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Los chilenos somos unos vacas Opinión

Los chilenos somos unos vacas

No porque, de acuerdo a nuestra pintoresca forma de hablar, llena de zoologismos, seamos mayoritariamente malas personas, sino porque día a día nos ordeñan y hasta parece gustarnos. El famoso “combo” de la empresa que monopólicamente tendrá la concesión de proveer de comida en los estadios a los aficionados a la Copa América es un claro ejemplo, pero lamentablemente no el único.


Es verdad: los chilenos comunes, es decir, aquellos que no tenemos plata, pitutos, padrinos poderosos o un partido político que nos cobije y nos ayude con alguna peguita decentemente pagada en el aparato público, estamos convertidos en unos vacas. No porque seamos mayoritariamente malas personas, de acuerdo a nuestro zoológico y pintoresco lenguaje, sino porque nos ordeñan día a día sin que intentemos la más mínima protesta. Al revés: pareciera que hasta nos gustara.

Porque vea usted lo que ha ocurrido con esta Copa América que a muchos ya los tiene chatos cuando recién está comenzando a calentar motores. La emprendedora empresa que se adjudicó la concesión para proveer de comida y bebestibles a los asistentes a los estadios ha fijado precios de escándalo por una gaseosa aguachenta, un sándwich incomible y una bolsita de chocolates que se acaban en lo que dura un suspiro: $ 7.700. ¿No es eso un asalto en poblado, considerando que cada vacunado estará rodeado por miles de otras potenciales víctimas del abuso y la codicia desatada?

Lo peor es que Vive Snack (¿no será Vivos Snack?), al interior de los estadios, al menos, no tendrá ningún tipo de competencia. En otras palabras, en los hechos es una empresa enteramente funcional a la forma como se maneja el fútbol chileno, que parece ser admirador sin restricciones de todo lo que huela a monopolio. ¿No es acaso el Canal del Fútbol un monopolio absoluto?

El hecho resulta doblemente indignante, además, porque si la mentada empresa ganó la licitación a la que debe haber llamado la ANFP, es porque debe haber ofrecido las mejores condiciones respecto de precio y calidad. Eso significa, necesariamente, que si las otras empresas quedaron fuera es porque sus ofertas fueron aún más atentatorias para los bolsillos de los aficionados.

Eso, en el ingenuo caso de pensar que la licitación fue derecha…

Es cierto que disfrutamos como locos de un neoliberalismo desatado, que la sacrosanta ley de la oferta y la demanda es intocable y que el mercado es cruel, como dijo sentidamente tiempo atrás don Pato Aylwin, pero, muchachos, ¿no creen que se les pasó la mano? Nadie puede criticar a la familia Heller (la misma que tiene la concesión del Movistar Arena) de querer sumar un billetito más al presupuesto mensual, pero sí resulta del todo censurable que pretendan hacerse ricos esquilmando a los aficionados durante las tres semanas que durará el torneo.

El famoso “combo” de la Copa América provocó tal revuelo y escándalo que hasta tuvieron que meter la cuchara en el entuerto el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, y el director del Servicio Nacional del Consumidor (Sernac), Ernesto Muñoz. Ambos personeros gubernamentales tuvieron que apresurarse en aclarar que, tras el primer control, pero antes del ingreso a las tribunas, habrá carritos de comida dispuestos a cobrar precios mucho menos indecentes y abusivos. No sólo eso: que nadie podría impedirle a un aficionado llegar al estadio portando su propia bolsita de cocaví para no ser víctima inocente de un descarado latrocinio.

Ojalá la inmensa mayoría de hinchas asistentes a los estadios los haya escuchado y se haya enterado que el asalto al interior del recinto es perfectamente evitable.

Pero que día a día nos ordeñan, es una verdad irrefutable. Nos ordeñan las AFP, las Isapres, y otros se coluden desfachatadamente –como las farmacias y los productores de pollos– porque nunca están conformes con los millones que mes a mes ganan.

Se trata de una codicia desatada como nunca se había visto en la historia de la humanidad. Y créanme que no estoy para nada dramatizando.

¿No somos ordeñados ferozmente aquellos que nos creemos afortunados por disponer de un humilde vehículo? Si lo está pagando en cómodas cuotas mensuales, a cinco años plazo, debe sumarle el permiso de circulación, el seguro obligatorio y la correspondiente revisión técnica. Pero el tema, lo sabemos, no para allí: agréguele el costo del Tag, los peajes en las autopistas, el costo de estacionar en un mall o supermercado y, de vez en cuando, un parte por mal estacionado. Hay municipios tan caraduras que hasta te partean por circular por las autopistas con las luces apagadas, en circunstancias que –se supone– la obligación corre sólo para las carreteras interprovinciales. ¿Nadie les ha dicho que el dueño de un vehículo no necesariamente es un potentado?

Por eso, no puede resultar sino del todo explicable la indignada perorata que se mandó Juan Cristóbal Guarello en el programa de deportes de la ADN, enterado del famoso “combo” de la Copa América y su elevadísimo costo para cualquier aficionado.

Guarello señaló estar harto de los abusos a todo nivel que se producen diariamente en el país y que son esos abusos los que explican la bronca ciudadana creciente contra todo lo establecido.

Y aunque es cierto que la bronca crece, alimentada además por el Caso Caval y por los regalones de Penta, Soquimich y otras empresas, que pasaban seguido el platillo a cambio de legislar luego en consecuencia, nuestra protesta sigue siendo a la chilena: entre amigos o entre dientes.

Nos caen mal los argentinos (sinceramente, me excluyo por completo del concepto), pero debemos reconocer que a ellos no les hacen lo que a nosotros. Porque al contrario de nosotros, los chilenos, ellos no se sienten bien siendo borregos. Si algo les molesta, protestan a viva voz. Estentóreamente. Ampulosamente. Y arman piquetes que te los encargo si te toca toparte con alguno de ellos. ¿O ya nos olvidamos que el Presidente Fernando De la Rúa tuvo que arrancar de la Casa Rosada en helicóptero cuando la gente salió a las calles a protestar por el famoso “corralito”?

¿No será hora, muchachos, de oponernos abiertamente a tanto abuso?

Usted, ansioso de gritar por la Roja, llévese un sándwich de la casa. O si sale apurado del trabajo, compre alguna cosita poca en cualquier boliche. Si nada de eso puede hacer, aguánteselas, pero no les compre nada a los “Vivos Snack”. Después de todo, sólo son un par de horas, y le aseguro que ningún estudio médico afirmará que usted corre el riesgo de morirse de hambre.

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