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Opinión: Productividad, la «Gran Ausente» de los debates presidenciales


A connotados economistas chilenos se les suele escuchar –en un afán simplificador– que los factores que explican el crecimiento económico se pueden agrupar en dos grandes causales: transpiración e inspiración.

Por “transpiración” se entiende la acumulación de factores, a saber, trabajo y capital. Es decir, la cantidad y calidad de los ocupados y el stock de inversión que se ha logrado acumular a través del tiempo y que se estaría utilizando. De ahí el apelativo “transpiración”, haciendo referencia a que sería el crecimiento explicado por el esfuerzo de trabajar e invertir. Luego, todo el resto del crecimiento (o la falta de él), que no puede ser directamente atribuido a estos dos factores es denominado “inspiración”, sin duda un buen nombre para aglutinar todo aquello que fomenta (o imposibilita) el crecimiento y que no entendemos del todo. Teorías respecto a qué debería considerarse “inspiración” las hay muchas y variadas, pero, en general, son todas aquellas medidas que reducen los costos, trámites y dificultades para las empresas; las nuevas técnicas y prácticas, incluso las reformas institucionales y regulatorias, caben en esta definición y suelen denominarse Productividad Total de Factores (PTF) o simplemente productividad.

En Chile, la PTF ha suscitado discusión a todo nivel. Los años de elevado crecimiento económico que permitieron mejorar el estándar de vida de los chilenos, estuvieron explicados por enormes aumentos de la productividad. En pocas palabras, el crecimiento se situó muy por encima de lo que los aumentos de la cantidad de trabajo y capital justificaban.

Sin embargo, ya sea porque el aporte a las profundas reformas, nuevas instituciones y apertura de los 80 se fueron agotando u otras razones, la PTF en la última década ha disminuido, incluso llegando en algunos periodos a ser negativa. El último informe Economic Survey de la OCDE para Chile, pone énfasis en este punto. Recalca cómo entre 2000-2011 la PTF prácticamente se mantuvo plana y el ingreso per cápita creció en torno al 3% anual, mientras que en países como Rusia e India la productividad en ese mismo periodo creció por sobre el 4%, lo que ha permitido que sus ingresos per cápita crezcan por sobre el 5%. Dicho informe también da señales de que al excluir la minería –un sector cuya bonanza y consiguiente expansión probablemente ha perjudicado su productividad– y bajo diferentes criterios de medición, la productividad durante el último gobierno de la Concertación habría crecido en promedio entre un 0,06% y 0,3% anual, mientras que en la actual Administración dicha medición se ubicaría entre un 1,2% y un 1,7%, lo que constituye una tremenda mejoría. Aún no son del todo claros qué elementos explican dicho repunte en productividad durante el gobierno de Piñera, pero la suma de las medidas incluidas en la Agenda de Impulso Competitivo, el aumento en financiamiento a emprendedores y los nuevos capitales semillas disponibles, debiesen ser un punto de partida para investigar.

Mirando hacía la elección de noviembre, pareciera que este tema está ausente. Si bien desde las dos grandes coaliciones se propone la creación de agencias y mayores recursos para innovación, sumándole un Fondo de Innovación desde la Concertación y la posibilidad de considerar la adopción de tecnologías extranjeras para los beneficios tributarios de I+D desde la Alianza, estas medidas son bastante pobres y no parece probable que se traduzcan en aumentos mayores de la PTF, con el consiguiente impulso al crecimiento económico.

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