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Los actores que pujan en las disputas de poder para hacerse del control de la Clínica Las Condes MERCADOS

Los actores que pujan en las disputas de poder para hacerse del control de la Clínica Las Condes

Natalia Saavedra Morales
Por : Natalia Saavedra Morales Editora periodística El Mostrador Mercados
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Una inversión en particular está haciendo que María Cecilia Karlezi, la única hija de la “Icha”, rompa una regla de oro: no tomar nunca el control de las compañías en las que participa. Es algo a lo que todo el equipo tras Auguri, el family office donde administra sus activos, se ha negado sistemáticamente. No es su estilo, aseguran cercanos a la empresaria. Pero su participación accionaria en la Clínica Las Condes (CLC) –el mismo centro de salud del que fue accionista el Presidente Sebastián Piñera– la hizo saltarse el protocolo.


María Cecilia Karlezi es heredera del clan Falabella y de la fortuna de su fallecida madre, María Luisa Solari.

Cecilia, madre de un único hijo, se concentró, tras la muerte de la “Icha” en 2015, junto a su actual marido, Alejandro Gil, en administrar la fortuna familiar. La misma que la sitúa en el top ten de la riqueza chilena, con cerca de US$ 2 mil millones en activos.

Su pasión, al igual que lo era en el caso de su madre, son los caballos, donde mantiene finos ejemplares. Al igual que su primo, el empresario Carlos Heller.

Tiene una bajísima figuración pública y participa del directorio de Falabella. Su mayor caja es, precisamente, el 13% de las acciones del retailer. A ello se suma el 7,92% del Hipódromo Chile, la propiedad del haras Doña Icha (antes El Sheik) y acciones en Enaex, Moller & Pérez-Cotapos, Autopistas Valles del Bío Bío, Valparaíso Sporting Club, Rutas del Pacífico, Club Hípico, Enel y Embonor, entre otras participaciones.

Pero una inversión en particular está haciendo que Karlezi, la única hija de la “Icha”, rompa una regla de oro: no tomar nunca el control de las compañías en las que participa. Es algo a lo que todo el equipo tras Auguri, el family office donde administra sus activos, se ha negado sistemáticamente.

No es su estilo, aseguran cercanos a la empresaria. Pero su participación accionaria en la Clínica Las Condes (CLC), el mismo centro de salud del que fue accionista el Presidente Sebastián Piñera, la hizo saltarse el protocolo.

Hace unos días, la empresaria golpeó al mercado lanzando una Oferta Pública de Acciones (OPA) para quedarse con el 50%+1% de la clínica, tomando así el control de dicho centro de salud.

En el recinto se ha enfrentado en varias ocasiones con sus otros socios, los doctores, y con los fondos de inversión que tienen plata en CLC, representados en la organización por el abogado Alberto Eguiguren.

Entre los actores institucionales que tienen capital en la clínica están BTG Pactual, Compass, Credicorp, BCI y Santander, entre otros.

Los enemigos de Karlezi

Karlezi persigue quedarse con otro 22,71% de la empresa, pudiendo así tener mayor poder sobre sus decisiones futuras.

Algo que ha dicho con todas sus letras es que el modelo de negocios debe cambiar. Esto último incomoda al otro poder de CLC, los doctores.

Los médicos son a la vez socios de la clínica. Para trabajar en ella deben entrar con un paquete de acciones equivalente a 2.500 UF, y varios de ellos “roncan” en la institución.

Sin embargo, en el último tiempo los mayores problemas de Karlezi se dieron con la dupla Andrés Navarro-Jaime Mañalich. El actual ministro de Salud y el empresario, amigo del Presidente Piñera y fundador de la empresa Sonda, fueron hasta hace poco la dupla a cargo de la clínica. Esto, hasta que Mañalich dejó el centro de salud para volver al Gobierno tras el cambio de gabinete.

Andrés Navarro, en tanto, dijo hace un tiempo que solo estaría en CLC dos años, período que se cumple en abril de 2020. Navarro está hace rato retirado de los negocios y su objetivo había sido sacar del “rojo” los números de la clínica. Algo que ya se logró.

Con Mañalich fuera y Navarro probablemente, los caminos para que los representantes de Karlezi tomen el control de la clínica parecen más llanos.

La empresaria, por medio de sus asesores, ha sido insistente en decir que, como está, el negocio no tiene futuro. Y en el mercado de la salud hay un acuerdo transversal sobre aquello.

Las clínicas ABC1 del sector oriente de la capital han debido salir a la caza de clientes.

Un alto ejecutivo de otro grupo de salud comenta, por ejemplo, que la Clínica de la Universidad de Los Andes ha pactado precios muy atractivos con las Isapres, o que la Clínica San Carlos de Apoquindo ha expandido su oferta y “hoy ofrece hasta depilación láser”.

