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Hawking y Higgs se enzarzan en una polémica a propósito del acelerador

Fue el jueves 16 de julio de 1964. Estaba en la biblioteca de la Universidad de Edimburgo leyendo un artículo con el que resultó estar en profundo desacuerdo, y una idea empezó de pronto a germinar en su cabeza.



Dos de los más famosos científicos del mundo, Peter Higgs y Stephen Hawking, están enzarzados en una polémica a propósito del gran experimento destinado a reproducir las condiciones físicas en los orígenes del Universo, que comenzó este miércoles en el CERN ginebrino.



El gran acelerador de partículas podría convertir en realidad el sueño de Higgs de ver confirmada su teoría sobre la partícula que lleva su nombre, el llamado bosón de Higgs, cuya existencia es predicha por el modelo estándar de la física de partículas aunque no ha podido demostrarse hasta ahora experimentalmente.



La teoría se conoce también como «la partícula de Dios» porque si finalmente se confirma su existencia -lo que se trata de hacer en ese acelerador de partículas situado en las afueras de Ginebra y en la frontera con Francia-, la teoría del Big Bang, es decir, de una gran explosión como origen del Universo, recibirá un definitivo espaldarazo.



Si la teoría de Higgs (Newcastle, 1929), demuestra ser la correcta, es decir, si se encuentra esa partícula subatómica, este físico de 79 años se encaminará definitivamente al premio Nobel, distinción a la que aspira también su rival Stephen Hawking (Oxford, 1942), quien en cierta ocasión apostó cien dólares a favor de su no existencia.



En declaraciones a la prensa en Edimburgo, Higgs confesó este miércoles que no había leído el último trabajo de Hawking en el que éste trata de demostrar que no se llegará a encontrar nunca el supuesto bosón de Higgs, pero sí otro anterior escrito por el mismo astrofísico y que suponía que servía de base de sus cálculos.



Higgs dijo que no creía que se tratase de un buen trabajo y criticó a su colega por juntar teorías sobre la gravedad de una forma que cualquier físico especializado en las partículas teóricas desaprobaría inmediatamente.



«Desde el punto de vista de la física de partículas, desde la perspectiva de la teoría cuántica, hay que poner algo más que la gravedad en la teoría, y no creo que Stephen lo haya hecho. Tengo fuertes dudas sobre sus cálculos», explicó.



Según la versión que ofrece hoy el diario «The Times» de la conferencia de prensa en la capital escocesa, otros miembros del panel trataron de cortar la discusión y dieron a entender que Higgs había sacado de contexto las opiniones de Hawking, según el cual el gran acelerador de Ginebra puede probar la existencia de otras partículas subatómicas pero no el bosón de Higgs.



«Son teorías



En respuesta a otras preguntas, Higgs desestimó los temores expresados por algunos en el sentido de que el experimento que acaba de comenzar en el Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) vaya a dar lugar a agujeros negros que podrían dar al traste con el mundo.



«Son tonterías. Creo que algunas de las personas que intentaron impedir mediante requerimientos judiciales que se llevara a cabo el experimento (en Ginebra) deberían ser más sensatas. Sabemos que los agujeros negros son algo colosal en la galaxia, pero en este caso se trata de agujeros negros minúsculos… que se pueden evaporar además rápidamente», explicó.



Higgs concibió su teoría sobre cómo las partículas subatómicas ganan masa hace ya cuarenta y cuatro años, según recordó él mismo ante los periodistas.



Fue el jueves 16 de julio de 1964. Estaba en la biblioteca de la Universidad de Edimburgo leyendo un artículo con el que resultó estar en profundo desacuerdo, y una idea empezó de pronto a germinar en su cabeza.



Cuando volvió a la Universidad, el lunes siguiente, a base de darle vueltas al tema, concibió una teoría que permitía explicar cómo una partícula elemental podía ganar masa.



Higgs escribió un pequeño trabajo matemático para explicar su teoría y, tras unas breves vacaciones, redactó un segundo artículo en el que describía el bosón que iba a recibir su nombre.



Envió el trabajo al «European Journal of Physical Letters», cuya redacción estaba precisamente en la sede del CERN y que lo rechazó.



Luego lo revisó, añadió un par de párrafos, y probó otra vez suerte con un periódico científico estadounidense, Physical Review Letters, que sí lo aceptó.



EFE

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