Publicidad

La visita de la nueva dama: reconstruyendo una política externa ideologizada

La gira de la Secretaria de Estado de los EEUU Condoleezza Rice por varios países de América latina en breve tiempo -clave para definir la impasse que se había producido en la OEA-, hace recordar los años sesenta cuando en la región se vivía un clima de rebelión generalizado.


Finalmente Estados Unidos encontró en la elección del Secretario General de la OEA, el escollo impensado para enmendar su accidentada conducta exterior. La posibilidad de elegir a un candidato de consenso en este organismo, y formar una visión común para abordar los desajustes políticos en la región, es un desafío para un grupo de ideólogos que han saturado a la Casa Blanca con una lectura del mundo autorreferente y claustrofóbica.



La visita de la Secretaria de Estado de los EEUU Condoleezza Rice por varios países de América latina en breve tiempo -clave para definir la impasse que se había producido en la OEA-, hace recordar los años sesenta cuando en la región se vivía un clima de rebelión generalizado. Eran tiempos en que la revolución cubana exportaba su marca de fábrica: la independencia política respecto a los EEUU en una zona del planeta en que esa independencia continúa siendo inaceptable para la primera potencia mundial.



Si bien en el presente, los focos de insurgencia de los ’60 han disminuido, el malestar generalizado hacia la política exterior norteamericana es evidente, con algunos puntos altos en la región como los de Chávez, Lula, Kirchner y el siempre verde oliva Fidel Castro.



Pero también hay un malestar en la clase política y, lo que es más grave, en la población de la región. El fracaso del Plan Colombia es una demostración de ello, a lo que se suma una reticencia fuerte a fomentar cambios violentos de regímenes en la región, como es el caso de Venezuela y Cuba.



Por otra parte, está de por medio una conferencia mundial sobre democracia convocando a más de 100 países y que se realiza en un país cuyo primer debate presidencial de precandidatas no pudo sacar a relucir con siete participantes y en 70 minutos, la exclusión mayor del sistema político en Chile: el sistema binominal.



La política exterior norteamericana de última generación republicana consiste, a grandes rasgos, en dos líneas de acción principales: expansión de la democracia a través de la ampliación de zonas de libre mercado y la protección del "clima" del libre mercado por medio de las guerras preventivas y el control a la insurgencia. Estos dos pilares -al parecer y hasta ahora- no contemplan el distinguir, en el tejido más fino, características y dinámicas de realidades históricas propias de los países donde debe operar esa política exterior. Es el caso en etapa de gestación en América Latina, pero que se ha se ha comprobado con profundidad en el Medio Oriente.

En las últimas cuatro décadas, nunca un personero norteamericano del nivel de la señora Rice, había visitado la región en forma tan intensa. Detrás del esfuerzo de asistir a la III Conferencia Ministerial de la Comunidad de Democracias, está el deseo de difundir uno de los pilares de la política exterior norteamericana, cual es la guerra internacional contra el terrorismo.



Fuentes de El Mostrador.cl indican que el escenario de esta conferencia estuvo marcado por la necesidad de trazar planes y compromisos para erradicar variados matices de inestabilidad y rebelión popular. "La conferencia fue una ‘apretada de tuerca’ en los contextos de los países para exigir metas claras en materia de prevenir y reducir la insurgencia". Otra clave consiste en sacar a zonas del globo de la pobreza crónica y así disminuir la gestación de conflictos. Nada nuevo bajo el cielo, excepto que ahora se cruza transversalmente con la agenda antiterrorista.



Parece inconcebible que a 15 años del decreto artificial del fin de la guerra fría, el foco de una conferencia global sobre democracia continúe siendo reducir la pobreza para impedir la disidencia con el sistema. Y además de parecer inconcebible, es una confirmación de que las potencias occidentales se sienten cada vez más inseguras, a pesar de tener todas las ventajas a su favor, especialmente el dominio del espacio territorial.



Es preocupante también para los EEUU y la alianza occidental, la penetración de capitales chinos en la región como nunca antes. Es por ello que el tema de los DDHH en China regresa en gloria y majestad a ocupar un lugar central en la Agenda internacional. No es accidental que una de las preguntas en el primer debate presidencial de la Concertación el día 27 de abril, apuntara a la inconsistencia de formar alianzas económicas con "una nación que viola permanentemente los DDHH".

El reacomodo de fuerzas entre los países de las diferentes regiones del globo, formando alianzas nuevas para ganar cuotas de maniobra en las negociaciones, es una faceta emergente en un mundo donde ni los actores principales, ni las cartas fundamentales en las negociaciones del futuro parecen ser claras.



Nunca antes los países que tienen grandes deudas externas – principalmente Brasil y Argentina- se habían visto favorecidos por una política exterior norteamericana impopular, para poder actuar con relativos grados de independencia y manejar esas deudas económicas e insertarlas como un arma de coerción en su favor. Eso es preocupante, porque EEUU desprovisto del arsenal económico tradicional -pago acelerado de la deuda externa, embargos, préstamos-, deberá recurrir al impopular argumento límite: uso de las armas.



Es bueno recordar que las estrategias de intervención acelerada que llevaron a la violación de los DDHH de la década de los 70 y 80 en la región, han sido más bien obra de la administración republicana encabezada por Richard Nixon, reconocido mentor político de los ideólogos que sustentan la actual política exterior estadounidense.



Mientras más se observa y se recaban datos, más se reduce el espectro analítico a esa obsesión de detener manifestaciones de insurgencia en la región, que es tan perenne como las mismas deficiencias del sistema económico que las genera.



En esta visita de la señora Rice, hay por cierto que darle el beneficio de la duda. Puede corresponder más a una necesidad de estudio y reconocimiento del terreno político, que a la obligación de entregar un paquete de instrucciones para implementar una política exterior con objetivos gruesos que necesita en forma urgente de adherentes.



Si la adopción de la alternativa colegiada para dirigir a la OEA, marca o no el regreso de los EE.UU. al multilateralismo es una interrogante que deberá ser analizada en un contexto más amplio, y que se nos presentará día a día.




Publicidad

Tendencias