Karlezi ha dicho que se debe cortar una serie de beneficios históricos que los médicos-socios tiene en el recinto. Eliminar la condición de que para trabajar allí se requiere tener acciones, sería indispensable para la heredera del clan Falabella.

La “guerra fría” de la CLC sumó, además de los médicos, otros enemigos. Entre ellos, el representante de los fondos de inversión en el directorio, el abogado Alberto Eguiguren.

El profesional fue parte del grupo que insistió a nivel interno en que, cuando Karlezi compró poco más del 8,3% de la clínica en marzo, debía lanzar una OPA.

Karlezi no estuvo de acuerdo. A tanto llegó la molestia que, por medio de uno de sus directores, Alejandro Quintana, presentó ante la Comisión para el Mercado Financiero (CMF) una denuncia contra Eguiguren. En ella acusó que el 25 de abril –cinco días antes de la junta de accionistas de la clínica–, este habría sostenido una reunión con accionistas en la que los habría animado a sumarse a la demanda contra Inversiones Santa Filomena –sociedad de Karlezi–, acusándola de una supuesta infracción al adquirir dicho paquete de acciones.

Pese a que un grupo de minoritarios acudió a la CMF para que se pronunciara, el regulador le dio la razón a la empresaria, al señalar que entonces no era necesaria la OPA.

Con todo, Karlezi no es del gusto de Eguiguren, quien sí tiene cercanía con varios doctores de peso y podría inclinar la balanza a que no le vendan sus papeles a la empresaria, relatan entendidos.

Agregan que, si bien existe conciencia entre los fondos de inversión respecto a que la clínica requiere de un controlador, Cecilia Karlezi no es de su agrado. Esto, pues no tiene experiencia en el sector de la salud y tampoco controla otras compañías.

Tras la OPA, y las intenciones de la empresaria, aseguran, está la figura de Alejandro Gil. Este era un hombre de total confianza de su suegra, la «Icha» Solari, y ha apoyado a Karlezi en toda la gestión ante CLC. Es duro, afirman quienes lo conocen, y está dispuesto a dar la pelea para que su esposa se quede con el control de la clínica.

Gil se peleó varias veces con Navarro en la mesa de CLC cuando fue director (hasta el año 2012) y es sabido que, dicho coloquialmente, no se tragan.  “Con el 18% no puedes pretender mandar y hacer lo que quieras”, le dijo en su minuto por la prensa Andrés Navarro a la pareja.

Allegados agregan que la clínica está mal administrada, algo que ni Mañalich ni Navarro han solucionado del todo y que la opción de Karlezi sería irse, algo que junto a Gil no harían “ni por orgullo ni por porfía. Por eso van por el 50%”.

Las tesis más avezadas dicen que, incluso, podrían contar con el respaldo de algún gran inversionista del sector salud, que apoyando la OPA como financista sea el socio estratégico de Karlezi.

El último traspié administrativo de la clínica –que ha implicado reconocer errores en los resultados, y otros ajustes– significó que debiesen ajustar los covenants de la serie de bonos B de la entidad, pues no se estaban cumpliendo algunas condiciones.

La clínica, además, se ha quedado corta en su capacidad de inversión. Si bien tiene espacio para crecer en instalaciones que aún no ha habilitado, no posee ni la demanda ni la plata para ponerlos a funcionar.

De acuerdo a su última presentación a inversionistas, podrían ampliarse de 365 a 500 camas. Esto requeriría, por lo bajo, una inversión de US$ 30 millones.

El precio y los Gómez

Todo será el precio. Eso aseguran con respecto a la OPA que lanzó Karlezi. Esta establece que se pagarán $ 40 mil por acción, con una inversión total de la empresaria de $ 76.148 millones (es decir, unos US$ 106 millones).

Si bien hay un grupo duro de médicos que dicen dudar en qué condiciones quedarían tras la OPA, la opinión transversal del mercado financiero es que el precio es atractivo.

No hay un plan de perseguir a los interesados, sino confianza en que los doctores que quieran tener liquidez van a vender “y es una oportunidad, porque pese a muchos rumores nadie nunca más había querido comprar la clínica”.

Aunque será una pelea visceral, aseguran que hay parte del staff que reconoce que se requiere un empuje inversor en la clínica y adaptarse a los nuevos tiempos para no quedarse atrás.

Además de los fondos, otro grupo es clave para la oferta de Karlezi y ahí sí podría haber un “pirquineo”.

Se trata de la familia Gómez. Los mismos tienen cerca del 7% de la clínica y han atravesado una serie de conflictos familiares que implicaron que, arbitraje de por medio, llegaran al acuerdo de un pacto de no agresión en la clínica.

De este modo,  pese a que están divididos en dos bandos, lograron nombrar un director común. Se trata de Herman Chadwick.

Sin embargo, quienes conocen a los Gómez sostienen que existe una parte de la familia que sí quiere salir de la clínica, y que, nuevamente, todo dependerá del precio.

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