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El consejo de Carlos Slim, el hombre más rico del mundo: Lea esto y tómese el resto del día libre


Carlos Slim es un tipo más bien exitoso: es el individuo más rico o el segundo más rico del mundo, según la medición que se utilice y cuánto gastó ese día en el almuerzo. De modo que vale la pena tomar nota cuando tiene algo para decir sobre trabajo y productividad.

Recientemente, durante una conferencia en Paraguay, Slim, que controla América Móvil, el mayor operador de telefonía móvil en el continente americano, promocionó una reforma radical del trabajo monótono de 9 a 17 horas: se debería trabajar tres días por semana, aunque distribuidos en jornadas con horarios más prolongados (11 horas) y los trabajadores se retirarían a una edad más avanzada (alrededor de los 70 años). Los días libres adicionales les darían más tiempo para relajarse e inventar cosas, dijo Slim.

En el otro extremo del mundo, el gobierno municipal de Seúl entonaba un canto similar –una canción de cuna, en realidad: pronto los trabajadores tendrán permiso para dormir siestas vespertinas, aunque el experimento de la siesta se limita a los meses de verano–. Quizá los funcionarios municipales tomaron conciencia de lo que viene diciendo desde hace tiempo la ciencia del sueño: dormir la siesta mejora el rendimiento cognitivo, especialmente si se le destina un rango de 10 a 25 minutos.

Este ethos de menos trabajo y más siesta no es nuevo. Sin embargo, sus principales defensores han tendido a pertenecer al extremo más blando del espectro laboral, lugares como Suecia y Google. Ahora está recibiendo apoyo de un multimillonario sólido y de funcionarios públicos de la ciudad más grande de un país famoso por sus rigurosas jornadas laborales, por horarios nocturnos ayudados con soju y una privación crónica del sueño.

Es posible que sus ideas no prendan fácilmente, por enunciar lo obvio. La presión sobre la semana laboral, posibilitada por la tecnología personal e instigada por la ansiedad del empleo, funciona al revés: ampliar, no contraer.

La genialidad de las ideas de Slim y Seúl es que aceptan la maleabilidad de la semana laboral del siglo XXI pero se preguntan por qué el cambio es en una sola dirección. El hecho de que el lugar de trabajo siga funcionando, no significa que con la semana laboral también ocurra lo mismo. Después de todo, la semana de cinco días se estableció en una época en que teníamos productos textiles, motores de vapor y faroleros. ¿El lugar de trabajo no se ha vuelto más eficiente desde entonces? ¿No debería hacerlo la semana laboral, acaso?

Algunos burócratas atontados en Seúl y un multimillonario industrioso de México están diciendo que sí. (Como constatamos que también deberían hacerlo el consejo editor de una organización famosa por su ética de trabajo de llegar primero y ser el último en irse y el plan de distribución de asientos en oficina abierta, que es acogedor pero no se presta para dormir la siesta.) La cuestión es cómo llegar de aquí hasta allí. Es probable que no haya una solución de sueño parejo para todos, o que pensarla requiera un año de jornadas de 18 horas. Pero al menos se está tomando conciencia del problema.

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