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La levedad de cada día

Por: Daniel Recasens Figueroa


Señor Director:

La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, dice Rubén Blades en «Pedro Navaja», en menos de un minuto la vida te puede dar un giro y de la nada todo cambia. Sábado, un asado, amigos alrededor de la parrilla, una copa de vino, risas y bromas mientras se prueba algo de carne. Todo normal, cotidiano, superfluo, nada del otro mundo.

Entre ruidos, voces y copas algo se atora en la garganta. No es nada, ya pasará, hay que mantener la calma, que nadie se dé cuenta, el aire no entra a los pulmones. No hay caso, no puedes hablar, alguien se da cuenta, creen que bromeas, ¿será tan torpe y poco glamoroso el fin?

No piensas en dioses, cruces ni avemarías, no hay ayatolas, curas, pastores ni rabinos; tampoco hay epifanías, no pasa tu vida en segundos ni ves una luz al final del túnel. Solo amigos cerca, uno sabe la «maniobra de Heimlich», la aplica, toses… respiras.

Todo sigue igual, un par de bromas y a otro tema. La copa se llena de nuevo, un par de minutos y comes con más cuidado, pero normal. No pasó nada, aparentas estar tranquilo, la vergüenza puede más que dar las gracias. El lunes al trabajo, otra semana más, las noticias de siempre; un derrame de petróleo, otro portonazo, sube el desempleo, el matinal se ocupa de la política nacional, nada cambia. La levedad de cada día…

Daniel Recasens Figueroa
Periodista

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