaría a todos. No solo eso, debería traer más prosperidad y felicidad. Un país más limpio y más productivo, se traduce en personas con más tiempo para sus familias y ciudades con menos esmog. El camino para llegar ello no es física cuántica, es simplemente tomar la decisión y trazar un plan. Ni siquiera hace falta un cerro de billetes, solo incentivos bien puestos y alineados, acompañados de un resto de regulación.

Innovar es rentable, pero es una apuesta de largo plazo en un mercado con metas anuales. Entonces hay que empujar a las empresas, emprendedores e inversionistas a que tomen decisiones buenas para el país, más allá de que en el corto plazo sean riesgosas. El Estado no debe operar nada, solo decidir y poner los incentivos necesarios. Los privados bien regulados sabrán perseguir la zanahoria y recorrer el camino que le conviene a Chile. Para innovar es clave generar vínculo y trabajo conjunto entre universidades y empresas. Desarrollar la cultura de las empresas para que exista mas colaboración y proactividad.

Para lo anterior, una educación centrada en actitudes más que aptitudes es importantísimo. Incentivos tributarios para invertir en capital de riesgo, en ciencia y tecnología, así como presupuesto público para emprendimiento e investigación. Emparejar la cancha a las Pymes que vienen con nuevas propuestas para el mercado, y que a su vez son un importante motor de disrupción y redistribución. En definitiva, orquestar las diferentes instituciones para que actúen coordinadamente en la consecución de un fin muy rentable en el mediano plazo, pero que en el corto de manera aislada es muy difícil de accionar.

Por el lado de la sustentabilidad pasa algo similar, ser sustentable claramente tiene un beneficio en el largo plazo, pero en el corto les toca el bolsillo a las empresas y personas. Por mismo es necesario generar el consenso y regular el mercado para que vaya en esa dirección y no se genere un gran diferencia de precios entre productos que contaminan y los que no. Es una tarea multidimensional que va desde temas macro hasta actividades cotidianas. Desde una matriz energética que incentive el uso de energías limpias no convencionales hasta que todas las casas tengan una compostera para desechos orgánicos, ahorrando miles de camiones de basura y emisiones de metano por la descomposición de estos desechos. Desarrollando y diseñando mejores proyectos de minería sustentable, tanto como proyectos de hidroelectricidad que tengan un mínimo impacto. A su vez, incluir también a las personas, un país mas limpio no es solo responsabilidad de las empresas. Basureros diferenciados desde las casas y potenciar huertos comunitarios. Avanzar en la eliminación de bolsas de plásticos y en la reutilización de envases (no puede ser que cada vez que tenemos sed botamos una botella de plástico a la basura), tal como lo está haciendo California hoy.

Si queremos que el cobre deje de ser más del 50% de nuestras exportaciones, necesitamos exportar más Falabellas y Casilleros del Diablo. Necesitamos que surjan más empresas como Prey o ArchDaily que son capaces de innovar y tener escala mundial. Para ser relevantes y dejar de ser esclavos de los ciclos de commodities, debemos tener una estrategia, un plan que ponga los incentivos y la inversión donde es necesario. Solo así podemos exportar empresas, productos y servicios de valor agregado. Soluciones que se usen en todo el mundo y que Chile sea un ejemplo de cómo se es capaz de construir un país desarrollado sin contaminar más.

Tomás Sánchez Valenzuela
Cofundador de Alma Suite

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