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Desarrollo, más que aumentar cantidad de bienes y servicios que se producen


El informe recientemente elaborado por el PNUD sobre desarrollo humano y bienestar subjetivo nos plantea preguntas de fondo que toman especial relevancia en el contexto de las actuales movilizaciones sociales: ¿Qué entendemos por desarrollo?¿Qué tipo de desarrollo anhelamos como sociedad?¿Qué principios debieran sustentarlo?

Ciertamente,  el desarrollo de un país requiere mucho más que aumentar la cantidad de bienes y servicios producidos en un año. Tal como planteara Amartya Sen, éste es un proceso constante donde lo que se busca es expandir la libertad real de las personas para alcanzar la vida que ellos desean y valoran.

Esta concepción más holística de desarrollo (basada en libertades), si bien representa un avance respecto a la actual (basada en bienes), ha llevado a algunos economistas de centro-derecha a mal interpretar su real alcance y sentido. En efecto, una interpretación simplista se traduce en una sobrevaloración de las libertades individuales por sobre otros valores, como la equidad y justicia social, ignorando la interdependencia que existe entre estos principios. En efecto, desconoce que la expansión de libertades sólo es posible en la medida que exista equidad entre los integrantes de una sociedad, y por ende, un marco institucional basado en principios de justicia social. En simple, sin equidad no hay libertad posible.

Cuando no existe equidad en la política, basta el acuerdo entre unos pocos para ejercer una influencia desproporcionada en la nominación de candidatos, definición de contenidos programáticos, y negociaciones presupuestarias y legislativas. Sin equidad en la política, ¿en qué situación queda la libertad de participación y expresión del ciudadano común y corriente? Cuando no existe equidad en la economía, unas pocas empresas son capaces de ejercer poder de mercado e influir en la determinación de precios, regulaciones laborales e imponer condiciones difícilmente negociables por proveedores más pequeños. Sin equidad en la economía, ¿en qué situación queda la libertad de los consumidores, trabajadores y pequeños empresarios?

La inequidad que atenta contra la libertad de los más débiles se sustenta en “reglas del juego” o instituciones políticas, económicas y sociales injustas. Con certeza éstas explican no sólo las diferencias de “bienestar subjetivo” por nivel socioeconómico observadas por el PNUD, sino que también la escasa expectativa de los más pobres de “tener éxito al reclamar frente a situaciones de maltrato”.

Los movimientos sociales actuales demuestran el creciente deseo de los ciudadanos de participar en la discusión y redefinición de las reglas del juego. Canalizados adecuadamente, tendrán un impacto positivo tanto para el desarrollo económico y social del país, como para el fortalecimiento de nuestra democracia. Después de todo, el desarrollo no es un proceso individual, sino que colectivo, que depende del grado de justicia, equidad y libertad que impere en nuestra sociedad.

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