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Crónica de dolor y miedo en Gaza

Israel no ha permitido el ingreso de periodistas extranjeros a la Franja de Gaza, pero la BBC tiene reporteros que viven ahí. Hamada Abu Qammar, es uno de ellos. En la siguiente crónica describe el impacto de la última ofensiva israelí.


Hamada Abu Qammar

Israel no ha permitido el ingreso de periodistas extranjeros a la Franja de Gaza, pero la BBC tiene reporteros que viven ahí. Las calles de Gaza están desiertas. Sólo se observan pocos automóviles que transportan casos urgentes hacia los hospitales y familias que gritan y lloran al tiempo que caminan en procesión a enterrar a sus muertos.

Esta mañana visité el hospital de Shifa, el principal de Gaza. Hablé con un hombre, un civil, y también con un adolescente de 14 años que resultó herido este domingo en un bombardeo contra una estación de policía en el este de la ciudad.

El hombre me contó que se dirigía a trabajar en un hospital cuando escuchó el sonido de los aviones. Volteó a mirar, pero lo que pasó después es incapaz de recordarlo. Se despertó herido, con lesiones en su mano, pierna y estómago.

El muchacho tenía sangre en su cabeza y tenía mucho dolor. No podía ni siquiera recordar su nombre. «No sé dónde estoy», me dijo. También vi un cuerpo en la sala de emergencias con una estaca de madera clavada en su pecho.

El sábado, también estuve en el hospital. La morgue estaba repleta e incluso habían dejado cadáveres en las calles. Padres buscaban a sus hijos por doquier.  Seguí a una mujer que gritaba: ¡Mi hijo, mi hijo!» mientras registraba todo el edificio en su búsqueda. Eventualmente lo encontró. Era un hombre como de 20 años. El personal de la morgue no dejó que la mujer viera el cuerpo pero yo sí lo vi. Estaba descabezado y no tenía estómago.

Seguí a una mujer que gritaba: ¡Mi hijo, mi hijo!» mientras registraba todo el edificio en su búsqueda. Eventualmente lo encontró. Era un hombre como de 20 años. El personal de la morgue no dejó que la mujer viera el cuerpo pero yo sí lo vi. Estaba descabezado y no tenía estómago.

La mujer se desmayó frente a los restos de su hijo, que estaban cubiertos con una sábana blanca. Los familiares en el hospital gritaban constantemente. No tienen palabras para expresar sus sentimientos, sólo decían: «¡Dios ayúdanos!», una y otra vez.

Sentarse a esperar

Presencié varios ataques aéreos israelíes este domingo, uno contra una sede policial de Hamas en una vía costera, y otro contra una casa ubicada unos 200 metros de la oficina de la BBC.

El humo se esparcía en el cielo. La columna de humo más intensa se observaba en la sede de seguridad de Hamas, que también está cerca de nuestra oficina, sólo a unos pocos metros.  Según Qammar, en las calles sólo se escuchan familias que gritan y entierran a sus seres queridos.

Lo veía todo desde mi ventana. Hubo tres sonidos muy fuertes y se produjo un corte de electricidad. Podía escuchar a las mujeres gritando en sus casas además de disparos que venían de los hombres de Hamas que rodeaban el área.

El complejo estaba en una amplia área residencial rodeada de altos edificios y bloques de apartamentos. Algunas residencias estaban sólo a cinco metros de la sede de seguridad de Hamas y por supuesto, se registraron daños en esos edificios. Las ventanas se hicieron trizas.

La electricidad viene y se va como es costumbre. La mayoría de las tiendas están cerradas. Hay falta de gas anestésico, suministros médicos, harina y leche; pero muchas de las personas con las que he hablado dicen que no les provoca comer mientras esta situación continúe.

Las familias permanecen en sus casas. Hablé con una de mis vecinas, Iman, una adolescente de 14 años. Estaba muy asustada y casi no podía hablar. «No sé a dónde ir. No sé dónde hay un lugar seguro para quedarme y no sé cuándo volverán a atacar», dijo.

 

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