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Theresa May tiene acuerdo sobre el brexit, ¿y qué? Opinión

Theresa May tiene acuerdo sobre el brexit, ¿y qué?

May trató de apegarse a su plan, proponiendo un reglamento común para el comercio de bienes y productos agrícolas, pero la UE lo rechazó como un intento de manipular la selección de su mercado único. Para la UE, la libre circulación de bienes, servicios, capitales y trabajo es un paquete completo; se aceptan todos o tienes que aceptar algunas barreras al comercio.


El Reino Unido y la Unión Europea llegaron a un acuerdo sobre los términos de su divorcio. Si el texto es aprobado por el Gabinete de la primera ministra Theresa May hoy –o al menos no provoca una ola de renuncias–, podría lograr ser aprobado en el Parlamento. Incluso tiene la posibilidad de convertirse en el pacto que todos hemos estado esperando.

Quedan muchas interrogantes, no solo en Londres, sino también cuando intervengan los estados miembros de la UE y el Parlamento Europeo. Sin embargo, supongamos que el acuerdo sobrevive. Las empresas británicas, los mercados financieros y los consumidores bien podrían preguntarse, ¿y qué?

El acuerdo de retirada puede resolver, por ahora, la compleja cuestión de la frontera irlandesa, casi el único foco de atención en los últimos meses. Pero es probable que el supuesto acuerdo de 500 páginas no diga nada significativo sobre la futura relación comercial del Reino Unido y la UE. Es difícil exagerar la importancia de esta incertidumbre.

Recuerde que la futura relación fue el tema del controvertido plan de Chequers de May que provocó dos importantes renuncias en el gabinete. Tanto los partidarios de abandonar la UE como la primera ministra prometieron que Gran Bretaña obtendría un acceso ventajoso a los mercados de la UE después del brexit, y que esto se establecería junto con los términos del divorcio.

May trató de apegarse a su plan, proponiendo un reglamento común para el comercio de bienes y productos agrícolas, pero la UE lo rechazó como un intento de manipular la selección de su mercado único.

Para la UE, la libre circulación de bienes, servicios, capitales y trabajo es un paquete completo; se aceptan todos o tienes que aceptar algunas barreras al comercio.

Desde entonces, la cuestión de la relación futura –la cuestión económica central del brexit– pasó a un segundo plano después de la cuestión política central de la frontera irlandesa. El Acuerdo de Retirada vendrá con una declaración política que delineará los términos de la relación futura. Pero esa declaración no será legalmente vinculante. Las páginas de texto técnico densamente redactado probablemente contendrán muchos distintos resultados posibles y poca certeza.

La razón de ese oscurantismo es que es imposible concebir un acuerdo que, por un lado, sea aprobado por el Parlamento británico y, por el otro, obtenga el respaldo de la UE.

May ha descartado permanecer en la unión aduanera y el mercado único, algo que proporcionaría la mayor certeza y la interrupción mínima para las empresas. También ha descartado un acuerdo de libre comercio (otro tipo de certeza) que deje sin resolver el problema de la frontera irlandesa. Como señaló el ex comisionado de comercio de la UE Peter Mandelson en el Financial Times esta semana: «El mismo evento que pretendía dar a Gran Bretaña un mayor control fuera de la UE solo puede implementarse cediendo incluso mayor control. No es de extrañar que el gabinete tenga dificultades para acordar una posición».

Para cualquiera que tome decisiones de inversión en los próximos años, lo que realmente quiere saber es: ¿cuánto tiempo tengo? Solo una parte del acuerdo habla de eso.

En marzo, la UE y el Reino Unido acordaron que el divorcio incluiría un período de transición hasta diciembre de 2020. Durante este tiempo, las empresas y los ciudadanos tendrían en la práctica los mismos derechos que hoy. La gran diferencia es que Gran Bretaña no tendría derecho a opinar sobre las normas de la UE.

Pero ese tiempo no es suficiente para alcanzar un acuerdo pleno sobre el futuro del comercio entre el Reino Unido y la UE. Ese pacto tendría que ser mucho más detallado y completo que el acuerdo comercial que la UE y Canadá alcanzaron en 2017 después de siete años de negociaciones. Las miles de páginas de ese acuerdo dicen muy poco sobre los servicios, que comprenden alrededor del 80 por ciento de la economía del Reino Unido. La gran cantidad de tiempo que el Reino Unido y Europa han pasado discutiendo el estado de los bienes protegidos, tales como el champán, whisky escocés y queso parmesano, es un indicio de cuánto tiempo tomará el acuerdo comercial más amplio.

El período de transición, por supuesto, también está politizado. Los partidarios del brexit de línea dura como el legislador Jacob Rees-Mogg dijeron que la transición dejaría a Gran Bretaña como un estado vasallo, sujeto a la ley de la UE, pero incapaz de influir en ella. Eso no es del todo cierto. Según el borrador de los términos, las cuotas de pesca, por ejemplo, se establecerían con la aportación del Reino Unido. Pero eso no es lo mismo a que Gran Bretaña disfrute del veto que actualmente tiene sobre muchas decisiones.

En la cumbre de Bruselas de octubre, ambas partes comenzaron a hablar sobre una extensión al período de transición de 21 meses. Los negociadores británicos habrían presionado para establecer una transición más larga durante negociaciones anteriores, pero la UE, sabiendo que era demasiado poco tiempo, mantuvo la concesión para un momento posterior.

Cualquier acuerdo de retiro que incluya una transición es mejor a que no haya ningún acuerdo en absoluto, ni tiempo para ajustes. Pero una extensión del período es un imperativo para las empresas. Es la única cláusula que estarán buscando mientras Westminster se obsesiona con la frontera irlandesa.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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