Publicidad

Los que se quedan en la zona de exclusión tras la crisis nuclear de Fukushima

El gobierno japonés informa que algunos residentes están regresando a sus casas a recoger sus pertenencias a pesar de la zona de exclusión de 20 kilómetros establecida alrededor de la central nuclear de Fukushima. Otros han decidido quedarse en la zona a pesar de las advertencias y se resisten a abandonar sus granjas.


Un equipo de la BBC penetra en la zona de exclusión establecida en torno a la central nuclear de Fukushima después del tsunami del pasado 11 de marzo pudiera en jaque las instalaciones y comenzara la fuga radiactiva. En una pequeña granja, los equipos de rescate encuentran a una pareja de ancianos. «Estamos bien», le dice el hombre a su hija por teléfono, «tenemos mucha comida, tu madre está durmiendo todo el rato y aún nos queda mucho sake».

Desde que decretó la alerta nuclear, el gobierno japonés ha evacuado a unas 200.000 personas en un perímetro de 20 kilómetros alrededor de la central de Fukushima y ha invitado a abandonar la zona a los residentes en un radio de entre 20 y 30 kilómetros. En esta última zona la evacuación es voluntaria, pero la mayoría de la población se ha marchado. Además, organizaciones como Greenpeace han recomendado que se amplíe a cuarenta kilómetros el radio de evacuación. La preocupación ahora son las personas que regresan temporalmente a sus casas a recoger sus pertenencias. El portavoz del gobierno japonés, Yukio Edano, advertía este domingo a estas personas de que se están «poniendo en riesgo a sí mismas» y les ha pedido que tengan paciencia hasta que sea posible permitir un regreso temporal para recoger sus cosas.

La situación es especialmente confusa respecto a la zona situada en un perímetro de entre 20 y 30 kilómetros de la central nuclear. La mayoría de sus habitantes han abandonado el lugar porque el gobierno no la considera segura y pide a los pocos que se quedan que permanezcan en sus casas. La radiación en algunas de estas localidades es inferior que en otros puntos más alejados, porque las partículas no viajan de manera uniforme. Estos pocos ciudadanos se sienten un poco desamparados ante la situación porque ya no entran en la zona los repartidores de suministros, y las gasolineras y supermercados permanecen cerrados.

En la localidad de Minami-soma, por ejemplo, el reportero japonés Yas Idei apenas se ha cruzado con una persona andando por la calle. El resto es una ciudad fantasma en la que uno se topa de vez en cuando con algún residente reacio a abandonar su casa. El el caso de Tomiko Takahashi, una granjera de 59 años a la que se encuentra recogiendo calabazas en un huerto a 25 kilómetros de la central. «Me marché a la casa de mi hijo en Tokio después del terremoto», le explica, «pero regresé ayer. No puedo dejar de preocuparme por mi granja». Más allá se topa con Katsuo Suzumoto, de 81 años, y su mujer Setsuko, de 80. También se fueron tras el terremoto y ahora han regresado. «Somos grajeros», asegura el hombre, tenemos un montón de verduras para comer. Y queda algo de gasolina en mi coche para regresar a Sendai si hace falta».

«¿No le da miedo la radiación?», le pregunta el reportero. «Soy demasiado viejo para asustarme de eso», responde el anciano. «Me quedaré aquí hasta que el gobierno nos obligue a marcharnos. Ésta es la casa en la que nací».

Publicidad

Tendencias