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Exportación y pymes: una nueva economía para Chile Opinión

Exportación y pymes: una nueva economía para Chile

Alejandro Guillier A.
Por : Alejandro Guillier A. Senador, Presidente de la Comisión de Minería y Energía del Senado.
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«No es cierto aquello de la ‘maldición de los recursos naturales’. Países como Canadá, Nueva Zelandia, Australia, entre otros, son ejemplos exitosos de política industrial que, partiendo de los recursos naturales, han conseguido diversificación productiva y exportadora, avances en innovación y, por supuesto, todo ello apoyado en una educación de calidad para todos. Si alguna maldición existe es la de las malas políticas que no utilizan los recursos naturales para industrializarse y diversificar la estructura productiva».


Según ASEXMA, las Pymes aportaban un tercio del PIB hace tres décadas. Hoy apenas superan el 11%.

La primera advertencia es que la generación de valor tiende a concentrarse cada vez más en menos empresas. La segunda es que los empresarios grandes no han logrado dar el salto a las cadenas de valor. Por resabios culturales y, quizás, por ausencia de políticas globales y persistentes de fomento productivo, nos hemos quedado encerrados en los marcos de una economía rentista y altamente concentrada.

A diferencia de otros países de origen minero, lo nuestro son las materias primas y, en dos siglos de vida republicana, no hemos transitado al desarrollo sostenible ni siquiera en los sectores exportadores de gran escala.

La aversión al riesgo, la escasa valoración de la capacitación y cierto temor a las organizaciones sindicales forman parte, también, del amplio abanico de barreras culturales que frenan el desarrollo industrial y los saltos científicos y tecnológicos.

El otro dato es que las posibilidades del modelo rentista de exportar se agotaron. Chile necesita actualizar su patrón de desarrollo, transitando desde un modelo con énfasis extractivo en sus materias primas y recursos naturales, a rubros más intensivos en conocimiento y tecnología; desde acuerdos comerciales a políticas de internacionalización; desde acceso a mercados a presencia en cadenas regionales o globales de valor. Esta transformación productiva debe colocar en el centro a las pequeñas y medianas empresas, las que están presentes en todas las regiones de nuestro país y que generan el grueso del empleo.

Capítulo especial merecen las Pymes exportadoras. Los datos muestran que generan, en promedio, ocho empleos más que aquella que solo actúa en el mercado local. Por ello debemos apostar a desarrollar Pymes vigorosas, bien acompañadas por políticas públicas, facilitando así el avance en los desafíos de diversificación productiva, incorporando más valor y conocimiento a nuestros recursos naturales y fortaleciendo la base productiva en regiones, clave para la descentralización.

Con la recuperación de la democracia en los 90, nuestro país avanzó en su apertura comercial, desplegando una política de negociaciones que ha sido consistente en el tiempo, mostrando flexibilidad y capacidad para reinventarse, permitiendo la apertura de mercados y la diversificación de ellos, posibilitando la existencia de una canasta exportadora tradicional a la que se han ido incorporando progresivamente nuevos productos.

Ello nos ha posibilitado que, más allá del cobre, hoy seamos el primer proveedor de varios productos en cada uno de esos mercados y que, en varios de ellos, se estén introduciendo gradualmente nuevos productos que podrían ser la base para un esfuerzo más relevante de diversificación exportadora. Aquí debemos destacar, por cierto, lo alcanzado en el ámbito agroalimentario. Estos valiosos esfuerzos empresariales de las Pymes deben ser más decididamente apoyados, ya que aún muestran montos modestos que no logran influir en la tendencia de nuestras exportaciones.

Hoy 300 empresas en Chile representan el 90% del valor exportado. El 10 % restante lo aportan más de 8.000 empresas. De las 200 mil Pymes que existen en nuestro país, solo el 2% de ellas está exportando (4 mil empresas) y normalmente concentran el 60% de sus envíos en un solo mercado. Más Pymes exportando, con más productos y a más mercados deberá ser uno de los indicadores claves de una profundización de nuestra estrategia exportadora, más apoyada en innovación y tecnologías, más amigable con las Pymes, con mejor distribución de los beneficios y con mayor apoyo en las economías de cada una de nuestras regiones.

Necesitamos más y mejor dinamismo exportador, trabajemos por ampliar el número de productos (bienes y servicios) de nuestras Pymes exportadoras, apoyándolas con más innovación y productividad, enfocándonos en una política de “clusters” regionales que refuerce los vínculos de nuestros recursos naturales con las manufacturas, y los servicios y los encadenamientos productivos sobre la base de nuestras riquezas existentes, las que se encuentran distribuidas a los largo del país: agricultura, forestal, minería, pesquería, y energías no renovables, por mencionar las más relevantes.

