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Audaz plan de Silicon Valley para crear nueva bolsa de valores y desafiar a Wall Street

Audaz plan de Silicon Valley para crear nueva bolsa de valores y desafiar a Wall Street


Hace cinco años, cuando Eric Ries estaba trabajando en su exitoso libro sobre iniciativa empresarial «The Lean Startup», sacó a flote una idea provocativa en el epílogo: alguien debería formar una nueva Bolsa de valores de “largo plazo”. Las reformas que esta traería aparejadas, escribió, enmendarían el frenético ciclo trimestral para alentar a los inversores y las compañías a tomar mejores decisiones con vistas al futuro. Cuando mostró el borrador a su entorno, muchos lectores le dieron el mismo consejo: borra esa parte loca sobre el mercado bursátil. «Arruinó mi credibilidad por todo lo que había escrito antes», le dijeron.

Ahora, Ries está sentando las bases para demostrar que sus escépticos de primera hora estaban equivocados. Para dar vida a la Bolsa de Largo Plazo (LTSE, por su sigla en inglés), reunió un equipo de cerca de 20 ingenieros, ejecutivos de finanzas y abogados, y obtuvo capital inicial de más de 30 inversores, entre ellos, el capitalista de riesgo Marc Andreessen, el evangelizador de la tecnología Tim O’Reilly y Aneesh Chopra, ex director de tecnología de Estados Unidos. Ries ha iniciado conversaciones con la Comisión de Bolsa y Valores (SEC), pero el lanzamiento de la LTSE podría llevar varios años. Los aspirantes a mercados bursátiles suelen atravesar meses de conversaciones informales con la SEC antes de presentar un proyecto de solicitud, cosa que la LTSE tiene previsto hacer este año. Luego, los reguladores pueden tomarse meses para decidir si aprueban o demoran las solicitudes.

Si todo corre como está planeado, la LTSE podría ser la Bolsa que remedie lo que Ries ve como una plaga de los mercados públicos actuales: el pensamiento de corto plazo que aplasta las decisiones económicas racionales. Es el mismo estigma que está llevando a más startups unicornios multimillonarias de Silicon Valley a decir que no piensan siquiera en una OPI. «A todo el mundo se le dice, ’No salgan a Bolsa’», dijo Ries.

«Hoy, el sentido común sugiere que salir a Bolsa significará el fin de tu capacidad de innovar».

Comportamiento autodestructivo

Para Ries, de 37 años, los mercados bursátiles alientan un comportamiento autodestructivo, y ve sus dinámicas como una de las razones por las cuales el número de compañías de Estados Unidos que cotizan en bolsa ha caído a la mitad desde el máximo alcanzado en 1996. Una vez que las compañías salen a Bolsa, los empleados “se ponen en modo de Yahoo Finance todos los días, y es palpable cuánto este hecho afecta la toma de decisiones de los gerentes comunes”, dice. El problema empieza con los inversores bursátiles que favorecen las compañías que muestran grandes aumentos en las ventas, las ganancias, los usuarios u otras medidas, todos los trimestres. Cuando una compañía no está a la altura, los inversores escapan y la acción se hunde. Los gerentes, para evitar tales sobresaltos, dedican demasiado tiempo a enfocarse en el desempeño de corto plato. Ries dice haber escuchado la misma historia muchas veces: a medio camino de un trimestre, un gerente se da cuenta de que la compañía no está avanzando y empieza a recortar los proyectos innovadores, para alcanzar los objetivos.

El libro seminal de Ries predicaba el método destinado al fracaso de crear startups en las cuales los equipos presentan a los clientes un “producto mínimamente viable” tan rápido como sea posible para evitar perder tiempo y esfuerzo. «The Lean Startup» (La startup esbelta) convirtió a Ries, que antes trabajó como ingeniero de software en There, una fallida fabricante virtual mundial, y fue uno de los fundadores de la red social con mejor suerte IMVU, en un nombre reverenciado entre los emprendedores de Silicon Valley. Pero aunque sus lectores acudieron en masa a sus clases sobre startups, nadie recogió su propuesta de un nuevo mercado de valores –era demasiado polarizadora–. Cuando decidió concretarla por su cuenta, empezó a hablar con banqueros, inversores en capital de riesgo y reguladores, quienes le dijeron que su idea era ridícula.

‘Como a un bárbaro’

«La gente me trataba como a un bárbaro», dice. Sin desalentarse, Reis dedicó tres años a reclutar un equipo y sopesar diferentes ideas, como cobrar tarifas más altas para las negociaciones de corto plazo. Con el tiempo, la LTSE se concentró en tres reformas que toman en cuenta cómo se paga a los ejecutivos, cómo comparten información las compañías y los inversores y cómo votan los inversores.

Una compañía que quiera cotizar sus acciones en la Bolsa de Ries tendrá que elegir de un menú de planes de retribuciones aprobados por la LTSE, destinados a asegurar que la paga de los ejecutivos no esté vinculada con el desempeño de corto plazo. Ries se queja de que es común ver a los altos gerentes o CEO obtener bonificaciones trimestrales o anuales que dependen de ciertas métricas como la ganancia por acción, lo que los lleva a forzar los números para que cuadren. Ries quiere alentar a las compañías a adoptar paquetes de acciones que siguen rindiendo aun después de que los ejecutivos dejan la compañía, lo cual los llevaría a tomar medidas sanas de largo plazo.

Efectos indeseados

Las reformas de Ries pueden no tener los efectos deseados. Por ejemplo, conceder mayores derechos de voto a los accionistas de largo plazo podría tornar más difícil la compra de una compañía, y eso podría terminar por proteger a los gerentes complacientes, dice Larry Harris, profesor de finanzas y economía empresarial en la escuela de negocios de la Universidad de Carolina del Sur. “La amenaza de una adquisición ha hecho mucho más por obtener un buen comportamiento de las empresas que cualquier otra cosa”, dice. «Sospecho que un inversor sofisticado podría rechazar” un mercado bursátil que crea obstáculos a los inversores que quieran cambiar las cosas.

Si Ries obtiene el visto bueno de la SEC –lo que también puede ser un proceso doloroso–, enfrentará lo que puede resultar su mayor desafío: persuadir a una compañía de que sea la primera en cotizar en la LTSE. Como pueden pasar años antes de que la LTSE obtenga la aprobación de la SEC, Ries no está cortejando a Uber, Airbnb o sus pares. En cambio, se está conectando con fundadores de startups medianas, algunos de los cuales han invertido en la LTSE. En los próximos años, espera que un puñado de estas compañías emerjan como fuertes candidatas a OPI. Con suerte, una de ellas tendrá suficiente confianza como para ser la pionera. “Hay aquí un problema real de acción colectiva”, dijo. “Como sector, todos queremos que estos cambios ocurran, pero siempre se necesita un pequeño incentivo para que un actor individual diga: esta no es mi lucha; voy a esperar y dejar que otro tome la iniciativa. No regateo con esa gente. Pero si todo el mundo lo hace, el cambio nunca sobreviene”.

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