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Cómo evita el Chelsea la regulación del fair play financiero de la UEFA

Miguel Patiño
Por : Miguel Patiño Periodista El Mostrador Mercados
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Desde que el magnate del sector petrolero Roman Abramovich adquirió el Chelsea Football Club hace poco más de una década, su multimillonaria inversión lo ha llevado a contratar las mejores estrellas a nivel mundial, ganar campeonatos y, de a poco, llevar al club a la etapa más exitosa de su historia.

El club, cada año, contrata futbolistas de gran nivel, gastando siempre unos 100 millones de dólares al año -por lo bajo- en contrataciones, cifras muy altas en comparación al mercado mundial.

Este año ya contrató a Diego Costa por $54 millones, Cesc Fabregas ($45.5 millones) y a Filipe Luis ($26.9 millones), todos estrellas de la pasada liga española.

El Chlesea se puede dar ese lujo ya que es Abramovich, su dueño, quien asume las potenciales pérdidas del club.

Este mismo modelo comenzó a ser replicado por muchos magnates, sobre todo del mundo árabe, que vieron como un lindo hobby invertir en clubes europeos como el Manchester City, Paris Saint Germain o Shakhtar Donetsk, equipos que comenzaron a dominar sus ligas y hoy ya son referentes del fútbol mundial.

Este comportamiento hizo que la Unión Europea de Asociaciones de Fútbol (UEFA), quien regula las competiciones en el viejo continente, estableciera una reglamentación para que los clubes no gastaran más allá de los ingresos que recibían, multando a quienes sobreasen sus presupuestos, con tal de impulsar un Fair Play financiero.

El Chelsea, como pionero en inversiones descabelladas a comienzos de siglo, como la contratación de Andriy Shevchenko por 100 millones de dólares, también ha ido un visionario a la hora de hacer deportes con la calculadora.

El club londinense se adelantó al movimiento de la UEFA y varios años atrás comenzó un plan que los ayudaría a evitar las multas: contratar jugadores jóvenes y de gran proyección en diferentes ligas, sobre todo en Bélgica y Holanda.

Estos juveniles se foguean con el plantel de honor y luego son enviados a préstamos a clubes competitivos.

La idea es generar una condición en que el jugador se vuelva irremplazable para ese club, y una vez acabado el préstamo, se vean casi en la obligación de contratarlo al convertirse en irremplazable. Ahí es cuando el Chelsea se prepara para recibir los beneficios.

Un ejemplo claro es Kevin de Bruyne. El puntero derecho fue comprado al Genk de Bélgica por poco más de 11 millones de dólares, para ser enviado a prestamo a un club en Alemania. El alero causó tan buena impresión, que se revalorizó y fue vendido por más de 30 millones a otro club de la competencia germana.

Algo similar ocurrió con Romelu Lukaku, que con tan solo 18 años, fue contratado por 30 millones de dólares. Durante este mercado de pases, el Everton pagó 47 millones por su carta.

El dinero que generaron esos fichajes le ayudan al club a alivianar las pérdidas y seguir contratando, sin levantar ni una sospecha.

En estos momentos, Chelsea posee 18 jugadores a préstamo en diferentes competiciones, que incluso si no se llegasen a vender, ayudarán a la renovación del club en el futuro, y la máquina financiera de compra y venta de jugadores seguirá funcionando.

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