Tenemos que tener presente que, para economías como las nuestras, orientadas al exterior, la desaceleración en el ritmo de crecimiento tiene un vínculo directo con la falta de dinamismo de nuestras exportaciones y con la reducida diversificación de estas. La suscripción de una vasta red de acuerdos comerciales ha permitido retardar el ingreso a esa “trampa”; sin embargo, una vez que se agota ese espacio de nuevos mercados, empieza a primar la restricción del escaso número de productos exportados.

El creciente vínculo comercial con China condujo a la sobrerrepresentación del cobre y sus derivados, facilitando un fuerte impulso exportador en la fase del superciclo de los minerales, pero llevando luego a sucesivas contracciones en el valor exportado entre 2012 y 2016. Esa volatilidad en exportaciones se transmite a la economía, la inversión, los empleos y los salarios. La diversificación productiva y exportadora es, pues, un paso necesario para mejorar la calidad de vida de todos los chilenos.

Este es justo el obstáculo que enfrentan los países de renta media que no consiguen diversificar sus exportaciones. Es otra cara de la “trampa de los ingresos medios”, esto es, de la dificultad de dar el salto hacia economías más diversificadas. Por ello, nuestro desafío para los próximos años no es solo acceder a los mercados –ese punto de la ecuación, en tanto aranceles, está de buena manera resuelto–, sino poder aprovechar todas las oportunidades que abren estos acuerdos, adelantándonos a un proteccionismo de estándar y normas, diversificando nuestra oferta exportadora, elevando el número de empresas que acceden al comercio internacional e incorporando más tecnología en la acumulación de valor.

Esta diversificación requiere más innovación y conceder más relevancia a la ciencia y tecnología y a los vínculos entre estas, los centros de investigación y las empresas. La innovación y los nuevos productos de exportación suponen mayor riesgo que exportar productos tradicionales, de allí la necesidad de una alianza público-privada que concuerde en instrumentos y tareas.

Requerimos para ello una política industrial moderna, del siglo 21, de economía abierta, comprometida con estos nuevos requerimientos y atenta a no repetir los errores del pasado. Las experiencias exitosas muestran un rol promotor y articulador del Estado, estableciendo las bases de una alianza público-privada apoyada en una visión prospectiva y estratégica compartida respecto de las oportunidades y desafíos que presenta la globalización. En efecto, la diversificación exportadora no surgirá como producto espontáneo del mercado. Este es fundamental para guiar el esfuerzo privado en esa dirección, pero solo una vez que la cooperación de los actores haya definido las áreas donde focalizar el esfuerzo, tendremos que trabajar y hacer las inversiones en infraestructura, conectividad, logística, transporte, puertos, capacitación, para ser promotores y facilitadores de este esfuerzo sistémico.

En esta mirada que proponemos, la integración vecinal juega un rol clave. Hemos transformado nuestras relaciones económicas para el exterior casi exclusivamente en comercio y acuerdos arancelarios. Pero podemos avanzar a procesos de homologación de normas y estándares productivos en los sistemas financieros y el comercio electrónico, en telecomunicaciones, etc. Junto a nuestros vecinos podemos construir una política de alianzas productivas en dos o tres ejes estratégicos. Está en el horizonte de lo posible avanzar hacia una integración productiva, de encadenamientos, de inversiones conjuntas y de estrategias de colaboración y complementariedad productiva y comercial para enfrentar los mercados mundiales.

Eso supone un esfuerzo interno severo y consistente para promover el emprendimiento y la competencia, facilitar la incorporación de Pymes a las cadenas productivas, fortalecer la regulación antimonopolios y la protección del consumidor. No es cierto aquello de la “maldición de los recursos naturales”. Países como Canadá, Nueva Zelandia, Australia, entre otros, son ejemplos exitosos de política industrial que, partiendo de los recursos naturales, han conseguido diversificación productiva y exportadora, avances en innovación y, por supuesto, todo ello apoyado en una educación de calidad para todos. Si alguna maldición existe es la de las malas políticas que no utilizan los recursos naturales para industrializarse y diversificar la estructura productiva.

Las regiones de Chile pueden liderar estas iniciativas, fomentando la coordinación y asociación público-privado a nivel local, con el apoyo de las distintas agencias de gobierno, algunas con expresiones locales y otras de carácter nacional.

Es bajo esta mirada que podemos construir un modelo de desarrollo para Chile que nos proyecte con solidez en el tiempo y que se ponga al día con las tendencias globales que marcarán la agenda mundial de las próximas décadas.

Alejandro Guillier
Senador

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